Música en Madruga

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= La música en Madruga

La forma en que la música colocó sus raíces en el poblado madruguero, dío lugar a que se cultivaran distintos géneros en un pueblo amante del danzón y la música campesina.

De las primeras expresiones musicales

Cada grupo social tuvo su expresión musical propia. El campesino ambientaba sus convites con las más diversas tonadas; los esclavos en las dotaciones, según ya reza en la tradición oral de la que es portador Pablo Oliva Reyes, en los llamados domingos, -que obligatoriamente no tenía porque corresponderse con este día de la semana- realizaban sus toques; que tras un profundo proceso de transculturación dio lugar a la música afrocubana, cimiente de la diversidad de géneros con que contamos y que continuamente enriquecen las más modernas expresiones.

En la mitología madruguera la cueva del tambor no solo ha quedado como representativa de la resistencia esclava, sino también en el arte musical; la confrontación de clases que se produce en el año 1838 y principios del siguiente, obliga a la más alta autoridad de la isla, a prohibir en las haciendas los toques, para de esta forma evitar la alerta de los prófugos.

Maestros de la música

Desde finales de la década de 1880, existió un intento por instaurar una academia de música que no llegó a materializarse hasta 1894, en que llega a Madruga el maestro de nacionalidad mexicana Don Domingo Ramos y por iniciativa de Don José María Pardiñas, el ayuntamiento consintió la creación de esa plaza.

En ella cursaron estudios tres glorias de la música cubana, José Belén Puig, Félix González y José Urfé.

Eliseo Figueroa Mirabal, en sus escritos patrióticos para la revista escolar Antorcha, refiere cómo, en las fuerzas que comandaba, existía un grupo musical integrado por pipianeros que amenizaban las noches en el campamento rebelde.

De esta época son también las ceremonias de ofrenda en el pocito de Yemayá, y documentos del gobierno local hacen constar la iniciativa de un concejal por prohibir la celebración de los toques afrocubanos en algunos barrios.


La academia ya referida, en 1907 contaba con los servicios de Ricardo Díez. Existen testimonios de que un señor llamado Aurelio Valdez, llevó a cabo la tarea de crear las estudiantinas (bandas juveniles). En 1918, regresa a Madruga el maestro Urfé que va a desempeñar las funciones académicas hasta ya avanzada la década de 1950, en que por problemas de salud se vio obligado abandonarlas.


La labor pedagógica que desempeñó fue muy importante para un pueblo como el nuestro, carente de centros de segunda enseñanza y de enseñanza profesional; muchos de sus alumnos conformaron las más afamadas orquestas del país al que representaron dignamente en el escenario internacional.

Otras personalidades y géneros

Los aportes del maestro fueron múltiples, no hubo expresión en que no brindara sus modestos esfuerzos, amenizó los festivales campesinos; en 1923, contribuyó al desarrollo de la ópera en la que se expusieron obras como El Puñao de Rosas, también en la constitución de una orquesta femenina, nos atrevemos afirmar que si no fue la primera, estuvo entre las pioneras del esfuerzo de sexo bello de reafirmar sus dotes musicales en Cuba.

En 1947, ayudó a la música coral cuando montó la Misa Pontificial de Perossi que causó al obispo profunda impresión, quien solicitó su presentación en la Catedral de La Habana.

Ya en la década de 1930 descollaba en la música campesina Rigoberto Rizo Maldonado (El Saltarín de Madruga) y la obra de Ernesto Suárez era bien acogida por los amantes del género, fueron famosos los guateques campesinos de Valcarcel en Flor de Itabo y los de Aniceto Suárez, en La Concordia.

En 1952 llega a Santa Rita  Rafael Rubiera que mucho contribuyó a su desarrollo, su programa Vivimos en Campo Alegre, de Radio Rebelde, constituye uno de los mejores del país. 

En Cayajabos en 1932 surge el septeto La Esperanza y en Madruga, las agrupaciones Niza e Indios del Copey, que amenizaban las festividades que en la región se efectuaban, esta última inspiró el danzón homónimo del maestro.

La Asociación de los Caballeros Católicos desempeñó, desde la institución religiosa, una gran labor cultural que permitió el rescate de la música lírica.


Al triunfo de la revolución se crea la orquesta Cubamar, dirigida por Fernando García ex alumno de Urfé. Algunos amantes de la música campesina se reunieron para bajo la dirección del hoy laureado trecero Félix González formar el conjunto Los Soneros que recibió el más alto reconocimiento de prestigiosos músicos del país, ganador de varios premios nacionales.

Al movimiento aficionado se incorporaron otras agrupaciones como Los Fetiches Negros y Las Chicas del Yeye (agrupación femenina). De esta corriente surgió el recientemente fallecido tenor Jesús Li Cecilio que alcanzó importantes lauros internacionales.

Fuente

Lic. Carlos Miguel Suárez Sardiñas Historiador del Museo de la Localidad de Madruga.