Plan de La Fernandina
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Plan de la Fernandina. Constaba de tres expediciones, con las cuales se daría comienzo a la Guerra de Independencia. Aunque fue abortado antes de zarpar y se frustró el trabajo organizativo de mucho tiempo, realizado en absoluto secreto por los revolucionarios cubanos, el conocimiento de su magnitud levantó los ánimos dentro y fuera de Cuba.
La información relacionada con las actividades que provocaron la frustración de este plan es en extremo confusa, en particular en cuanto a las fechas. El plan completo fue dirigido y organizado, personalmente y de forma totalmente compartimentada, por el delegado del Partido Revolucionario Cubano, en Nueva York, José Martí, y financiado, principalmente, por los emigrados cubanos en los Estados Unidos, a través del Partido Revolucionario Cubano.
Sumario
Antecedentes
A fines de 1894, José Martí había organizado ya un cuidadoso plan para iniciar la insurección independentista, al cual se ha denominado históricamente el plan de la Fernandina.
Vapor Lagonda
Una de las expediciones vendría bajo el mando de los generales Antonio Maceo y Flor Crombet con unos 200 hombres en el vapor Lagonda —yate, propiedad del reverendo William L. Moore, de Nueva York, con aparejo de goleta, casco de madera, 139 pies de eslora, 19,6 de manga y 10 de calado, 120 toneladas de desplazamiento, que desarrollaba 12,5 nudos de velocidad y era mandado por el capitán Griffing—, (inicialmente y hasta el 25 de diciembre de 1894, estuvo previsto el Amadís). El barco los recogería en Costa Rica y los desembarcaría en la provincia de Oriente.
Vapor Amadís
Otra vendría bajo el mando de los mayores generales Carlos Roloff y Serafín Sánchez con unos 200 hombres en el vapor Amadís —yate, propiedad de George H. Kimball, de Cleveland, Ohio, construido en 1893, 100 pies de eslora 17,6 de manga y 9 de calado, 85 toneladas de desplazamiento, 11 nudos de velocidad, y que estaba bajo el mando del capitán David Weed— (al inicio, y hasta el 25 de diciembre de 1894, estuvo previsto el Lagonda). El yate los recogería en Cayo Hueso y los desembarcaría en Las Villas.
Vapor Baracoa
La tercera expedición vendría bajo el mando de Martí y el mayor general Máximo Gómez, con el coronel José Mayía Rodríguez, el comandante Enrique Collazo y unos 300 hombres en el vapor Baracoa —de carga, propiedad de Harloff y Boe, de Bergen, con casco de hierro, 380 toneladas de desplazamiento y bandera noruega, que se dedicaba al transporte de frutas y estaba al mando del capitán Salmón Clauser—, que zarparía con Martí, Mayía y Collazo, recogería a Gómez y a los hombres en República Dominicana (o Santo Domingo, como dicen todas las cartas), y luego los desembarcaría en Camagüey, en los alrededores de Santa Cruz del Sur.
Estrategia del viaje
Antonio Maceo había designado al coronel Patricio Corona, que junto con Manuel Mantilla llevaría su buque (primero, el Amadís y, al final, el Lagonda) hasta Costa Rica. Carlos Roloff y Serafín Sánchez encomendaron al coronel Fernando López de Queralta la tarea de conducir su buque (inicialmente el Lagonda) a Cayo Hueso, pero para la fecha del desastre, ya Martí había cambiado el buque por el Amadís y había sustituido a Queralta, aunque no está claro quién lo conduciría.
Martí, Mayía y Collazo llevarían el Baracoa hasta Santo Domingo. Cada jefe de expedición contaría con $2 000 para cuando en la travesía tuviesen que hacer rumbo a Cuba, ofrecérselos a los capitanes de los buques como gratificación (en el momento previsto para la salida, inicialmente el 25 de diciembre de 1894, solo llevaban $500 en oro), y en caso de negativa, hacerlo por la fuerza, para lo cual también tendrían armas cortas.
El cargamento
Todas las expediciones, además del armamento que los propios expedicionarios llevaran, conducirían un cargamento de armas, municiones y otros pertrechos —según Martí, en total, armas para 400 hombres y abundantes pertrechos; y según un autor, entre lo ocupado en los almacenes (que era la cuantía mayor) había 300 rifles Winchester, 300 de repetición Remington, cien revólveres Colt, municiones, varios cientos de machetes Collin, cantinas, cinturones, mochilas, hules, frazadas y gorras—, así como los prácticos necesarios para el desembarco.
Contratación de los barcos
El fletador de los barcos, y a la vez el embarcador, era Mr. Nathaniel B. Borden, vicecónsul español y comerciante, radicado en Fernandina, con muelles y almacenes propios, en los cuales estaba depositado todo el cargamento para las tres expediciones. Las armas estaban envasadas como utensilios agrícolas y herramientas de minería y el parque como clavos. Los vapores habían sido contratados para trasladar instrumentos de agricultura, herramientas para trabajar en minas, fosfatos, frutas y trabajadores —que recogerían en otros lugares— hacia grandes fincas que se iban a fomentar y hacia yacimientos de manganeso.
Los tres barcos fueron contratados por Borden, —según un autor, los dos yates, a mediados de diciembre; y el Amadis lo fue el 14), y el de carga, a finales de diciembre. Los dos yates, de forma independiente, se contrataron a nombre de Mr. D. E. Mantell por un mes, mediante pago adelantado y con derecho a prórroga: el Lagonda, en $2 400, y el Amadís, en $1 400 (este, además, $1 200 adelantado por cada mes adicional o $50 por cada día adicional). El fletamento del de carga, el Baracoa, fue contratado a nombre de Abe Moreas en $2 750.
Según Martí, “a principios de diciembre” o “ya en los mismos días de salir”, al plantearle a López de Queralta —“en instantes en que rebosaba ira por no haber podido lograr para sí la comisión de la última compra de armas”—, como conductor o guía del buque de Roloff-Sánchez, la medida prevista de la gratificación o la fuerza para hacer rumbo a Cuba, este no estuvo de acuerdo en el uso de la fuerza, pues ello le obligaría a quedarse en Cuba o, cuando menos, a no poder regresar a los Estados Unidos.
Queralta le afirmó a Martí que podría conseguir un buque, cuyo capitán, conociendo el objeto de la expedición, lo llevaría a Cuba. Al siguiente día, a pesar de saber que no iba a conseguir el vapor, hizo ir a Martí a una oficina de corredores, -donde Borden había contratado un yate, y Queralta lo sabía—, a los cuales ya había revelado el objeto del viaje y usado el nombre supuesto de la contrata anterior, nombre que no estaba autorizado a usar, todo lo cual solo dijo a Martí al final de la conversación. Desde ese instante corrió el aviso a los dueños.
Expediciones
Por la labor de Borden disipando dudas, se logró ir rebasando dicha situación, pero López de Queralta, que era depositario de una parte de las armas desde hacía más de un año, al enviarlas al ferrocarril —donde ya Martí tenía contratado vagón propio e iría en viaje de tres días hasta el almacén y muelle de Borden en Fernandina—, lo hizo rotulándolas como “artículos militares” y con cajas de cápsulas mal cerradas (por lo cual una o varias se abrieron), a pesar de las instrucciones expresas de Martí, por lo cual hubo que recoger el cargamento a toda prisa y enviarlo entonces, con once días de pérdida y el riesgo de la publicidad, por una línea de vapores, hasta un muelle ajeno, en Fernandina aproximadamente a una milla del almacén de Borden, último lugar este al cual llegó, según un autor, el 24 de diciembre de 1894, precisamente cuando el Lagonda estaba en Fernandina. A partir del 25 de diciembre de 1894, Martí le quitó a Queralta la tarea de conducir el buque de Roloff-Sánchez y trató de resolver en parte lo de los buques, intercambiando entre sí las misiones del Lagonda y del Amadís.
Este salió último de Rockland, Maine, alrededor del 25 de diciembre de 1894, tal y como lo plantea Martí en sus cartas; el día 29 entró a Boston a realizar reparaciones menores y luego siguió a Nueva York, de donde zarpó el día 4 de enero de 1895, con rumbo sur.
El Lagonda también zarpó de Nueva York ese día, pero a la altura de Long Branch chocó con los restos de un naufragio, por lo que regresó; fue reparado en 24 horas, zarpó de nuevo y llegó a Fernandina el día 7.
Fracaso
Cuando aún los dos yates estaban en Nueva York (primeros días de enero), corría el rumor de que había un buque destinado a América del Sur con armas por $30 000. Cuando en los círculos navieros se supo que Borden había contratado dos yates para un desconocido, con destino a las Antillas, comenzaron las especulaciones.
Estas y la cantidad excesiva de tripulantes que llevaba el Amadís, dieron lugar a que la compañía de seguros notificara, el día 10 de enero de 1895, a los propietarios de los dos yates la cancelación de las pólizas de los mismos. Y en el Departamento de Hacienda en Washington, ese mismo día, se recibió desde Nueva York, una carta denunciando las expediciones del Lagonda y del Amadís, por lo que dicho Departamento cursó órdenes a los puertos del sur para que los buscaran e informaran.
El 9 de enero de 1895, el Lagonda estaba en el muelle de Borden, en Fernandina, ya cargado, esperando la orden de partir; el Amadís estaba cerca de Norfolk, Virginia, adonde el día 10 entró a coger agua y carbón y el Baracoa, que había salido de Boston el día 7, estaba en camino a Fernandina, adonde llegó el día 13.
Al mediodía del 11, funcionarios de la Aduana registraron el Lagonda, pero no se les permitió examinar el contenido de la carga ni se les reveló el mismo. El día 12 por la tarde, fueron encontrados flotando cerca de dicho buque dos cajones de gran tamaño que contenían equipos de caballería, machetes, mochilas y otros pertrechos y se supo que eran del Lagonda, por lo que a las 17:00 horas, próximo a zarpar, fue registrado con mayor minuciosidad, detenido como sospechoso, y arrestados el capitán del mismo. El día 13 llegó a Fernandina el Baracoa, fue registrado y quedó en libertad. Su capitán, al no recibir respuesta a su solicitud de instrucciones a Abe Moreas, su contratante en Tampa, canceló el contrato y regresó a Nueva York. El día 14 fue embargado el resto del cargamento que quedaba en el almacén de Borden.
El Amadís, que luego de salir de Norfolk, Virginia, el mismo día 10 en que entró, se había tenido que refugiar en Morehead City, Carolina del Norte, y en Charleston, Carolina del Sur, por los fuertes vientos, llegó a Tybee, en Savannah, Georgia, el día 15, donde fue detenido, pero no se le encontró nada y el día 16 lo liberaron. Su capitán consideró que no había razón para seguir hacia Fernandina, permaneció varios días más en puerto y posteriormente regresó a Nueva York. El Lagonda, luego de que las cajas encontradas a bordo fueran trasladadas al almacén de Borden, fue liberado el día 18, y zarpó para Nueva York.
Consecuencias
La traición de Queralta permitió que las autoridades norteamericanas pudieran decomisar los buques. Todo el cargamento, que ya se encontraba en el almacén de Borden, fue devuelto el día 25 de enero de 1895. La mayor parte de estas armas y pertrechos, si no toda, fue traída a Cuba en las expediciones que posteriormente se organizaron.
Esta situación, que echaba por tierra todo el plan tan minuciosamente organizado y coordinado dentro y fuera de Cuba, a la vez que alertó tanto a las autoridades españolas como a las norteamericanas, sirvió de acicate a los revolucionarios cubanos al conocer su magnitud, y levantó los ánimos, dando lugar a una mayor disposición de la emigración en el apoyo económico y en el deseo de venir en una expedición.
Este duro golpe no pudo evitar el estallido revolucionario del 24 de febrero, poco más de un mes después, con levantamientos simultáneos en más de 35 localidades de Cuba.
Fuente
- Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba. Primera parte (1510 - 1898). Tomo III. Expediciones Navales. Acontecimientos políticos-militares. Ediciones Verde Olivo, Ciudad de La Habana, 2014. Página 45. Colectivo de autores del Centro de Estudios Militares de las FAR (CEMI).