Leopoldo O'Donnell
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Leopoldo O'Donnell y Jorís. Grande de España, Duque de Tetuán, Conde de Lucena y Vizconde de Aliaga. Noble, militar, político y gobernador colonial español. Gobernador y Capitán de Cuba (1843-1848). Presidente del Consejo de Ministros de España, ocupó también los ministerios de la Guerra, de Estado, de Ultramar y de la Marina. Su mandato en Cuba se caracterizó por una brutal represión contra los esclavos, cuyo clímax fue la llamada Conspiración de la Escalera.
Sumario
Primeros años
Nació en Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias el 12 de enero de 1809. Fue el menor de los dos hijos del matrimonio de Carlos O'Donnell y Anethan y Josefa Jorris y Casaviella. Su familia, de origen irlandés, de gran tradición militar y al servicio de la monarquía desde el siglo XVIII, descendía de Calvagh O'Donnell, jefe de los clanes O'Donnell y Tyrconnell, de mediados del siglo XVI.
O'Donnell siguió la vida militar ingresando en el regimiento de infantería imperial Alejandro con el grado de subteniente. A la muerte de Fernando VII en 1833 estalló la primera guerra carlista entre los partidarios de la hija del rey, Isabel II, y los de su tío Carlos María Isidro de Borbón. O'Donnell, que ya ostentaba el grado de capitán, se alineó con el bando isabelino.
Sus distintos hechos de armas le valieron el ascenso a coronel, luego a brigadier y finalmente a mariscal de campo. En 1839 fue nombrado capitán general de Aragón, Valencia y Murcia. Al vencer al general Cabrera en Lucena, Córdoba, se le concedió el título de conde y volvió a ascender a teniente general.
Debido a sus convicciones moderadas, tuvo que emigrar a Francia tras el triunfo de la revolución progresista de 1840. En 1841 figuró en la conspiración del general Diego de León contra la regencia de Baldomero Espartero y al fracasar aquella tuvo que exiliarse otra vez en Francia.
Gobernador de Cuba
Durante el gobierno en España del general Ramón María Narváez fue designado capitán general de Cuba, cargo que asumió el 26 de octubre de 1843, recibiendo el mando de Francisco Javier de Ulloa, que lo había ocupado con carácter provisional durante un mes, al cesar en el mando de Cuba Jerónimo Valdés y Sierra.
Durante su mandato O’Donnell creó profundas relaciones con la oligarquía azucarera y comercial de Cuba, reprimiendo férreamente las dotaciones de esclavos rebeldes y enfrentándose al sector reformista opositor de la trata. Una consecuencia de esto fue la brutal represión conocida como Conspiración de La Escalera, iniciada en 1844, encaminada en realidad a neutralizar a los criollos blancos abolicionistas, liquidar la influencia económica y social que comenzaban a alcanzar negros y mestizos libres, algunos de los cuales habían alcanzado cierta solvencia económica y prestigio, y escarmentar a los esclavos, cuya rebeldía había alcanzado su clímax en1843.
En ese año se había producido una denuncia de que se fraguaba una conspiración por los esclavos, pero el entonces Capitán General Jerónimo Valdés y Sierra no le dio mucho crédito. Poco después de llegar O’Donnell al poder, los hacendados repitieron la denuncia, lo que dio motivo a la sangrienta represión conocida como Conspiración de la Escalera, que al parecer solo fue una excusa para actuar contra la naciente clase de mulatos libres instruidos y ya con algunos recursos económicos.
El saldo de la represión fue terrible: la milicia de color fue desarmada, todo hombre de color libre nacido extranjero recibió 15 días para abandonar el país; la sección de la Comisión Militar Ejecutiva y Permanente de Matanzas encausó a 3 076 personas, el 97% de las cuales eran libres o esclavos de color, pero solo el 10% de ellas pertenecían a las plantaciones. Las bestiales torturas elevaron a más de 300 la cifra de negros y mulatos muertos durante la sustentación de los procesos. Fueron ejecutados 78 reos, 400 desterrados y unos 600 condenados a largas penas de prisión, entre ellos, 20 blancos, a pesar de lo cual jamás fue encontrado un plan, una proclama, una lista de complotados, un manifiesto o una bandera que probara la existencia de la conspiración. Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) fue una de las víctimas.
La llamada Conspiración de la Escalera constituyó uno de los más siniestros procesos implementados por las autoridades coloniales españolas para purgar mediante el crimen, el destierro y el amedrentamiento no solo las ideas abolicionistas sino el más mínimo disenso contra el poder.
Las sublevaciones de esclavos continuaron. En 1845 se alzó la dotación del ingenio Triunvirato, en las cercanías de la ciudad de Matanzas, que se unió a la de otros cuatro ingenios, hasta ser aplastados con el saldo de 50 muertos y 79 prisioneros. O’Donnell estableció que se emplearan los tormentos de la época de la inquisición. El 2 de mayo de ese año la reina Isabel II decretó la ley de la “Represión de la Trata”, que incluía un inventario de esclavos para evitar nuevas introducciones clandestinas.
La introducción de esclavos procedentes de África se había reducido drásticamente producto de las presiones ejercidas por los ingleses, en especial a través de su representante en La Habana, el cónsul inglés David Turnbull, un abolicionista radical, quien no solamente se había dedicado a establecer una tenaz vigilancia sobre la entrada de esclavos, sino también a realizar numerosas acciones, exigencias y presiones e investigar los cargamentos de esclavos llegados con posterioridad a la concertación del Tratado de Inglaterra, o Tratado de Ashburton.
Éste convenio había sido establecido en 1842 entre el Reino Unido y Estados Unidos y preveía el mantenimiento de fuerzas en la costa africana para vigilar el cumplimiento de las reglamentaciones contra el comercio de esclavos. Esta vigilancia también se ejercía en el Caribe. Los hacendados y dueños de ingenios exigían que se tomaran medidas para suplir la mano de obra esclava, que cada vez se reducía más.
En vista de la falta de esclavos, O’Donnell autorizó por primera vez la entrada de indios yucatecos y de peones chinos, que venían oficialmente en condición de contratados, pero en realidad eran explotados en las mismas condiciones que los negros africanos.
La introducción de peones chinos comenzó a partir de 1847, y durante el gobierno de O’Donnell y de sus sucesores, hasta 1874, fueron embarcados hacia Cuba un total de 141 391 peones chinos. De ellos, 16 576 murieron en el viaje y 124 813 fueron adjudicados en La Habana. La resistencia de los culíes chinos al engaño por el cual se les sometió a la esclavitud no fue menos vertical que la de los africanos. Todos los años se quitaban la vida un gran número de ellos. Los chinos se suicidaban 100 veces más que los blancos y 14 más que los esclavos negros, pero también se convertían en cimarrones, apalencados y participaban en las insurrecciones.
Para la introducción de indígenas yucatecos O’Donnell se aprovechó de que en 1848, como consecuencia de la Guerra de las Castas, en la que los rebeldes yucatecos fueron prácticamente aniquilados, el gobernador de Yucatán dispuso la expulsión, por 10 años, de los escasos prisioneros indígenas que quedaron, pero después le pareció mejor idea venderlos como esclavos a los españoles, a precios que oscilaban entre 10 y 25 pesos cada uno. Este inicuo comercio prosiguió hasta que alrededor de 800 de ellos fueron vendidos en la capital cubana. También muchos de los indios yucatecos se convirtieron en cimarrones, apalencados e insurrectos.
El 15 de agosto de 1845 fue fundado el Liceo Artístico y Literario de La Habana, con el propósito de fomentar las letras, las bellas artes y la cultura en general de sus asociados. El 8 de enero se dictó una circular por las autoridades españolas ordenando que toda carreta conducida por negros debía ir acompañada de un hombre blanco en calidad de capataz. El 8 de mayo de ese año se abrió la cátedra especial de Física y Química aplicadas a la industria y agricultura en Cuba. El 11 de octubre de 1846 azotó a La Habana un gigantesco ciclón con radio de influencia de unos 500 km y de presión central muy baja, unos 916 hPa. El 15 de enero de 1848 abrió sus puertas el colegio "Salvador", de José de la Luz y Caballero, donde implantó modernos métodos de enseñanza.
Leopoldo O’Donnell y Joris cesó como Gobernador y Capitán General de Cuba el 20 de marzo de 1848, al asumir el mando Federico Roncali.
Regreso a España
De regreso en España se le nombró senador vitalicio y director de la Academia Militar de Toledo. A partir de 1853 empezó a interesarse en la política y en junio del año siguiente se unió al frente de su batallón de infantería al general Domingo Dulce. Participó en la llamada Revolución de 1854, también conocida con el nombre de Vicalvarada -por haberse iniciado con el enfrentamiento entre las tropas sublevadas al mando del general Leopoldo O'Donnell y las tropas gubernamentales en las cercanías del pueblo madrileño de Vicálvaro- y que fue un pronunciamiento militar seguido de una insurrección popular, que puso fin así a la década moderada (1844-1854) y se dio paso al bienio progresista (1854-1856). Con el triunfo revolucionario, Baldomero Espartero ocupó la presidencia del Consejo de Ministros de España y O'Donnell la cartera de Guerra.
O'Donnell fundó entonces el partido Unión Liberal y en julio de 1856 sucedió a Espartero. Su Gobierno duró hasta 1857, cuando fue sustituido por Narváez. En julio de 1858 volvió al poder, declaró la guerra a Marruecos y al mando de sus tropas se apoderó de Tetuán. El tratado de Wad-Ras, que puso fin a la guerra, reconoció las posiciones españolas en el norte de África y amplió el territorio de Ceuta. Su victoria le valió el título de duque de Tetuán y el apelativo de Grande de España.
Es de destacar la actuación de O'Donnell en la anexión de la República Dominicana a España. Siendo O’Donnell gobernador de Cuba, el dominicano Andrés López de Villanueva se entrevistó con él en La Habana para solicitarle el protectorado de España. Mediante un despacho del 14 de junio de 1844 al ministro de Estado Manuel de la Pezuela, el capitán general le manifestó su opinión respecto a esa petición, así como sus dudas sobre la conveniencia de intervenir en los asuntos dominicanos.
Más tarde, en 1860, cuando el general Felipe Alfau fue nombrado por el presidente dominicano Pedro Santana enviado como extraordinario y ministro plenipotenciario en la capital española con la misión de exponer el deseo de anexar la República a su antigua metrópoli, el entonces presidente del Consejo, O'Donnell, le escribió diciéndole que la incorporación inmediata no era en ese momento ni prudente ni necesaria pues podía suscitar dificultades internas que colocasen a España en una situación sumamente embarazosa.
El 18 de marzo de 1861 Santana proclamó la anexión de su país a España y de inmediato informó al Gobierno peninsular el hecho consumado. Francisco Serrano, el gobernador de Cuba en esos momentos, se apresuró a enviar varios buques para ocupar la bahía de Samaná. O'Donnell ratificó esa medida y el gabinete unionista envió a Santo Domingo 3 000 soldados, que fueron incapaces de aplastar la rebelión de la mayoría de los dominicanos contra la anexión. En 1865 Isabel II decretó el abandono de la República Dominicana, que recuperó su independencia y soberanía
En 1862 O’Donnell envió a Sudamérica una expedición científica escoltada por cuatro buques de guerra. El propósito que indujo a las autoridades a incluir esos navíos fue el de exhibir la patente de potencia, costumbre muy extendida entre las naciones europeas, pero sobre todo para que sirvieran de apoyo a una serie de reclamaciones exigidas por ciudadanos españoles residentes en aquella zona. O'Donnell gobernó por segunda vez hasta febrero de 1863, cuando presionado por el partido moderado presentó su dimisión.
Fin de su gobierno y muerte
En 1865, las protestas estudiantiles originadas por haber sido expulsado el diputado e intelectual Emilio Castelar de su cátedra en la Universidad Central de Madrid llevaron de nuevo a O’Donnell la Presidencia de España. Tras la sublevación de los sargentos de San Gil el 22 de junio de 1866 y enfrentado a Isabel II, abandonó su cargo y se trasladó a Biarritz, Francia, donde falleció el 5 de noviembre de 1867.
En resumen, sus cargos en el gobierno español fueron: Presidente del Consejo de Ministros (1856, 1858-1863, y 1865-1866); Ministro de la Guerra (1854, 1858-1863, y 1865-1866); Ministro de Ultramar (1863); Ministro de Marina (1858).
Fuentes
- Arcadio Ríos. Hechos y personajes de la Historia de Cuba. Recopilación Bibliográfica. La Habana, 2015. 320 p.
- Arcadio Ríos. La Agricultura en Cuba. Editorial Infoiima. La Habana. 2016. 374 p. Págs. 68-70.
- Historia de Cuba. Dirección Política de las FAR. LA Habana. Págs. 123-128.
- María Teresa Costa. La financiación exterior del capitalismo español en el siglo XIX. Editions de la Universitat de Barcelona, 1982, ISBN 84-7528-051-X. Pág. 43