Orina
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Orina. La palabra orina, proviene del latín urinam, se entiende como líquido acuoso, transparente, amarillento, de olor característico, secretado por los riñones y eliminado al exterior por el aparato urinario.
La orina
Después de la producción de orina por los riñones, esta recorre los uréteres hasta la vejiga urinaria donde se almacena y después es expulsada al exterior del cuerpo a través de la uretra, mediante la micción.
Un adulto la tiene alrededor de ocho veces al día, dedicando a este menester unos dos minutos en total. Los urólogos estiman de manera general que la humanidad genera más o menos 60 millones de litros de este fluido cada día.
A lo largo de la historia, la orina de los humanos ha tenido los usos más insospechados: insecticida contra mosquitos, dentífrico, elixir bucal, detergente, desinfectante, quitamanchas, prueba de embarazo, pócima de belleza y afrodisíaco.
Según Edilberto Fernández, urólogo del hospital Ramón y Cajal, en Madrid, el empleo más extendido que se le ha dado a la orina, es el de método de diagnóstico de nuestra salud física y también mental. En la Edad Media el examen de orina del paciente era la forma más fiable de determinar una enfermedad.
Sin lugar a equívocos, se puede asegurar que desde hace miles de años el líquido amarillo ha estado presente, de manera útil, en las costumbres y tradiciones de las disímiles culturas.
En el siglo 1 a.n.e el poeta veronés (de Verona —en la actual Italia) Catulo, cuenta en uno de sus poemas que la orina servía para abrillantar los dientes, mientras que en la antigua ciudad de Pompeya y en Roma, la de la población era recogida en unas tinajas especiales distribuidas a lo largo de la calle.
Y es que fermentada produce amoníaco, que, aunque desagradable para el olfato, se usaba como dentífrico y quitamanchas en las lavanderías de la época. Este líquido también se empleaba para el curtido de pieles en la industria textil, quizás por alguna de las enzimas que posee.
La historia también hace referencia al uso de la orina en China: allí se llegó hasta a emplear con fines cosméticos; la alteza lady Yang, de la dinastía Tang 618-907, se rociaba el cuerpo con orina de niños para conservar, según la tradición oriental, su juventud y belleza.
En España también se le dio uso a la orina con este fin. Se añadía un jarro de este fluido al agua del baño, costumbre que se exportó a las Américas y algunos textos de principios del siglo XIX refieren que en Florida y California era frecuente para bañarse.
Durante el Medioevo y comienzos de la Edad Moderna el examen urinario fue el método de diagnóstico más utilizado por los médicos. Se narra en la bibliografía de la época que los galenos vertían la orina del paciente en un vaso especial y sujetándole entre sus dedos estiraban el recipiente hacia arriba para inspeccionar su contenido a contraluz.
También se olía la muestra y si se hacía necesario se probaba con la punta de la lengua, en el caso de que su sabor fuera dulce el paciente padecía diabetes.
Además del estado de salud, el examen del líquido amarillo informaba sobre la psiquis; así se lee en libros del Renacimiento: si la orina es blanca y espesa su portador es flemático, frío y solitario, mientras que la rojiza y acuosa corresponde a personas apasionadas, secas y coléricas.
La medicina popular ha recurrido equívocamente a este fluido como remedio contra las más disímiles dolencias. Así se refiere en el siglo XVI, que para frenar hemorragias nasales se recomendaba frotarse la nariz con orina, preferentemente de asno, y también para combatir fiebres beber un vaso de este liquido durante tres días.
Todavía en literatura de reciente aparición, referente a la medicina natural, se habla, como si aún viviéramos en el medioevo, de su uso como elixir propio de la buena salud. Pero sus bondades terapéuticas no están demostradas y son condenadas por los especialistas. Para nefrólogos y urólogos, la orina no es otra cosa que un líquido constituido por agua, urea y una mezcla residual de minerales, sales, hormonas y enzimas.
Este líquido amarillo es un producto de desecho, un fluido que contiene sustancias que el cuerpo elimina. Cada día los riñones filtran alrededor de 180 mililitros que van vertiendo al exterior como aguas pequeñas.
Fuente
- Revista Bohemia, 29 de enero de 2010.