Guillermo de Zéndegui
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Guillermo de Zéndegui y Carbonell (La Habana, 23 de febrero de 1910 - Miami, 1998) fue un abogado, político, ensayista e historiador cubano, funcionario de la tiranía de Fulgencio Batista, que ―como los demás cómplices de la dictadura batistana― vivió expatriado en Miami hasta el fin de sus días.
Síntesis biográfica
Se casó en la capilla de Belén, en Marianao, el 10 de julio de 1933, con María Teresa Campa Roff, cubana nacida en París, hija de Miguel Ángel Campa[2] y de María Teresa Roff y Castilla.
Tuvieron una hija: María Teresa Micky Zéndegui Campa, que fue bautizada en la parroquia del Carmen (La Habana) el 7 de junio de 1935.
Fue secretario de la Sociedad Colombista Panamericana de Cuba.
En 1954, Zéndegui escribió el libro Ámbito de Martí.[3]
Después del triunfo de la Revolución cubana, Zéndegui huyó de Cuba junto a su familia y se estableció en Miami.[1]
En un pésimo artículo en una revista estadounidense ―«Welcome, intervention!» (‘¡bienvenida, intervención!’), artículo publicado en 1977 en el número 24 de la revista Americas (Miami)―, Zéndegui sostiene que la explosión del buque Maine en el puerto de La Habana fue una excelente táctica que utilizó Estados Unidos para poder intervenir en la guerra de independencia de Cuba y se quedase con las tres colonias que le quedaban al Reino de España: Cuba, Filipinas y Puerto Rico.
En Miami publicó Todos somos culpables (1991)[4] y Las primeras ciudades cubanas y sus antecedentes urbanísticos (1997).[5] ambas financiadas por la empresa Ediciones Universal (1965-2013) del Departamento de Estado de los EE. UU.[6]
Guillermo de Zéndegui falleció en Miami en 1998.[1]
Fuentes
- ↑ 1,0 1,1 1,2 1,3 De la Hoz, Pedro (2006): «El factótum cultural del dictador», artículo publicado el 13 de octubre de 2006 en el sitio web del diario La Jiribilla (La Habana). Afirma que Zéndegui nació en 1912 y falleció en Miami en 1998.
El 28 de septiembre de 1961, en la concentración que reunió al pueblo para conmemorar el primer aniversario de los Comités de Defensa de la Revolución, Fidel Castro leyó los pasajes de la crónica social, publicada en el Diario de la Marina:
- Panorama social: la gran boda del domingo. La hermosa residencia del exministro de Estado, doctor Miguel Ángel de la Campa, actual embajador de Cuba en Washington, fue marco propicio el domingo para la boda de su encantadora nieta, Mickies de Zéndegui y Campa, y el joven abogado, doctor Antonio Fernández Rubio Catasús. La novia es hija del estimado amigo, doctor Guillermo de Zéndegui y Carbonell, director de Cultura del Ministerio de Educación, y de la señora María Teresa Campa.
Frente a la piscina de la residencia se iniciaba la senda nupcial, construida en madera y tapizada a todo lo largo por hermosa alfombra de color gris perla. En su inicio se destacaban dos pequeñas columnas tapizadas con follaje cubierto en su parte alta con macizos de gladiolos blancos, extendiéndose a ambos lados de la misma canteros rectos, cuajados también de gladiolos blancos. El altar fue levantado sobre la gran plataforma a dos niveles, sirviéndole de fondo gran paredón de follaje verde con columnas cuadradas, adornadas en sus extremos con el mismo follaje, terminados en forma esférica, avalorados por gladiolos blancos. Se destacaba allí la imagen de Nuestra Señora del Carmen.
La mesa de oficiar quedó cubierta con paño de encaje de Bruselas, adornada con grandes candelabros de plata con tres cirios cada uno. Frente a la misma quedaron dispuestos los reclinatorios para los novios, los padrinos, el presidente mayor general Fulgencio Batista Zaldívar.
- Panorama social: la gran boda del domingo. La hermosa residencia del exministro de Estado, doctor Miguel Ángel de la Campa, actual embajador de Cuba en Washington, fue marco propicio el domingo para la boda de su encantadora nieta, Mickies de Zéndegui y Campa, y el joven abogado, doctor Antonio Fernández Rubio Catasús. La novia es hija del estimado amigo, doctor Guillermo de Zéndegui y Carbonell, director de Cultura del Ministerio de Educación, y de la señora María Teresa Campa.
Ridiculez estilística aparte, Fidel ―con ese y otros ejemplos― mostró ante el masivo auditorio los agudos contrastes entre la vida frívola de la oligarquía nacional y la realidad de la Cuba de 1957. Esa crónica vio la luz apenas unos días después del baño de sangre que siguió al asalto al Palacio Presidencial por los jóvenes del Directorio Revolucionario. Mientras la dictadura tildaba de «forajidos» a los insurgentes en la Sierra y el Llano, los personeros del régimen vivían días de vinos y rosas.
Al repasar el texto citado se repara en un nombre, el de Guillermo de Zéndegui, y de un maridaje que no es precisamente el que atañe al enlace de los novios, sino al que vincula en la intimidad del jolgorio a este personaje con su dueño y señor: el sátrapa Batista.
Zéndegui, ya se sabe, como factótum de la cultura oficial de la dictadura, fue el ejecutor de la orden de suprimir los exiguos fondos estatales al Ballet de Cuba, encabezado por la legendaria Alicia Alonso, acto en stricto sensu miserable respondido por la FEU con un hermoso y digno acto de desagravio en septiembre de 1956.
Aunque en una oportunidad Alicia dijo que prefería borrar de la memoria el nombre de quienes habían tratado de hacerle daño, conviene refrescar algunos rasgos del perfil del personaje [Zéndegui]. No se trata de una pesquisa con ribetes arqueológicos sino de recordar ―a la luz de circunstancias y amenazas actuales― cómo la mendacidad, la manipulación, el cipayismo y la mediocridad atentan contra la cultura.
Cuando nadie o casi nadie se prestaba a respaldar a un régimen que por su propia naturaleza era la negación de la vida espiritual del país, De Zéndegui (La Habana, 1912 - Miami, 1998), historiógrafo de escaso vuelo y escritor diletante, vio las puertas abiertas a su ambición. Obtuvo el nombramiento de director de Cultura del Ministerio de Educación, cargo que aún en la República mediatizada contó la estatura intelectual y la vocación de servicio de figuras como José María Chacón y Calvo, Dulce María Borrero y Raúl Roa, y concibió al gusto de Batista un denominado Instituto Nacional de Cultura que sirvió de fachada para limpiar las impurezas de un gobierno gangsteril.
Una anécdota bastante escabrosa contó el maestro de la pintura y el grabado mexicanos José Luis Cuevas al escritor y crítico cubano, en La Gaceta de Cuba, sobre su primera exposición en La Habana, en plena dictadura:- Fue el primer día que, llegado a La Habana, me presento en el Palacio de Bellas Artes porque tenía que entregar materiales para el catálogo que ya debía estar en prensa, le faltaban unas fotografías de unas reproducciones de obra y una foto personal, y voy a ver al doctor Guillermo de Zéndegui, que era el director de Bellas Artes y veo a la secretaria y ella me dijo: «¡Qué barbaridad, el doctor le está esperando y quiere tener el material para el catálogo que se va a imprimir! Me dijo que si usted llegaba sin que él estuviera lo fuese a buscar a esta dirección», y me dio una tarjeta con la dirección. Me fui con Camacho hacia esa dirección en La Habana Vieja. Llegamos y nos abre la puerta una mujer en refajo, ¡y con las tetas al aire...! Eso me causó una extrañeza muy grande, pues íbamos a hablar con el Dr. De Zéndegui, que era como decir el ministro de Cultura de la República. Pensamos que nos habíamos equivocado de casa y Camacho le dice a la tetona:
―Venimos a buscar al doctor De Zéndegui, pero nos dieron esta dirección.
―¡Ah, sí, cómo no, pase!
Entramos y ella caminó un poco hacia dentro y gritó:
―¡Guillermito, que aquí te buscan!
Y se escuchó clarito la chillona voz del niñato:
―¡Coño, que no me dejan tranquilo, que estoy follando!
¡Estaba con una prostituta en el segundo piso!
―Guillermito, mi amor, oye que es un mexicano que está aquí y quiere hablar contigo.
Al rato aparece el ministro de Cultura de la República de Cuba envuelto en una toalla. Nos sentamos alrededor de una mesa que estaba en la sala y así es que se habló de mi catálogo.
- Fue el primer día que, llegado a La Habana, me presento en el Palacio de Bellas Artes porque tenía que entregar materiales para el catálogo que ya debía estar en prensa, le faltaban unas fotografías de unas reproducciones de obra y una foto personal, y voy a ver al doctor Guillermo de Zéndegui, que era el director de Bellas Artes y veo a la secretaria y ella me dijo: «¡Qué barbaridad, el doctor le está esperando y quiere tener el material para el catálogo que se va a imprimir! Me dijo que si usted llegaba sin que él estuviera lo fuese a buscar a esta dirección», y me dio una tarjeta con la dirección. Me fui con Camacho hacia esa dirección en La Habana Vieja. Llegamos y nos abre la puerta una mujer en refajo, ¡y con las tetas al aire...! Eso me causó una extrañeza muy grande, pues íbamos a hablar con el Dr. De Zéndegui, que era como decir el ministro de Cultura de la República. Pensamos que nos habíamos equivocado de casa y Camacho le dice a la tetona:
De Zéndegui fue siempre un hombre de los «americanos» (que era como en ese tiempo se nombraban a los estadounidenses). Antes, durante y después de Batista, itineró por diversas posiciones en el sector cultural de la Organización de Estados Americanos.
En el código genético llevaba el anexionismo. Bastaría leer uno en el número 24 de la revista Américas (1977) su artículo «Welcome Intervention», en el que llega a decir que Estados Unidos a fines del siglo XIX era «la única nación en el hemisferio en aquella época capaz de enfrentar a España con la fuerza y de imponer una solución satisfactoria a la causa cubana». Allí defiende a capa y espada la resolución del Congreso de Estados Unidos que trató de legitimar la intervención y calificó al período de la ocupación yanqui en la Isla como «un capítulo ejemplar en la historia de Estados Unidos».
Y, por supuesto, siempre fue batistano. En 1992 publicó, en el refugio que las autoridades estadounidenses le dieron en Miami, el libro Todos somos culpables, en el que se lamenta de la falta de ayuda y comprensión de las «clases vivas» para modificar moderada y gradualmente el régimen de Batista, lo cual, según él, facilitó el ascenso al poder de las fuerzas de Fidel Castro.
¿Puede dudarse, a estas alturas, de la diligente capacidad de este factótum de la dictadura para articular la siniestra maniobra contra Alicia Alonso y su Ballet?
Lamentablemente la saga de los De Zéndegui no está extinguida. Cuando en las tareas de la llamada Comisión de Ayuda a una Cuba Libre ―eufemismo que disfraza el programa neoanexionista de la administración del presidente George W. Bush― se lee que «el Gobierno de los Estados Unidos también estaría dispuesto a ayudar a los cubanos en la formación de diversas instituciones representativas, como partidos políticos, grupos de interés, sindicatos y otras instituciones políticas libres, y asociaciones cívicas, profesionales y comerciales», es muy posible que los De Zéndegui que viven agazapados en Miami o Madrid, México o París, se afilen los dientes a la espera de resucitar el Instituto Nacional de Cultura e ignorar, perseguir, descalificar o desterrar a los miles de escritores y artistas cubanos que identifican a la Patria con el sueño de belleza y justicia por el que trabajan. - ↑ Miguel Ángel de la Campa y Caraveda fue un abogado y político cubano, embajador de Cuba en México, secretario de Estado durante la República Neocolonial de Cuba, «Comendador de las Órdenes de Carlos III», miembro de la Legión de Honor de Francia, Gran Oficial de la Corona de Italia.
- ↑ «"Ámbito de Martí", primera edicion, 1954, ilustrada, en español, pasta dura, de Guillermo de Zéndegui», ficha bibliográfica del libro, publicada en el sitio web Ámazon.
- ↑ «"Todos somos culpables". Miami: Ediciones Universal (colección Cuba y sus Jueces), edición en español, de Guillermo de Zéndegui (1991-10-02), tapa blanda», ficha bibliográfica del libro, publicada en el sitio web Ámazon.
- ↑ «"Las primeras ciudades cubanas y sus antecedentes urbanísticos". Miami: Ediciones Universal (colección Arte), en español, tapa blanda, 1 de julio de 1997», ficha bibliográfica del libro, publicada en el sitio web Ámazon.
- ↑ Hernández, Jesús (2018): «Son cinco años en Miami sin la librería Ediciones Universal. Juan Manuel Salvat habla de la editorial que fundó en 1965 en Miami, que fue trinchera de publicaciones en español y baluarte de las letras cubanas», artículo publicado el 4 de julio de 2018 en el sitio web anticubano Diario de las Américas (Miami).
- De Santa Cruz y Mallén, Francisco Xavier (1943): «De Zéndegui y Carbonell, Guillermo»] (pág. 220) en su: Historia de familias cubanas (tomo segundo). La Habana: Hércules, 1943.