Diferencia entre revisiones de «Medicina en Santa Clara»

 
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}} '''Medicina en Santa Clara'''.&nbsp;[[Santa Clara]] ha sobrevivido a su condición provinciana. Esta ciudad estuvo expuesta a males, epidemias y enfermedades debido al desamparo de los servicios sanitarios.<br>  
  
Historia de la medicina en [[Villa Clara]]. [[Image:Centro.gif|right|344x197px|Centro.gif]]
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== Algo de historia  ==
  
[[Santa Clara]] ha sobrevivido a su condición provinciana. Salvada de algún modo en su aburrimiento sin mar, acusada de ser geográfico ombligo, ya acumula años suficientes, máscaras excesivas, que impiden imaginarla cuando crecía entre los vaivenes de una isla en estado fundacional. Había solo monte, uno que otro pantano, revolcadero de cochinos, y algunos ranchos y corrales para el encierro de ganado, donde se avecindó aquella gente tozuda. No sabemos, ni aun nosotros, los Cronistas, como Aquello se convirtió en Esto; si hablaré ahora de plagas y miserias, médicos falsos, espiritados enfermos, es porque se entienda nuestro asombro. Cómo a todo ello sobrevivió la gente y el pueblo para, sanos de aburrimiento, seguir muriendo en el centro de la ínsula.<br>
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Los humildes principios de la villa no nos han permitido conocer los médicos de esos años. Es posible que no se hubiesen decidido los galenos a la temprana mudanza. Aun el pan y la carne eran traídos de&nbsp;[[Remedios]] y a veces se encontraba Santa Clara completamente despoblada: los abastecimientos insuficientes para la vida comunitaria obligaban a los pobladores a residir en las fincas donde obtenían el sustento. Ya en&nbsp;[[1692]] se menciona en el Acta Capitular un enfermo con enfermedad larga y en otro cabildo veintisiete días más tarde ya estaba bueno y con salud de los achaques que padecía. Y es posible que Andrés, un negro esclavo del Padre González de la Cruz, padeciera epilepsia. El padre hizo donación de cien pesos por valor de su siervo a San José el&nbsp;[[6 de agosto]] de ese año, creyendo que Dios por medio de sus santos podría sanarle y darle entera salud, librándolo de ser diariamente espiritado.  
  
<br>Los humildes principios de la Villa no nos han permitido conocer los médicos de esos años. Es posible que no se hubiesen decidido los galenos a la temprana mudanza. Aun el pan y la carne eran traídos de Remedios y a veces se encontraba Santa Clara completamente despoblada: los abastecimientos insuficientes para la vida comunitaria obligaban a los pobladores a residir en las fincas donde obtenían el sustento. Ya en 1692 se menciona en el Acta Capitular un enfermo con enfermedad larga y en otro cabildo veintisiete días más tarde ya estaba bueno y con salud de los achaques que padecía. Y es posible que Andrés, un negro esclavo del Padre González de la Cruz, padeciera epilepsia. El padre hizo donación de cien pesos por valor de su siervo a San José el 6 de agosto de ese año, creyendo que Dios por medio de sus santos podría sanarle y darle entera salud, librándolo de ser diariamente espiritado. <br>El primer médico, según Manuel Dionisio González, el llamado cirujano Cayetano Adversa, se “avecindó” en 1699. A este siguieron otros, a saber: Juan Bautista Momaré y Felipe Jácome, más parece que la estancia sería transitoria pues en 1703 se hubo de recurrir a la Villa del Santo Espíritu por el doctor Pedro de Belhais para asistir al alférez Mayor Gaspar Rodríguez de Arciniega. Un tiempo más tarde se instaló en el Pueblo Nuevo de Santa Clara el Capitán Bartolomé Jacinto Dubois de la Rosa, que además de ejercer la medicina, fue el primero que estableció una botica de ungüentos. Usaba un pantalón de tafetán color grana y dos ropones que colocaba sobre los demás vestidos, a imaginarlos negros, según era la usanza de los médicos de las cortes españolas. Existía la costumbre de adornar los arreos de las cabalgaduras con cascabeles, pero Dubois de la Rosa se excedía en el número de estos, usando ocho docenas en la suya, que inferimos debía ser un mulo, animal consagrado al transporte exclusivo de los doctores de la época. Además, debió ser el hombre más filarmónico de su tiempo pues poseía dos vihuelas, una lira y una bandola, lo que lo hacía alguien muy solicitado y distinguido en las reuniones y festividades de la Villa.<br>  
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El primer médico, según [[Manuel Dionisio González]], el llamado cirujano [[Cayetano Adversa]], se “avecindó” en [[1699]]. A este siguieron otros:&nbsp;[[Juan Bautista Momaré]] y [[Felipe Jácome]], pero la estancia sería transitoria pues en&nbsp;[[1703]] se hubo de recurrir a la Villa del Santo Espíritu por el doctor Pedro de Belhais para asistir al alférez Mayor Gaspar Rodríguez de Arciniega. Un tiempo más tarde se instaló en el Pueblo Nuevo de Santa Clara el Capitán [[Bartolomé Jacinto Dubois de la Rosa]], que además de ejercer la medicina, fue el primero que estableció una botica de ungüentos. <br>  
  
<br>¿Pero de que servían todas estas galas si “los más pobres de esta República se quedan sin sustento los miércoles -recordemos que los productos eran repartidos- (...) habiendo enfermos y niños (...) y asimismo se atienda a las carnicerías con más cuidado a los enfermos sean despachados principalmente, con los pobres y sacerdotes”, como denunciara en 1706 Miguel Hurtado de Mendoza, Procurador General de la Villa? No solo el Hambre, por cuya causa llegaron a morir más de 70 personas en estos principios del XVIII, cabalgaba contra los pueblerinos osados. Ya el patrimonio ambiental de la futura ciudad corría peligros pues “algunas personas echan maguey en los ríos sin reparar el grave daño que hacen, pues se infectan las aguas y se corrompen y puede originarse una epidemia en los que las bebieren”. Pero la Peste verdaderamente temida en estos inicios fue la Rabia. A pesar de ser los perros animales de obligatoria tenencia en las casas de campo, por disposiciones actuantes desde 1574, en más de una ocasión se decretó en los cabildos que fuesen sacados de la Villa “en el lapso de 8 días, y pasado ese tiempo se daba la facultad a todos para matarlos dondequiera que los viesen” . La furia no estaba injustificada, pues consta que en la cercana Remedios en 1719 se desató una terrible epidemia de rabia, motivo por el cual el 20 de diciembre de aquel año celebróse una procesión de todos los vecinos en la cual desfiló la patrona de la ciudad, con acompañamiento del Cabildo, hombres armados e iluminarias. Y también, para que se vea cuan poco han cambiado algunas cosas en 300 años, estaba en estilo la adulteración de las “bebidas vinosas”, y debían estar “celando siempre los magistrados que en su composición no se mezclen cosas dañosas a la salud pública, infamia sugerida por la codicia”, por ellos se ordena en cierta reunión capitular “se saquen las aguardientes de contrabando que se reconozcan ser de Curazao por tener reconocido que se hacen con algunos mixtos de cal y de otros dañosos”.<br>
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== Primeras instalaciones<br> ==
  
<br>El aumento de los males propició el crecimiento del negocio médico. En 1713 se abrió en la población la primera barbería, que pertenecía a Lorenzo de Rivera, primer Maestro Barbero de Santa Clara. En el peldaño más bajo de la Medicina, entre sus funciones estaba la colocación de ventosas, sanguijuelas, realización de sangrías, y además, al no contarse con otra persona capacitada, parece que fungió como representante del Real Tribunal del Protomedicato en esta jurisdicción. El primer hospital debe haberse establecido allá por 1725. Las fuentes testimonian que el presbítero Conyedo, al concluirse la construcción de la Ermita La Candelaria (aproximadamente en las áreas ocupadas actualmente por el teatro), estableció en su interior un hospital de caridad con el nombre de Nuestra Señora de las Angustias. Cuando en 1730 unos monjes franciscanos ocuparon la ermita a título de hospicio, para que no quedase la Villa sin hospital, el Padre Conyedo fabricó con dinero propio una casa de mampostería y tejas a un costado de la Iglesia Parroquial Mayor, a la cual trasladó los enfermos, y mudó sus propias habitaciones. El nombre de Nuestra Señora de las Angustias duró hasta 1762; a partir de entonces fue conocido como hospital de San Juan de Dios, aunque en las Actas Capitulares de los Cabildos efectuados en el año 1746 se refieren al hospital nominándolo simplemente como Hospital Real. Con recursos del cura, limosnas y rentas por imposiciones, se sustentaba la institución. Conyedo se ocupó personalmente de ella hasta 1733. A partir de entonces varios fueron los encargados del nosocomio, entre ellos, José Surí. <br>  
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El primer hospital debe haberse establecido allá por [[1725]]. Las fuentes testimonian que el presbítero Conyedo, al concluirse la construcción de la Ermita, La&nbsp;[[Candelaria]] (aproximadamente en las áreas ocupadas actualmente por el teatro), estableció en su interior un hospital de caridad con el nombre de Nuestra Señora de las Angustias. Cuando en&nbsp;[[1730]] unos monjes franciscanos ocuparon la ermita a título de hospicio, para que no quedase la villa sin hospital, el padre Conyedo fabricó con dinero propio una casa de mampostería y tejas a un costado de la Iglesia Parroquial Mayor, a la cual trasladó los enfermos, y mudó sus propias habitaciones. El nombre de Nuestra Señora de las Angustias duró hasta [[1762]]; a partir de entonces fue conocido como hospital de San Juan de Dios, aunque en las Actas Capitulares de los Cabildos efectuados en el año&nbsp;[[1746]] se refieren al hospital nominándolo simplemente como Hospital Real. Con recursos del cura, limosnas y rentas por imposiciones, se sustentó la institución. Conyedo se ocupó personalmente de ella hasta [[1733]]. A partir de entonces varios fueron los encargados del nosocomio, entre ellos, [[José Surí]]. <br>  
  
<br>Como dice el sabio cubano Don Fernando Ortiz “que todo pueblo sin médicos suficientes, capaces y bien equipados a su alcance inmediato tendrá los curanderos y brujos necesario para el remedio efectivo e ilusorio de sus males”, no estuvo Santa Clara exenta de estos. En algunos Cabildos se llamó la atención sobre “que en esta república está en estilo ocurrir forasteros que con el nombre de médicos o cirujanos sin estar examinados sin presentarse como deben en este Cabildo se introducen a curar y llevan crecidos derechos y pido se mande que ninguno que no se presentare en este cabildo con los instrumentos de examen y aptitud de curar no cure so cargo de penas graves”. Al parecer, víctima de este celo, José Surí inaugura las páginas de su leyenda. Cuenta Manuel Dionisio que este hijo ilustre de la Villa llegó a Santa Clara en 1730, procedente de Remedios. Al llegar encontró ausencia total de galenos, y entonces, impulsado por sus conocimientos de lengua latina, historia sagrada, y Medicina, materias que estudió por sí solo mediante unos libros que se agenciara, se dedicó a ejercer la profesión con muy buenos resultados, a pesar de no tener títulos. Los pobladores de Santa Clara prefirieron a Surí sobre un doctor que se instalara años más tarde en la Villa. Esta fue la causa de los celos y la denunciante el Real Tribunal del Protomedicato como hombre intruso a la Ciencia. Fue llamado a la Habana por orden del Capitán General en 1743. Surí se presentó ante el tribunal, donde se le hicieron graves cargos, pero logró aplazar la contestación de estos para algunos días después, aludiendo fatiga y cansancio del viaje. Este tiempo lo aprovechó para escribir un tratado en verso relativo a la Medicina. Posteriormente, en la vista de la causa, recitó su obra con gran éxito ante los miembros del Real Tribunal, los cuales, además de elogiarlo, le otorgaron en prueba de su capacidad, el título de médico y farmacéutico con privilegio de tener en su misma casa botica pública; y además, se le confirieron las atribuciones de velar para que no hubiesen intrusos a la profesión médica en la jurisdicción santaclareña.<br>  
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== José Surí<br> ==
  
<br>Una verdad confirmada de la vida de José Surí, es que tuvo gran afición por la poesía. Algunas composiciones suyas, la mayor parte de tema religioso, y dos de tema amoroso, lo ameritan como el primer poeta cubano, el primero nacido en Cuba cuya obra poética, o parte de esta, ha perdurado en el tiempo. Basta citar la opinión de Lezama Lima, en su ensayo “La pintura y la poesía en Cuba (en los siglos XVIII y XIX)”. Primero, cuando lamenta grandezas artísticas perdidas de nuestro patrimonio, dice: “las recetas médicas de José Surí puestas en versos”; y luego vuelve a decir: “José Surí, en su cazuela de sanguijuelista, que desprecia al Protomedicato y prefiere sus oraciones para sacarle los demonios a los cuerpos...En sus ingenuos romances hay algo de provinciano aprendiz de brujo”. <br>  
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Cuenta Manuel Dionisio que este hijo ilustre de la villa llegó a Santa Clara en [[1730]], procedente de Remedios. Impulsado por sus conocimientos de lengua latina, historia sagrada, y medicina, materias que estudió por sí solo, se dedicó a ejercer la profesión con muy buenos resultados, a pesar de no tener títulos. Los pobladores de Santa Clara prefirieron a Surí sobre un doctor que se instalara años más tarde en la Villa. Esta fue la causa de los celos y la denunciante el Real Tribunal del Protomedicato como hombre intruso a la Ciencia. Fue llamado a la Habana por orden del Capitán General en [[1743]]. Surí se presentó ante el tribunal, donde se le hicieron graves cargos, pero logró aplazar la contestación de estos para algunos días después, aludiendo fatiga y cansancio del viaje. <br>  
  
<br>Surí no solo quedó en aprendiz de brujo, al decir poético de Lezama. Fue un activo participante en la vida cultural, religiosa y política del pueblo. En las reuniones del cabildo aparece en múltiples ocasiones para representar el interés público cuando funge como Procurador General de la Villa en 1754. Sus interesen iban desde el cumplimiento de las medidas higiénicas en la carnicería, donde la sangre y restos de los animales muertos impurificaban el aire, a la apertura de nuevas calles, de una segunda escribanía, y el ensanchamiento de los ejidos. Como Protomédico, solicita “que todos los que ejercen el oficio de médicos y cirujanos arreglen las medicinas que ministran a los enfermos al precio de la Real Tarifa como está acordado en el Real Tribunal del Protomedicato de esta Isla”. En la Villa se le conocía como el hermano Surí por pertenecer a la Hermandad de la Tercera Orden de San Francisco. Según Manuel Dionisio, asistía a las festividades religiosas y ante la imagen del santo patrón de la festividad entonaba los cánticos laudatorios que él mismo componía. Han sobrevivido algunos romances de temas religiosos, tal vez compuestas para tales ocasiones, como son “A la Virgen del Carmen” y “A San José”. Es a él a quien el Capitán General de la Isla concede licencia para que hiciese una ermita a “Nuestra Señora del Carmen, San Antonio Abad y San Francisco Javier en la parte Norte de esta Villa”, obra que fue ejecutada y es la iglesia que hoy todo santaclareño conoce como la Iglesia del Carmen.<br>Se dice además que era aficionado al violín y con sus facultades de músico y poeta era personaje activo en las festividades del pueblo, y no solo en Santa Clara, sino que como médico y poeta también era considerado en Sancti Spiritus y en la Habana. En marzo de 1760 con motivo de unas celebraciones efectuadas por la coronación del Rey Carlos III se construyó en la plaza un teatro, bajo enramados de palma, donde se presentaron dos comedias. José Surí escribió un entremés que puso en escena y compuso loas a las festividades.<br>  
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Surí fue un activo participante en la vida cultural, religiosa y política del pueblo. En las reuniones del cabildo aparece en múltiples ocasiones para representar el interés público cuando funge como Procurador General de la Villa en [[1754]]. Sus interesen iban desde el cumplimiento de las medidas higiénicas en la carnicería, donde la sangre y restos de los animales muertos impurificaban el aire, a la apertura de nuevas calles, de una segunda escribanía, y el ensanchamiento de los tejidos. Como Protomédico, solicitó que todos los que ejercía el oficio de médicos y cirujanos arreglaran las medicinas que suministraban a los enfermos al precio de la Real Tarifa, como estaba acordado en el Real Tribunal del Protomedicato de esta Isla.&nbsp; Se dice además que era aficionado al violín y con sus facultades de músico y poeta era personaje activo en las festividades del pueblo, y no solo en Santa Clara, sino que como médico y poeta también era considerado en&nbsp;[[Sancti Spiritus|Sancti Spíritus]] y en la [[Habana]]. <br>  
  
<br>Sin dudas, Santa Clara y sus hombres habían crecido. Desde 1756 pasaba el correo una vez al mes. De los pobladores de los tiempos originales, cuyo número era de 271, se sobrepasaban los 4500 (en 1479). Había aumentado el pueblo en calles, barrios e Iglesias. Pero otra vez la Guerra y la Peste se levantarían contra los villareños en esta segunda mitad dieciochesca. El año 1762 se presento terrible: a principios de año fue invadida por una epidemia de viruelas, que era hasta el momento la que más terror causaba en los habitantes de la isla. La viruela había hecho su entrada en la Isla en 1520, y atacaba con más saña las poblaciones esclavas. En aquellos tiempos era tal el terror a la enfermedad que apenas se comunicaba el brote, los vecinos se apresuraban a dejar la población, buscando en el campo asilo que los protegiese del contagio. La epidemia vino a ceder en el mes de abril, pero en junio del mismo año, cuando los ingleses atacan la Habana, vuelven a comenzar las penurias. Las noticias del ataque llegaron a la ciudad el día 18. Se llamó a las armas a todos los hombres mayores de doce años para la defensa de la Plaza santaclareña, mientras que las milicias de oficio partieron hacia la capital. Cuando se rinde la Habana comienzan a trasladarse a las poblaciones interiores del país un sinnúmero de refugiados civiles y tropas. En los inicios de septiembre había en Santa Clara multitud de soldados, familias, y esclavos, agotados en su retirada por malos caminos que vieron morir a muchos. Los que arribaron a la ciudad lo hicieron en estado deplorable. Con este hacinamiento, en que el número de hombres sobre las armas en el pueblo excedía los mil, más los forasteros civiles, y bajo efectos del verano, brotaron unas fiebres cíclicas que repetían cada tercer día. Sin duda, la malaria atacó la población. Se dice que continuamente hubo alrededor de doscientos hombres enfermos.<br>  
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=== Posterior a su muerte<br> ===
  
<br>Del año 1763 recogemos que no había en la Villa ni médico, botica, o boticario. Al parecer, la muerte de Surí el 30 de octubre de 1762 sumió a Santa Clara en una momentánea orfandad sanitaria. En 1766 se acometió la construcción de otro asilo de caridad a instancias de Francisco Antonio Hurtado de Mendoza. La obra, de mampostería, se levantó en las afueras de la Villa, hacia el poniente. Sirvió a los enfermos durante muchos años, allí el presbítero Hurtado de Mendoza se ocupaba de todo. El asilo duró hasta finales del siglo, cuando comenzó a utilizarse el local como almacén de pólvora.<br>La viruela azota nuevamente la población en 1778. La mortalidad superó la de la epidemia de 1762, cebándose el flagelo esta vez en mujeres y niños. Para dicha situación dictó el gobierno superior de la Isla la orden de construir lazaretos en las afueras de las poblaciones, donde serían recluidos los enfermos para evitar el contagio. En nuestra ciudad consta que el Cabildo dispuso la construcción de uno, a una legua del pueblo en un lugar denominado Cayo Grande, pero no aparece si se llevó a cabo. En ese año el número de habitantes ascendía a 5303, mientras que en 1780, dos años después de pasada la epidemia el censo arroja 5266 pobladores.<br>  
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La muerte de Surí el&nbsp;[[30 de octubre]] de&nbsp;[[1762]] sumió a Santa Clara en una momentánea orfandad sanitaria. Este año se presentó terrible, a principios de año fue invadida por una epidemia de viruelas, que era hasta el momento la que más terror causaba en los habitantes de la isla. La epidemia vino a ceder en el mes de [[Abril]], pero en&nbsp;[[Junio]] del mismo año, cuando los ingleses atacan la Habana, vuelven a comenzar las penurias.<br>  
  
<br>Y ya en las postrimerías del siglo, entre agosto y septiembre de 1794, se presenta por primera vez en Santa Clara la epidemia de la fiebre amarilla, para convertirse en el mejor aliado de la muerte durante el XIX cubano. Se contaron en la ciudad de 600 a 700 muertos ese año. La enfermedad se difundió entre el grupo de casas ubicadas desde la calle del Carmen (actual Máximo Gómez) hacia el oeste. Al parecer era un barrio habitado por los pobres, abrazado por el río, con sus márgenes inundadas de mosquitos. Perdura la visión de un cura, el padre Raya, recorriendo día y noche el barrio para tomar las últimas confesiones de los moribundos. El tratamiento que se daba en las casas a los enfermos era principalmente de aislamiento. Era la creencia que el contagio ocurría a través del hálito que salía del cuerpo de los infectados, o bien por la respiración o por contacto con sus ropas. Entonces se hacían correcciones del aire de los cuartos con perfumes. En las esquinas de las cuadras azotadas se quemaban bostas de vacas o buey mezcladas con hierbas aromáticas vulgares. Las ropas de los enfermos se lavaban con agua de maguey. Y se realizaban procesiones por las calles para que Dios intercediera por las almas de los muertos y los cuerpos de los hombres.Había Santa Clara dejado de ser aldea fundida con los espesos follajes del Cubanacán. El próximo siglo abrirá sus puertas con importantes sucesos de índole médico, definitorias del progreso social, provocando un agrandamiento sorprendente de la historia de la medicina en la localidad, que contrasta con el hilo delgado de los acontecimientos sanitarios que hemos seguido durante el siglo XVIII. <br>Pero es el asombro quien nos mueve, quien nos perdona. Tal vez, también, el aburrimiento, que se cierne, procaz, sobre otro de los hijos del centro de la isla.
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En&nbsp;[[1766]] se acometió la construcción de otro asilo de caridad a instancias de Francisco Antonio Hurtado de Mendoza. La obra, de mampostería, se levantó en las afueras de la Villa, hacia el poniente. Sirvió a los enfermos durante muchos años, allí el presbítero Hurtado de Mendoza se ocupaba de todo. <br>  
  
== Enlaces realcionados ==
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La viruela azotó nuevamente la población en [[1778]]. La mortalidad superó la de la epidemia de 1762, cebándose el flagelo esta vez en mujeres y niños. Para dicha situación dictó el gobierno superior de la Isla la orden de construir lazaretos en las afueras de las poblaciones, donde serían recluidos los enfermos para evitar el contagio. En la ciudad el Cabildo dispuso la construcción de uno, a una legua del pueblo en un lugar denominado Cayo Grande, pero no aparece si se llevó a cabo. <br>
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== Fiebre amarilla<br>  ==
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En las postrimerías del siglo, entre [[Agosto|agosto]] y [[Septiembre|septiembre]] de [[1794]], se presenta por primera vez en Santa Clara la epidemia de la fiebre amarilla, para convertirse en el mejor aliado de la muerte durante el [[Siglo XIX|siglo XIX]] cubano. Se contaron en la ciudad de 600 a 700 muertos ese año. El tratamiento que se daba en las casas a los enfermos era principalmente de aislamiento. Era la creencia que el contagio ocurría a través del hálito que salía del cuerpo de los infectados, o bien por la respiración o por contacto con sus ropas. Entonces se hacían correcciones del aire de los cuartos con perfumes. En las esquinas de las cuadras azotadas se quemaban bostas de vacas o buey mezcladas con hierbas aromáticas vulgares. Las ropas de los enfermos se lavaban con agua de maguey. Y se realizaban procesiones por las calles para que Dios intercediera por las almas de los muertos y los cuerpos de los hombres.Había Santa Clara dejado de ser aldea fundida con los espesos follajes del Cubanacán.
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== Enlaces relacionados ==
  
 
*[[Joaquín Albarrán]]<br>
 
*[[Joaquín Albarrán]]<br>
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[[Categoría:Historia de la medicina]]

última versión al 19:05 18 ene 2018

Medicina en Santa Clara
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Medicina en Santa ClaraSanta Clara ha sobrevivido a su condición provinciana. Esta ciudad estuvo expuesta a males, epidemias y enfermedades debido al desamparo de los servicios sanitarios.

Algo de historia

Los humildes principios de la villa no nos han permitido conocer los médicos de esos años. Es posible que no se hubiesen decidido los galenos a la temprana mudanza. Aun el pan y la carne eran traídos de Remedios y a veces se encontraba Santa Clara completamente despoblada: los abastecimientos insuficientes para la vida comunitaria obligaban a los pobladores a residir en las fincas donde obtenían el sustento. Ya en 1692 se menciona en el Acta Capitular un enfermo con enfermedad larga y en otro cabildo veintisiete días más tarde ya estaba bueno y con salud de los achaques que padecía. Y es posible que Andrés, un negro esclavo del Padre González de la Cruz, padeciera epilepsia. El padre hizo donación de cien pesos por valor de su siervo a San José el 6 de agosto de ese año, creyendo que Dios por medio de sus santos podría sanarle y darle entera salud, librándolo de ser diariamente espiritado.

El primer médico, según Manuel Dionisio González, el llamado cirujano Cayetano Adversa, se “avecindó” en 1699. A este siguieron otros: Juan Bautista Momaré y Felipe Jácome, pero la estancia sería transitoria pues en 1703 se hubo de recurrir a la Villa del Santo Espíritu por el doctor Pedro de Belhais para asistir al alférez Mayor Gaspar Rodríguez de Arciniega. Un tiempo más tarde se instaló en el Pueblo Nuevo de Santa Clara el Capitán Bartolomé Jacinto Dubois de la Rosa, que además de ejercer la medicina, fue el primero que estableció una botica de ungüentos.

Primeras instalaciones

El primer hospital debe haberse establecido allá por 1725. Las fuentes testimonian que el presbítero Conyedo, al concluirse la construcción de la Ermita, La Candelaria (aproximadamente en las áreas ocupadas actualmente por el teatro), estableció en su interior un hospital de caridad con el nombre de Nuestra Señora de las Angustias. Cuando en 1730 unos monjes franciscanos ocuparon la ermita a título de hospicio, para que no quedase la villa sin hospital, el padre Conyedo fabricó con dinero propio una casa de mampostería y tejas a un costado de la Iglesia Parroquial Mayor, a la cual trasladó los enfermos, y mudó sus propias habitaciones. El nombre de Nuestra Señora de las Angustias duró hasta 1762; a partir de entonces fue conocido como hospital de San Juan de Dios, aunque en las Actas Capitulares de los Cabildos efectuados en el año 1746 se refieren al hospital nominándolo simplemente como Hospital Real. Con recursos del cura, limosnas y rentas por imposiciones, se sustentó la institución. Conyedo se ocupó personalmente de ella hasta 1733. A partir de entonces varios fueron los encargados del nosocomio, entre ellos, José Surí.

José Surí

Cuenta Manuel Dionisio que este hijo ilustre de la villa llegó a Santa Clara en 1730, procedente de Remedios. Impulsado por sus conocimientos de lengua latina, historia sagrada, y medicina, materias que estudió por sí solo, se dedicó a ejercer la profesión con muy buenos resultados, a pesar de no tener títulos. Los pobladores de Santa Clara prefirieron a Surí sobre un doctor que se instalara años más tarde en la Villa. Esta fue la causa de los celos y la denunciante el Real Tribunal del Protomedicato como hombre intruso a la Ciencia. Fue llamado a la Habana por orden del Capitán General en 1743. Surí se presentó ante el tribunal, donde se le hicieron graves cargos, pero logró aplazar la contestación de estos para algunos días después, aludiendo fatiga y cansancio del viaje.

Surí fue un activo participante en la vida cultural, religiosa y política del pueblo. En las reuniones del cabildo aparece en múltiples ocasiones para representar el interés público cuando funge como Procurador General de la Villa en 1754. Sus interesen iban desde el cumplimiento de las medidas higiénicas en la carnicería, donde la sangre y restos de los animales muertos impurificaban el aire, a la apertura de nuevas calles, de una segunda escribanía, y el ensanchamiento de los tejidos. Como Protomédico, solicitó que todos los que ejercía el oficio de médicos y cirujanos arreglaran las medicinas que suministraban a los enfermos al precio de la Real Tarifa, como estaba acordado en el Real Tribunal del Protomedicato de esta Isla.  Se dice además que era aficionado al violín y con sus facultades de músico y poeta era personaje activo en las festividades del pueblo, y no solo en Santa Clara, sino que como médico y poeta también era considerado en Sancti Spíritus y en la Habana.

Posterior a su muerte

La muerte de Surí el 30 de octubre de 1762 sumió a Santa Clara en una momentánea orfandad sanitaria. Este año se presentó terrible, a principios de año fue invadida por una epidemia de viruelas, que era hasta el momento la que más terror causaba en los habitantes de la isla. La epidemia vino a ceder en el mes de Abril, pero en Junio del mismo año, cuando los ingleses atacan la Habana, vuelven a comenzar las penurias.

En 1766 se acometió la construcción de otro asilo de caridad a instancias de Francisco Antonio Hurtado de Mendoza. La obra, de mampostería, se levantó en las afueras de la Villa, hacia el poniente. Sirvió a los enfermos durante muchos años, allí el presbítero Hurtado de Mendoza se ocupaba de todo.

La viruela azotó nuevamente la población en 1778. La mortalidad superó la de la epidemia de 1762, cebándose el flagelo esta vez en mujeres y niños. Para dicha situación dictó el gobierno superior de la Isla la orden de construir lazaretos en las afueras de las poblaciones, donde serían recluidos los enfermos para evitar el contagio. En la ciudad el Cabildo dispuso la construcción de uno, a una legua del pueblo en un lugar denominado Cayo Grande, pero no aparece si se llevó a cabo.

Fiebre amarilla

En las postrimerías del siglo, entre agosto y septiembre de 1794, se presenta por primera vez en Santa Clara la epidemia de la fiebre amarilla, para convertirse en el mejor aliado de la muerte durante el siglo XIX cubano. Se contaron en la ciudad de 600 a 700 muertos ese año. El tratamiento que se daba en las casas a los enfermos era principalmente de aislamiento. Era la creencia que el contagio ocurría a través del hálito que salía del cuerpo de los infectados, o bien por la respiración o por contacto con sus ropas. Entonces se hacían correcciones del aire de los cuartos con perfumes. En las esquinas de las cuadras azotadas se quemaban bostas de vacas o buey mezcladas con hierbas aromáticas vulgares. Las ropas de los enfermos se lavaban con agua de maguey. Y se realizaban procesiones por las calles para que Dios intercediera por las almas de los muertos y los cuerpos de los hombres.Había Santa Clara dejado de ser aldea fundida con los espesos follajes del Cubanacán.

Enlaces relacionados

Fuentes