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La necesidad de defender La Habana, uno de los puntos clave en el tráfico comercial americano y en la estrategia defensiva imperial, obligó a [[España]] desde mediados del siglo [[XVI]] a planificar su fortificación. Ese fue el origen de uno de los más completos sistemas defensivos en ciudades de la América española, desarrollado en diferentes momentos, que se completó de acuerdo con las exigencias cambiantes, tanto ofensivas como defensivas, del arte militar.  
 
La necesidad de defender La Habana, uno de los puntos clave en el tráfico comercial americano y en la estrategia defensiva imperial, obligó a [[España]] desde mediados del siglo [[XVI]] a planificar su fortificación. Ese fue el origen de uno de los más completos sistemas defensivos en ciudades de la América española, desarrollado en diferentes momentos, que se completó de acuerdo con las exigencias cambiantes, tanto ofensivas como defensivas, del arte militar.  

Revisión del 12:17 16 feb 2011

Sistema defensivo de la Habana (siglos XVI-XVII)
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Obra Arquitectónica
Descripción

'Sistema defensivo de La Habana(siglos XVI-XVIII). Uno de los más importantes del área caribeña y de todo el continente americano, tanto constructiva como estratégicamente, así como uno de los más conservados en la actualidad. En su concepción participaron destacados ingenieros militares y se conjugaron distintas escuelas y diseños.

La necesidad de defender La Habana, uno de los puntos clave en el tráfico comercial americano y en la estrategia defensiva imperial, obligó a España desde mediados del siglo XVI a planificar su fortificación. Ese fue el origen de uno de los más completos sistemas defensivos en ciudades de la América española, desarrollado en diferentes momentos, que se completó de acuerdo con las exigencias cambiantes, tanto ofensivas como defensivas, del arte militar.


Principales etapas de la evolución

Se han diferenciado tres etapas en la evolución del sistema defensivo habanero. La primera data de finales del siglo XVI, cuando la derrota de la Armada Invencibledesarticuló las protecciones marítimas dinámicas del comercio americano y propició la implementación de defensas estáticas, a partir de la construcción de fortificaciones permanentes abaluartadas. La concepción de ese amplio sistema, a nivel continental, se debió en lo esencial al ingeniero militar Juan Bautista Antonelli, quien llegó a La Habana en 1589. Por entonces, para la defensa de la población ya existía el Castillo de la Real Fuerza, que resultaba insuficiente; por ello, Antonelli elaboró las plantas de dos fuertes a ubicar a ambos lados del canal de entrada de la bahía habanera: el Castillo de los Tres Reyes de El Morro y el deSan Salvador de la Punta.
Ambas construcciones se realizaron según los cánones de la escuela italiana de fortificaciones del Renacimiento, pero la de Castillo de los Tres Reyes de El Morro fue mucho más singular, por los altos muros adaptados a las exigencias de la forma del peñón que le sirvió de asiento. La fortaleza de La Punta, menos ambiciosa, constituyó un cuadrilátero con baluartes en cada uno de sus ángulos. La principal ventaja de su ubicación era la posibilidad que propiciaba de cruzar fuegos con Castillo de los Tres Reyes de El Morro, para impedir la entrada por el canal de la bahía. Entre uno y otro, en caso de necesidad, era posible tender una gruesa cadena para bloquear la circulación por el canal.
En el siglo XVII la protección se complementó con el fuerte de Santa Dorotea de la Luna, en La Chorrera, y el torreón de Cojímar, ambos en la costa norte de La Habana, lugares de posibles desembarcos enemigos al este y al oeste de la ciudad. A ese primer sistema defensivo se adscribieron las murallas de La Habana, proyectadas desde el siglo XVI, cuya construcción se emprendió de modo efectivo en 1674. La construcción se extendió por décadas, y al momento de la Toma de La Habana por los ingleses, en 1762, algunos tramos del foso no estaban aún concluidos. Su utilidad para la defensa de la plaza siempre estuvo en duda, pero subsistieron hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando, desde hacía mucho, no cumplían papel alguno.
La segunda etapa del sistema de fortificación de La Habana se inició tras la recuperación de la ciudad por España, en 1763. Se inició entonces un proceso de reformas con el objetivo de garantizar el resguardo del territorio para evitar episodios como el inglés. Uno de los componentes del proceso fue el perfeccionamiento de las defensas habaneras en dos direcciones: la reconstrucción de las ya existentes -que además de resultar muy dañadas por la invasión inglesa, habían demostrado sus deficiencias en las nuevas condiciones militares de la segunda mitad del XVIII-, y la fortificación de los puntos de la ciudad desguarnecidos que habían sido utilizados por los ingleses durante el sitio.
El proyecto se encomendó a Silvestre Abarca, destacado ingeniero militar que viajó a la Isla junto al gobernador conde de Ricla en julio de 1763. Abarca encabezó un grupo de especialistas en fortificaciones, en el cual también sobresalió el ingeniero Agustín Crame. El proyecto comprendió la reconstrucción de El Morro, La Punta y el resto de las fortificaciones, y la construcción de los castillos de El Príncipe, Atarés y Castillo de San Carlos de la Cabaña. Con ellos quedaron cubiertos los puntos más vulnerables del entorno habanero, en elevaciones facilitadoras del trabajo de la artillería y desde donde era posible cortar las comunicaciones con la campiña. De ellos, el de Castillo de San Carlos de la Cabaña resultó un verdadero reto, por sus dimensiones y la complejidad de sus múltiples elementos defensivos. También se mejoró y amplió el grupo de baterías de fuego rasante para apoyar la capacidad defensiva de los fuertes.
Desde el punto de vista constructivo, menos impresionantes resultaron las edificaciones incorporadas al sistema defensivo en el siglo XIX, en la tercera etapa; sobre todo porque los cambios tecnológicos aplicados a la artillería, así como otras innovaciones, transformaron de modo radical las concepciones defensivas. Por otra parte, ya en esa centuria las preocupaciones militares adquirieron otros matices, por los cambios de origen de los peligros que amenazaban a la ciudad. Así, el llamado Frente Marítimo, un conjunto de baterías y fortines levantados de cara al mar, se construyó debido al temor a un ataque proveniente de Estados Unidos. El Frente de Tierra cumplía el propósito de defender la ciudad ante la posibilidad de ataques por parte de los insurrectos, en la etapa de las guerras por la independencia.
También resultó significativa la construcción de la Batería de Velasco, a un costado del El Morro, con gruesos muros capaces de contrarrestar el creciente poderío del fuego artillero.


Fuente

  • Enciclopedia de la cultura caribeña