Invasión mambisa en Matanzas
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Invasión Mambisa en Matanzas. El 20 de diciembre de 1895 los relampagueantes machetes de Máximo Gómez y Antonio Maceo sembraron de ígneas estrellas libertarias al territorio matancero, produciendo la Invasión a Occidente, hecho que se inscribe entre las hazañas bélicas más resonantes de la pasada centuria en la historia de Cuba. Al decir de Máximo Gómez "la invasión a las provincias occidentales, fue… el gran movimiento militar que aseguraba para más tarde el triunfo final de la revolución" . Épico recorrido mambí por el bastión inexpugnable de España que el valor y la pericia de los combatientes revolucionarios convirtió en fortaleza de la liberación nacional. Peripecias del lazo de la invasión o contramarcha estratégica, que tuvo como magnífico escenario las extensas llanuras matanceras y el significado político y económico que tuvo para el posterior desarrollo de la Guerra de Independencia el cruce por estos territorios.
Sumario
Preámbulo de la Invasión
El 10 de octubre de 1868 comenzó la primera guerra de liberación nacional del pueblo cubano contra la metrópoli española. La contienda se extendió por un período de 10 años, para concentrarse principalmente en las regiones oriental y central. Por ello el occidente fue la fuente fundamental con que contó España para sufragar sus gastos bélicos. Ante esta realidad la Invasión a Occidente se convirtió en una concepción estratégica en las mentes más lúcidas del mando mambí. Muchos intentos se realizaron con ese fin. Masa Arredondo y un puñado de patriotas atravesando la Ciénaga de Zapata, cayeron peleando en tierras habaneras (1870). El mayor general Ignacio Agramonte, en el año 1873, propone un plan de invasión al occidente, pero por falta de apoyo, fracasa. En 1875, las fuerzas independentistas, dirigidas por Máximo Gómez invaden a Las Villas como primer paso para llevar la guerra hacia todos los confines de la Isla de Cuba.
Diversos factores hacen que fracase definitivamente este intento invasor. Henry Reeve en la llanura de Colón, pierde la vida el 4 de agosto de 1876. El bravo patriota teniente coronel Cecilio González cerrará el intento de los cubanos de avanzar hacia el poniente (1877). De esta forma fracasaron todos los propósitos de llevar a Occidente la lucha armada. Así culmina la guerra con el Pacto del Zanjón (1878) quedando intactas las riquezas españolas en Matanzas; enormes masas de esclavos negros, peones chinos, campesinos, artesanos, intelectuales y patriotas de diferentes capas sociales esperaban por su oportunidad para alcanzar la libertad con el filo del machete. Los negocios prosperaron, y en la “Tregua Fecunda” se comenzó la labor de preparación de las condiciones para una nueva contienda armada. La guerra que organizaba el Partido Revolucionario Cubano, con José Martí al frente, encontró en Matanzas un terreno abonado.
A la labor proselitista de Juan Gualberto Gómez, se unieron los escasos veteranos del 68 que existían en la provincia, logrando aunar voluntades que respondieran al llamado de nuestro Héroe Nacional José Martí el 24 de febrero de 1895, al enarbolar la bandera de la estrella solitaria en la campiña matancera. Ibarra y Palmar Bonito se unieron a Baire, Santiago de Cuba, Guantánamo y otros escenarios cubanos para lanzar el grito de ¡Cuba Libre! Frente a la dominación española. A pesar de fracasar el movimiento en Matanzas, por causas diversas, la provincia no quedó en calma. La efervescencia popular, la voluntad de participar en la lucha y la combatividad de las masas se mantuvieron vigentes. El esfuerzo de Domingo Mujica en Jovellanos, los nuevos alzamientos en Jagüey Grande y los diversos intentos en varias partes de nuestro territorio demuestran la continuidad histórica del 24 de febrero, así como, el interés y fervor patrióticos de todas las clases y grupos sociales más progresistas para contribuir a la contienda. También el genio militar de Gómez y Maceo comprendían que “El Ayacucho Cubano” había que darlo en occidente y que el tiempo de duración de la guerra dependía en gran medida de poner a toda esta región sobre las armas.
Esta idea los llevó a que pocos meses de comenzada la guerra, el 22 de octubre de 1895, partía de los famosos Mangos de Baraguá una columna oriental bajo el mando de Maceo, enlazando sin lugar a dudas la guerra en el mismo lugar en que había quedado cuando la histórica protesta. El objetivo de este movimiento era reunirse con el general en jefe que en Las Villas ya había preparado las posiciones de partida para la empresa que se coloca entre las hazañas militares más grande del Siglo XIX en el mundo entero: La Invasión a Occidente, como telón de fondo al heroísmo patente en el hecho histórico, Enrique Loynaz del Castillo había escrito el Himno Invasor, que era no tan solo un exponente de la cultura revolucionaria cubana, de su patriotismo y de su fidelidad a la causa de la independencia del suelo patrio, sino también un ardiente llamado a avanzar sobre Occidente donde mandaba el deber, a morir o a vencer.
Como contrapartida se reforzaba el ejército español en Matanzas. El general Arsenio Martínez Campos, Capitán General de la Isla, había situado su cuartel general en Colón, donde arribó el 17 de diciembre acompañado de miles de soldados y numerosos jefes de alta graduación. Su objetivo era impedir el paso de Gómez y Maceo hacia Occidente, proteger las riquezas matanceras, aniquilar a los invasores y por extensión a los dos jefes militares más capaces del campo revolucionario. Así pues en diciembre de 1895 se planteaba en el plano militar la agudización de la confrontación metrópoli-colonia. En las tierras matanceras se vería reflejada con toda su rudeza y vigor esa confrontación, con resultados favorables para las fuerzas independentistas. A un ritmo de 16 horas diarias de marcha, los invasores penetraron en la provincia de Matanzas, bien defendida por 30 000 soldados españoles, al mando del experimentado general Arsenio Martínez Campos.
En las inmediaciones de esa provincia y utilizando su astucia, Gómez y Maceo dieron un gran rodeo y retrocedieron hasta los límites de Las Villas, como si regresaran hacia el oriente. Y cuando Martínez Campos los creía lejos, daban de nuevo un giro hacia occidente y se acercaban a la provincia de La Habana. Esta operación es conocida popularmente como «el lazo de la invasión», y constituyó una excelente maniobra que permitió burlar a poderosas fuerzas y continuar hacia el oeste.
La invasión en Matanzas
El 19 de diciembre, los invasores cambian el rumbo norte y toman hacia el oeste y acampan en “Cabeza de Toro”, donde se incorporan 400 hombres bajo el mando del coronel Francisco Pérez Garós, jefe de la zona de Colón y oficial destacado en las acciones de cooperación con el ejército invasor. A partir de este momento las unidades invasoras, integradas por unos 4 400 efectivos, no todos armados, iniciaron los preparativos para entrar a la provincia de Matanzas por el punto conocido como Hanabanilla, en el río “Hanábana”.
Después de los descalabros sufridos en Las Villas, Martínez Campos trató de detener al ejército invasor en Matanzas. Organizó dos líneas defensivas de batallón en la margen occidental del río “Hanábana”, una que aprovechó este como obstáculo natural, e incluyó las poblaciones limítrofes y la construcción de obras ingenieras ligeras. Y otra en las ciudades de Colón y Jovellanos, apoyada en poderosas columnas escalonadas en profundidad y ubicadas en ciudades, poblados y nudos de comunicaciones, las cuales debían combinar la resistencia en posiciones fijas y el ataque a unidades móviles para desgastar a la fuerza invasora en constantes combates. A parte de los efectivos ya nombrados, concentró en Matanzas unos 30 000 soldados que extrajo de otras provincias y utilizó todos los esfuerzos llegados de la península.
Asumió él directamente el mando de las operaciones y designó para las distintas jefaturas a los generales José García Navarro, Agustín Luque, Álvaro Suárez Valdés, Luís Prats y Rafael Aldecoa. Ubicó en Colón su cuartel general, que ya había tenido que desplazar de la trocha a Santa Clara, y de ahí a Cienfuegos. En la provincia matancera, el mando enemigo había destinado pequeños destacamentos en casi la totalidad de los numerosos ingenios y concentró importantes guarniciones en pueblos y ciudades. Otra característica de la región era que contaba con una de las redes ferroviarias más completas del país, lo cual facilitaba el transporte de tropas y carros blindados. Sin embargo, aunque estos aspectos eran favorables al enemigo como los que contribuían a su rápido movimiento otros, como el tener que fraccionar las tropas, constituían un verdadero inconveniente tanto combativo como logístico.
Los factores anteriores fueron tenidos en cuanta por Gómez y Maceo quienes, como la inmensa mayoría de los jefes, oficiales y soldados que los acompañaban, nunca habían combatido en esta provincia. No obstante, en todo momento contaron con el valor y patriotismos de los matanceros, cualidades estas de las que nunca dudaron. La jefatura de las fuerzas cubanas disponía del regimiento Matanzas, bajo el mando del teniente coronel José Roque y las fuerzas de Colón, que dirigía el coronel Pérez Garós. Estos efectivos formaron la 1ra. división del 5to cuerpo de ejército en formación, y cooperaron estrechamente con el ejercito invasor a su paso por la provincia. Las características del terreno se presentaban muy similares a las de Las Villas Occidentales y la estrategia a seguir, así como los objetivos de esta, se mantenían inalterables. Acrecentados por ser este territorio el centro principal de la producción azucarera de la isla por lo que era de suponer que su destrucción alcanzara niveles mayores, con la consiguiente resistencia del adversario.
Al entrar el 20 de diciembre en Matanzas, los invasores marcharon hacia el centro de la provincia para evitar las defensas de la parte occidental del Hanábana, incursionar por las principales zonas cañeras y amenazar los más importantes núcleos poblacionales de la provincia, como eran Colón, Jovellanos, Cárdenas y Matanzas. Según lo planeado, cruzaron sin resistencia el Hanábana y ya en zona matancera realizaron una de las jornadas más largas de la campaña al recorrer durante 16 horas seguidas el trayecto de 60 km, desde “Cabeza de Toro” hasta “Desquite”, en verdadera demostración de movilidad y posibilidad de avance.
Combate de “La Colmena”
Durante el recorrido mencionado tuvo lugar el combate de “La Colmena”. Después de cruzar el río del mismo nombre, el general Maceo ordenó al coronel Francisco Pérez atraer con un movimiento de engaño a las fuerzas españolas que reforzaban los destacamentos de los ingenios Lequeito y Lagunitas. Aunque al cumplir la misión asignada el coronel Pérez no chocó con las tropas previstas, sino con efectivos del batallón de Asturias, estos se movieron como había pensado Maceo, es decir, tras el rastro de los cubanos. Las orillas del río estaban muy escarpadas y el vado, de condiciones malas de por sí, había empeorado por el cruce de los cubanos. El jefe del ejército invasor situó 150 infantes entre la vegetación de la orilla, el resto como reserva en unos arbustos más distantes y la caballería a unos 50 o 60 metros detrás de la infantería en una hondonada oculta de los españoles.
Mientras varias secciones trataban de vadear el río, el enemigo disparó contra la orilla opuesta para proteger el movimiento de sus hombres, pero al llegar al centro del cauce estos fueron detenidos y obligados a retirarse por el fuego sorpresa y el refuerzo de la reserva que no permitió a los colonialistas forzar el paso. Gracias a una eficiente exploración o a la utilización de prácticos de la zona, los españoles encontraron - más a la derecha de la posición que ocupaban - un lugar accesible y comenzaron a cruzar a la otra orilla sin ser descubiertos, cosa que lograron una o dos compañías. Muy pronto, sin embargo, la caballería cubana los localizó y sin esperar órdenes, 900 jinetes divididos en dos columnas, cargaron contra ellos. Muchos cayeron bajo el filo de los machetes y los demás huyeron despavoridos. En ese momento las fuerzas hispanas intensificaron las descargas de fusilería y artillería, pero ante la imposibilidad de forzar el paso y ya con numerosas bajas, decidieron retirarse hacia el campamento. A pesar de ello, la unidad fue galardonada por el “éxito” obtenido con la Corbata de San Fernando (una de las máximas condecoraciones militares otorgadas por el ejercito español a sus unidades, se colocaba en la bandera de estas) según disposición de la Real Corona española.
Aún sin reponerse de la extenuante jornada del combate y la extensa marcha, la fuerza invasora emprendió una de las etapas más peligrosas de todo su recorrido. La zona por donde debía continuar representa dos figuras geométricas consecutivas. La primera, un cuadrilátero cuyos vértices eran los poblados de Retamal, Altamisal, San José de los Ramos y los Arabos; el segundo un triángulo con los puntos de Cárdenas, Jovellanos y Retamal. Desde la cuidad de Colón, situada en la base y profundidad del cuadrilátero, Martínez Campos dirigía sus unidades. El plan trazado por el mando español se basaba en el control y vigilancia de las vías férreas, lo cual le permitía cubrir geográficamente las direcciones principales y, fundamentalmente, establecer una primera línea de defensa que con centro en Colón se extendía hacia Amarillas por el sur, a Macagua por el este, y al resto de los puntos citados, en la profundidad. Además estaba a su favor lo llano del terreno y la época de seca. Los factores antes mencionados representaban una gran ventaja pues facilitaban a las unidades españolas entrar en combate con los cubanos, concentrar de inmediato sus efectivos en áreas o sectores determinados, cambiar la correlación de fuerzas a su favor y así asegurar la victoria.
En consecuencia, Gómez y Maceo determinaron marchar de flanco a las fuerzas principales enemigas, pero ello hacía muy vulnerables a los invasores, los cuales adoptaron entonces un orden de marcha que posibilitara avanzar con el máximo de seguridad y dar respuesta a cualquier ataque. Después de recorrer unos 15 Km, los invasores atacaron el destacamento de Antillas, lo cual aseguró el libre avance pues permitió utilizar aquel como apoyo de cualquier ataque por el flanco derecho y practicar un posible orden combativo si el enemigo lograba coparlos entre las dos líneas de fuego. El destacamento español respondió bravamente con un número de 2 7000 efectivos, limitó su acción al rescate de los sitiados y al despliegue de sus batallones. No obstante, la formidable organización de marcha del ejército invasor y la poca acometividad del enemigo se efectuó el cruce de la línea férrea en las inmediaciones de Altamizal, a unos kilómetros del puesto de mando del capitán general. Al analizar la situación, asombra el movimiento invasor, pues la provincia de Matanzas desde Colón hasta Unión de Reyes era considerada infranqueable. Continua el avance invasor cruzando la vía férrea de Colón a Cárdenas, accidentalmente se dividen las tropas y una parte toma dirección sur con el general Gómez al frente y la otra hacia el noroeste junto al general Maceo.
Mientras Maceo incendia los cañaverales que encuentra a su paso, Gómez hacía lo mismo atravesando la línea de ferrocarriles de Colón a Jovellanos para ocupar después el poblado del Roque, continuar hacia el norte, más tarde al oeste, y finalmente acampar el 22 de diciembre en Pirineo a cinco kilómetros de Jovellanos. Maceo después de recorrer 30 kilómetros descansa en Herrera y el 23 al amanecer trató de unir sus fuerzas a las de Gómez, pasando de Jovellanos a Cárdenas, por su parte el general en Jefe avanza a toda velocidad hasta encontrase antes del mediodía en un fuerte abrazo en Madam, para continuar juntos en dirección a Coliseo. La separación ocasional de los invasores contribuyó al éxito de la campaña no solo por la destrucción que ambas columnas hicieron en cañaverales e ingenios, sino porque esa situación, aunque peligrosa para los cubanos, aumentó la crónica desinformación que agobiaba al mando hispano, extremadamente confuso ante los rápidos e inesperados movimientos del ejército invasor.
Combate de Coliseo
Martínez Campos había decidido trasladar su cuartel general a Jovellanos y asumir el mando directo de las tropas. Para ello organizó una fuerte columna de unos 2 500 efectivos y ordenó a los generales Suárez Valdés, García Navarro, Aldecoa, Luque y Prats se unieran a él en la zona de Coliseo para ejecutar operaciones combinadas. La vanguardia invasora atacó e incendió el pueblo de Coliseo sobre las 15:00 h del 23 de diciembre. Después de aniquilar a la guarnición, aparecen soldados enemigos que ocuparon posiciones al flanco derecho de los cubanos. Gómez informa de ello a Maceo, indicándole que debía abandonar el caserío y ocupar terreno más ventajoso para maniobrar. A la vez, ordenó a la retaguardia que ocupara las edificaciones del ingenio Audaz. Maceo cumplió lo ordenado, pero mientras se movían sus efectivos los españoles rompieron fuego y formaron dos cuadros de defensa de batallón contra caballería. Ante la posible envergadura de la acción, el lugarteniente general Antonio Maceo decidió que efectivos de caballería ocuparan posiciones a la izquierda del poblado y que la infantería se apoyara en todos los elementos del terreno que le protegieran.
A continuación, él y Gómez, con un centenar de jinetes, se lanzaron en riesgosa carga sobre la infantería enemiga sin poder romper el cuadro. El combate adquirió tanta celeridad que la impedimenta, sin instrucciones de a dónde marchar, quedó a expensas del fuego español. Sin hacer caso de los disparos, Gómez acudió en su auxilio, moviéndola por el camino principal a Coliseo. El enemigo tomó aquel desplazamiento por una maniobra de flanqueo de los cubanos y, atemorizado, abandonó la posición después de utilizar su artillería. La vanguardia y centro invasores continuaron adelante, protegidos por la retaguardia aún atrincherada en los muros del ingenio Audaz, Maceo, preocupado porque pudiera ser atacada, le ordenó la retirada con el apoyo de varios grupos de contención. A cierta distancia, las tropas cubanas se organizaron para presentar combate, pero al no aceptar los españoles el encuentro, emprendieron rumbo hacia sumidero, al oeste de Coliseo, donde acamparon protegidos por patrullas de exploración a vanguardia y flancos. En ocasiones, el éxito de una acción combativa no puede medirse por las bajas o posiciones ocupadas por el adversario, sino por el cumplimiento de los objetivos propuestos. En el caso de Coliseo, el mando español tenía como misión detener el avance del ejército invasor y el resultado fue totalmente contrario, pues los cubanos avanzaron más allá del lugar de acción. Martínez Campos había acumulado sus fuerzas militares en sucesivas líneas de contención y resistencia desde Guantánamo, Oriente, hasta Coliseo, en Matanzas, pero fracasó estratégicamente al perder para España una importante posición en menos de una hora.
La Contramarcha Estratégica o Lazo de la Invasión
Después de las acciones de “Coliseo” Martínez Campos trasladó sus tropas por ferrocarril hasta Guanábana. Esta decisión no escapó a la aguda intuición del general Gómez, quien comprendió que tras ella había algo mucho más importante. Por esa razón, después de acampar en Sumidero, Gómez y Maceo cambiaron impresiones e iniciaron la operación que dio triunfo total a la invasión: la Contramarcha Estratégica. Las fuentes documentales no ofrecen hasta el momento detalles acerca de los pormenores de esta decisión, pero, de acuerdo con las características del pensamiento y prácticas militares del General en Jefe Máximo Gómez y teniendo en cuenta su conocimiento de la forma de operar del enemigo y su habilidad para las estratagemas y engaños, no sería aventurado afirmar que el propio Gómez fue quien concibió tan eficaz operación, ejemplo sin precedentes en la historia del arte militar cubano. En realidad, los españoles habían establecido la única eficaz línea defensiva estratégica, la cual se extendía por la línea férrea que unía Guanabacoa, Sabanilla, Unión de Reyes, Alfonso XII, Estante y Las Cañas, comenzando cerca de la capital provincial para terminar en zonas de la Ciénaga de Zapata.
Esta línea defensiva consideraba utilizar unidades en estrecha cooperación destinadas a movimientos ofensivos y a detener, copar o perseguir a los cubanos. Martínez Campos concentró allí a 25 000 soldados y forzar esa defensa no era misión fácil ni oportuna para el Ejército Libertador, que aunque había salido airoso de situaciones similares, debía cuidar ahora del desgaste sistemático en cuanto a bajas, difíciles de reponer y disminución de la capacidad de marcha y combate. Según las tareas que aún debían cumplir, a las fuerzas invasoras no les era permitido correr ningún peligro y mucho menos sufrir una derrota. Durante esa noche, Gómez y Maceo con un mapa a la vista acordaron el plan a seguir y las correspondientes órdenes a dar. De ellos, resultaba la necesidad de imprimir un ritmo más veloz a la marcha, no destruir por el momento las vías ferroviarias y continuar el incendio de los cañaverales. Así lograban evitar el contacto con el enemigo, lo inducían a la persecución y conseguían la desconcentración y movimiento de las tropas destacadas en la línea de defensa de norte a sur de Matanzas.
Al amanecer del 24 de diciembre de 1895, los libertadores comenzaron a retroceder hacia el sur hasta la “Laguna de la Ceiba”, en las cercanías de la Cienaga de Zapata y allí viraron hacia el este hasta Crimea. Ya entrada la noche continuaron hacia Navarrete, a donde llegaron el 25, y al día siguiente avanzaron hasta Sabanetón, muy cerca de los límites con Las Villas. Desde este lugar enviaron a Blanquizal sus numerosos heridos, puesto que impedían el rápido movimiento, y organizaron un grupo de dinamiteros que actuarían como zapadores. Ya en territorio villareño, acamparon en Indio, al noroeste de Sabanetón.
En este punto, Gómez y Maceo consideraron conclusa la primera etapa de la contramarcha estratégica y después de recibir toda la información, tanto de patrullas de exploración como de los confidentes, ordenaron contramarchar pero ahora en dirección suroeste, de forma rápida y tenaz, hacia Matanzas y La Habana. El alto mando español y sobre todo Martínez Campos, al no conocer nuevos avances cubanos, y por el contrario recibir datos sobre su retroceso, creyeron que los invasores se retiraban hacia el este y en medio de la euforia, comenzaron a elucubrar las ideas más disparatadas sobre una contundente respuesta al ejército invasor y su final aniquilamiento. Empezaron entonces a moverse las unidades españolas concentradas en la línea de Guanábana a Las Cañas, la mayoría por ferrocarril, para situarse sobre el rastro de los invasores, desde Colón hasta Real Campiña. Así, al llegar Gómez al Indio, recibió la noticia de que las columnas enemigas iban hacia ellos.
El error de Martínez Campos trascendió a España, donde el ministro de la guerra recibió el siguiente comunicado: "Se acentúa retirada partidas grandes para dirigirse Cienfuegos proximidad Ciénaga. Columnas Valdés y Navarro persiguen partidas en retirada y coronel Molina para hoy Amarillas tratando batirles antes salida provincia". El 28 de diciembre, a las 22:00 h, los cubanos acamparon en el demolido ingenio Triunfana, al este de Calimete. Ahora la orden fue destruir las comunicaciones adversarias y rebasar Unión de Reyes sin entablar combates que demoraran el avance, es decir, continuar a la defensiva táctica y a la ofensiva estratégica. En ello desempeñó importante papel la unidad de zapadores, la cual inutilizó vías férreas, alcantarillas y puentes.
Combate de Calimete
Alrededor de las 22:00 h del 28 de diciembre de 1895 el ejército invasor acampó en el demolido ingenio Triunfana, a dos kilómetros al este de Calimete. Sus efectivos sumaban alrededor de 4000 hombres y de ellos estaba armada la tercera parte. Entre las 04:00 y 05:00 h del 29 arribó a Calimete un tren que transportaba unidades militares españolas de los batallones de Navarro y María Cristina, un pelotón de infantería de marina, y una sección de caballería, en total, cerca de 850 soldados. Estas fuerzas procedían de “Real Campiña” y tenían órdenes de bajar para proseguir después hacia “Sabana Vieja”. A pesar de que el jefe español supo de la presencia de grandes contingentes cubanos y ver además las fogatas del campamento de estos, ordenó la marcha con la caballería destinando unos 32 jinetes a la extrema vanguardia, una compañía a la vanguardia, dos compañías y el pelotón de infantería de marina al centro y el resto a retaguardia. A poco de iniciado el desplazamiento chocaron con las patrullas avanzadas cubanas.
El enemigo maniobró de forma tan satisfactoria que evitó un desastre mayor, a lo cual también contribuyó la decisión del mando invasor de no entablar combates por las razones ya expuestas. La pequeña unidad de caballería española se replegó ante el fuego invasor para permitir que actuara su infantería. El flanco izquierdo enemigo trato de forzar el derecho cubano para echarlo sobre su propia derecha y lograr una decisión rápida; pero aquella fue reforzada con unidades de infantería dirigidas por los hermanos Ducasse, que parapetados en el muro del ingenio detuvieron el ataque. Con el fin de disminuir la presión de los flancos españoles los cubanos cargaron con la caballería, pero aunque tuvieron éxito de inicio el adversario no se desmoralizó y mantuvo su formación y fuego e introdujo la retaguardia para apoyar una inteligente y bien ejecutada maniobra de repliegue. El combate duró poco menos de una hora y arrojó como resultado 22 muertos y 75 heridos enemigos, mientras que los cubanos tuvieron 16 muertos y 69 heridos.
El triunfo de los invasores propició el aumento del balance favorable de la contramarcha estratégica en su segunda etapa, ya que una derrota cubana en ese momento hubiera sido fatal para el resultado de la operación. De acuerdo con su importancia y trascendencia puede decirse que Calimete y el Combate de Mal Tiempo fueron las acciones combativas que de forma más directa aseguraron la posibilidad de invadir las provincias occidentales y destruir su industria azucarera. Después de Calimete, el general Gómez dispuso el inmediato y acelerado avance de este a oeste, sin tomar en consideración que todavía, la reserva de la columna enemiga hacía fuego. En marcha forzada de 15 horas y con 75 heridos, los invasores sostuvieron dos escaramuzas en Manguito y Baró. Ya de noche y con Colón a retaguardia, acamparon en “Mostacilla” para continuar el día 30 a “La Empresa” y cruzar cerca de ese sitio la ruta que días antes los llevaba en dirección contraria. El 31 llegaron a Estante, al sur de Unión de Reyes, muy próximos al límite entre La Habana y Matanzas, donde hicieron campamento después de dejar los heridos graves en Manjurí.
De allí partieron los generales Serafín Sánchez y Luís de Feria a contramarcha hacia el este con algunos escuadrones y sus escoltas, con la misión de cubrir la retaguardia, eliminar posibles unidades que persiguieran a los invasores e incrementar las acciones combativas en Las Villas para fijar allí la mayor cantidad de enemigos. Los coroneles Roberto Bermúdez y Cayito Álvarez recibieron la orden de irrumpir en La Habana para explorar combativamente la futura ruta invasora por su frente y flancos como caballería independientes. Al mismo tiempo, el general de brigada Lacret Morlot operaba con éxito al norte de Matanzas obligando al enemigo a distraer fuerzas en esa dirección.
El 1 de enero de 1896, después de recorrer unos 40 km y sostener un combate en Estante contra la columna del coronel Galbis Abella, en el que la infantería cubana demostró su destreza al enfrentar sola las acciones, el ejército invasor acampó en Bagáez, al este de Nueva Paz, en territorio habanero. Sin duda alguna, el éxito de la invasión se decidió en lo fundamental en la provincia matancera por la suma de victorias que significaron Mal Tiempo, Coliseo, Calimete y la Contramarcha Estratégica, que en conjunto lograron la derrota del núcleo principal de maniobra del ejército español. Otro factor tan importante coma el anterior fue que Matanzas era el principal centro productor azucarero de la isla y con la sistemática destrucción de sus ingenios y cañaverales, el gobierno peninsular perdió uno de sus principales recursos económicos y financieros. Fue en esta provincia donde el ejercito invasor realizó mayor cantidad de acciones importantes, evadió más columnas, confrontó situaciones sumamente peligrosas y maniobró con extrema seguridad y decisión. La marcha liberadora continuó hacia occidente y la provincia de Matanzas se incorporó de lleno a la guerra.
Epílogo
El cruce de la invasión por el territorio matancero marcaba un extraordinario salto cualitativo y cuantitativo en la Guerra.
Se culminaba su paso arrollador por esta provincia y con ello no sólo cambian los augurios un tanto pesimistas que bullían en las mentes de algunos jefes mambises en los días que preceden a la marcha por el territorio matancero, sino que también de este hecho histórico se derivaron consecuencias muy importantes desde el punto de vista económico, político y militar.
Las masas populares de la provincia se incorporan patriótica y masivamente al paso de la Invasión. Y tal es así que “Todo el campesinado de la región que atraviesa la columna invasora es revolucionario. La invasión en Matanzas permitió movilizar a todo el pueblo contra la tiranía... Los que no se unen.., para pelear con un arma en la mano, cooperan ofreciendo alimento o trayendo información de los movimientos del ejército enemigo”. Otros sectores también prestan su valiosa ayuda al Ejército Invasor pues telegrafistas sabotearon las órdenes transmitidas por los españoles con tal eficacia que su cooperación fue un factor importante en el triunfo de los patriotas. Las tropas cubanas se incrementan de tal manera que desde el propio ‘ "Éstante” se devolvieron para Las Villas a los Generales Serafín Sánchez y Luis Feria con partes de sus fuerzas, ya innecesarias. Los 2 400 combatientes de caballería y los 400 de infantería que componían las fuerzas, sobre todo en una provincia tan pequeña como la habanera.
Las fuerzas mambisas que quedan en el territorio apoyan y facilitan el avance de la Columna Invasora, incrementando las acciones bélicas en todos los puntos cardinales de la provincia. Un grupo de guerreros jóvenes adquirieron la experiencia militar necesaria para operar en un territorio tan difícil como el matancero agudizado como ya planteamos con una concentración significativa de tropas españolas lo que incrementaba las dificultades para poner en práctica un extenso plan de operaciones combativas. No obstante, bajo la dirección de José Lacret Morlot primero y Pedro Betancourt posteriormente, sobresalieron los hermanos Acevedo, Regino Alfonso, José Roque, Clotilde García, Carlos Rojas, Clemente Gómez y otros que bien en las Brigadas Norte, Sur, de Cárdenas, de Colón, escribieron verdaderas páginas de heroísmo y amor a su Patria. El incremento de las fuerzas revolucionarias en la provincia fue considerable; se incorporan a la lucha miles de hombres.
Los más afamados generales españoles, los más experimentados y fogueados batallones del ejército hispano, son derrotados o burlados, los éxitos obtenidos por la Columna Invasora en su campaña en Matanzas, consolida el prestigio al Ejército Mambí, significó una variación importante y necesaria en los planes militares de los dirigentes del Ejército Invasor.
La riqueza agrícola, así como la importante industria azucarera fueron arrasadas, con lo que la Metrópoli, pierde una fuente de ingresos económicos significativos.
De los más de 400 ingenios que poseía la provincia, en 1899, y de acuerdo con el censo confeccionado sólo quedan 72 centrales o trapiches. El área cultivada de azúcar también sufre modificaciones pues de 11086,9 hectáreas puestas en producción en 1895, en el año de 1899, sólo quedaban 4902,35 hectáreas. La candela mambisa, “los destructores”, con la marcha del Ejército Invasor por el norte y centro de la provincia donde se encontraban la mayoría de los ingenios y cultivos cañeros, cumplieron con creces uno de sus objetivos. Y sobre todo que Matanzas no fue “la sepultura de las huestes rebeldes” como eran los propósitos del General Martínez Campos, sino todo lo contrario, en territorio matancero, las fuerzas revolucionarias cubanas hicieron fracasar al famoso General “Pacificador” español.
Pero hay algo más; mucho después, en la guerra librada por nuestro pueblo contra la dictadura de Batista, el propio Fidel Castro asimiló el legado de Máximo Gómez y Antonio Maceo y por eso destacó dentro de su estrategia revolucionaria la Invasión a Occidente como uno de los pilares fundamentales.
Si ayer fueron aquellos paladines, hoy fueron los inolvidables comandantes Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara, los que llevaron a cabo la riesgosa y difícil misión de intensificar la lucha en el occidente de país. 63 años más tarde, las concepciones de Gómez y Maceo tenían vigencia en la lucha de nuestro pueblo, y 90 años después, los machetes mambises aún dirigen las cargas bélicas de nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias, firmes y gloriosos guardianes de nuestra libertad y soberanía.
Fuentes
- Álvarez, O., Alfonso : La invasión mambisa en Matanzas», artículo en los Cuadernos Históricos Matanceros.
- Anónimo (1986): Mayor General Máximo Gómez Báez. Sus campañas militares, tomo II (1895-1898). La Habana: Editorial Política, 1986.