Los días de Manuel Octavio

Revisión del 15:45 12 dic 2017 de Dennys.vinent (discusión | contribuciones) (Jorge Calderón González)

“Basta leer en este libro los testimonios reunidos de numerosos colaboradores del cineasta, así como las opiniones de críticos y escritores, para coincidir con todos en que Manuel Octavio Gómez (1934-1988) es el gran olvidado en la historia del nuevo cine cubano. Pocos recuerdan que Manuel Octavio, procedente del Cineclub Visión, el más descollante por su labor formativa antes de 1959, fue de los miembros que respondieron a un llamado de Alfredo Guevara y se incorporaron de inmediato al naciente Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).”

Los Días de Manuel Octavio
Información sobre la plantilla
10 Mb
Título originalLos Días de Manuel Octavio
Autor(a)(es)(as)Jorge Calderón González
Editorial:La Memoria, Centro Cultural Pablo de La Torriente Brau
EdiciónElisa Pardo Zayas
Diseño de cubiertaKelly Núñez
Primera edición2016
ISBN978-959-7218-59-3
PaísBandera de Cuba Cuba

Prólogo del escritor

Manuel Octavio Gómez, el olvidado

“Basta leer en este libro los testimonios reunidos de numerosos colaboradores del cineasta, así como las opiniones de críticos y escritores, para coincidir con todos en que Manuel Octavio Gómez (1934-1988) es el gran olvidado en la historia del nuevo cine cubano. Pocos recuerdan que Manuel Octavio, procedente del Cineclub Visión, el más descollante por su labor formativa antes de 1959, fue de los miembros que respondieron a un llamado de Alfredo Guevara y se incorporaron de inmediato al naciente Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Antes de integrar su núcleo fundacional en ese año parte aguas, él primero formó parte de la Sección de Cine de la Dirección de Cultura del Ejército Rebelde junto a [[Tomás Gutiérrez Alea]] y Julio García Espinosa, sus compañeros de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo. Con ellos se estrenó como asistente de dirección en los primeros documentales producidos (Esta tierra nuestra y La vivienda) y en la ópera prima de Gutiérrez Alea en la ficción: Historias de la Revolución. No tardó tampoco en sumarse al equipo de la revista Cine Cubano, en la cual ejerció la crítica. Desde el inicio la obra fílmica de Manuel Octavio está marcada por la pluralidad temática, las búsquedas formales y su comprensión dialéctica de la cultura popular, que el cineasta imputara a su gusto por la sociología que estudió dos años en la Universidad de La Habana. Admirador de Kurosawa,

Buñuel, Rossellini, Fellini, Rosi, Olmi y Eisenstein, se formó como director sobre la marcha con la aspiración de expresarse a través del cine sin olvidar su condición de espectáculo. Su filmografía documental la conforman desde 1959, siete cortos y la participación en el equipo de diecinueve realizadores del largometraje La sexta parte del mundo (1977). Sus primeros documentales didácticos y descriptivos (El agua, Cooperativas agrícolas, Una escuela en el campo…) no anticipaban el temprano aporte de Historia de una batalla (1962), una pieza 12 mayor del reportaje acerca de la Campaña de Alfabetización. Le debemos otro valiosísimo testimonio, Cuentos del Alhambra (1963), en el que veteranas figuras rememoran sus experiencias en una atmósfera de nostálgica evocación. Tuvo el acierto de registrar en celuloide sus vivencias, al tiempo que la aún vivaracha Amalia Sorg, «la bella del Alhambra», le tiraba los tejos detrás de las cámaras. Su trayectoria en el cine de ficción abarcaría hasta 1987 un corto (El encuentro), sobre un cuento que escribió en 1959, concebido originalmente para el fine colectivo Un poco más de azul, y una decena de largometrajes. Dos fueron adaptados de obras teatrales –Tulipa, Patakín (quiere decir ¡fábula!)–, tres de la literatura (La tierra y el cielo, El Señor Presidente, Gallego) y otros tantos partieron de argumentos originales (La salación, Ustedes tienen la palabra, Una mujer, un hombre, una ciudad…). Sus resultados difieren enormemente de aquellos en que reelaboró la historia con una irrefrenable imaginación, entera libertad y originalidad: La primera carga al machete (1969) y Los días del agua (1971). La plena madurez alcanzada en ese díptico por su deslumbrante modernidad para acercarse a episodios y personajes históricos y el progresivo declive en su trayectoria posterior, tornan capital el aporte del agitado fotógrafo Jorge Herrera (1927-1981) para imprimirle al primero una pátina de documento antiguo, que lo tornó estéticamente polémico, pero indiscutiblemente audaz en el orden creativo y, al segundo, un no menos osado tratamiento expresivo del color, que alguien definió como «delirio glauberiano». Devinieron obras emblemáticas del cine cubano, títulos de obligada referencia y clásicos del cine iberoamericano que, no obstante su valor realzado por la incidencia del tiempo, algunos olvidaron ya su impacto, cegados quizás por obras más recientes con mayor derroche de pretenciosidad que de trascendencia. Luciano castillo”

Datos del autor

Jorge Calderón González

"Es escritor, periodista y licenciado en Historia. Además de profesor principal y auxiliar de investigaciones. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Es especialista principal del Centro Provincial del Cine de Ciudad de la Habana. Escribe y dirige mensualmente, en el espacio interactivo Encuentros Cercanos del Centro Cultural Payret. Es además miembro del Colectivo de periodistas la sección Periódico, de la Revista Cubarte."

Fuente

  • Mochila 41\De mi terruño\Ciego de Ávila\DVD 1 Medio Ambiente \BIBLIOTECA\Articulos