Jorge Luis Borges
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Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 - Ginebra, 14 de junio de 1986) fue un erudito escritor argentino, considerado uno de los más importantes escritores de América y del mundo. Publicó ensayos breves, cuentos y poemas.[2]
Su obra, fundamental en la literatura y el pensamiento universal, además de objeto de minuciosos análisis y múltiples interpretaciones, trasciende cualquier clasificación y excluye todo tipo de dogmatismo. Algunos de sus cuentos son producto de sus sueños.[3]
Sumario
Síntesis biográfica
Nació en la ciudad de Buenos Aires. Procedía de una familia de militares que contribuyeron a la independencia del país. Su antepasado, el coronel Isidro Suárez, había guiado a sus tropas a la victoria en la mítica batalla de Junín; su abuelo Francisco Borges también había alcanzado el rango de coronel.
Pero fue su padre, Jorge Borges, quien ―rompiendo con la tradición familiar― se empleó como profesor de psicología e inglés. Estaba casado con la delicada Leonor Acevedo,[1] y con ella y el resto de su familia abandonó la casa de los abuelos donde había nacido Jorge Luis y se trasladó a la calle Serrano 2135 del barrio de Palermo (a 4 km al norte del centro de la ciudad de Buenos Aires), donde creció el aprendiz de escritor teniendo como compañera de juegos a su hermana Norah.
En aquella casa ajardinada aprendió Borges a leer inglés con su abuela Fanny Haslam y, como se refleja en tantos versos, los recuerdos de aquella dorada infancia lo acompañarían durante toda su vida.
En 1938 fallece su padre y comienza a trabajar como bibliotecario en las afueras de Buenos Aires; durante las navidades de ese mismo año sufre un grave accidente, provocado por su progresiva falta de visión.[2]
Inicios como escritor
Apenas con seis años confesó a sus padres su vocación de escritor, e inspirándose en un pasaje del Quijote redactó su primera fábula cuando corría el año 1907: la tituló La visera fatal. A los diez años comenzó ya a publicar, pero esta vez no una composición propia, sino una brillante traducción al castellano de El príncipe feliz, de Oscar Wilde (1856-1900).
En el mismo año en que estalló la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la familia Borges recorrió los inminentes escenarios bélicos europeos, guiados esta vez no por un admirable coronel, sino por un exprofesor de psicología e inglés, ciego y pobre, que se había visto obligado a renunciar a su trabajo y que arrastró a los suyos a París, a Milán y a Venecia hasta radicarse definitivamente en la neutral Ginebra (Suiza) cuando estalló el conflicto.
Borges era entonces un adolescente que devoraba incansablemente la obra de los escritores franceses, desde los clásicos como Voltaire o Víctor Hugo hasta los simbolistas, y que descubría maravillado el expresionismo alemán, por lo que se decidió a aprender el idioma descifrando por su cuenta la inquietante novela de Gustav Meyrink, El golem.
Hacia 1918 lee asimismo a autores en lengua española como los argentinos José Hernández, Leopoldo Lugones y Evaristo Carriego y al año siguiente la familia pasa a residir en España ―primero en Barcelona y luego en Mallorca―, donde al parecer compuso unos versos, nunca publicados, en los que se exaltaba la Revolución soviética y que tituló Salmos rojos.
En Madrid trabará amistad con un notable políglota y traductor español, Rafael Cansinos-Assens, a quien extrañamente, a pesar de la enorme diferencia de estilos, proclamó como su maestro. Conoció también a Valle Inclán, a Juan Ramón Jiménez, a Ortega y Gasset, a Ramón Gómez de la Serna, a Gerardo Diego... Por su influencia, y gracias a sus traducciones, fueron descubiertos en España los poetas expresionistas alemanes, aunque había llegado ya el momento de regresar a la patria, convertido, irrecuperablemente, en un escritor.[2]
Trabajo realizado
De regreso en Buenos Aires, fundó en 1921 con otros jóvenes la revista Prismas y, más tarde, la revista Proa; firmó el primer manifiesto ultraísta argentino, y, tras un segundo viaje a Europa, entregó a la imprenta su primer libro de versos: Fervor de Buenos Aires (1923). Seguirán entonces numerosas publicaciones, algunos felices libros de poemas, como Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929), y otros de ensayos, como Inquisiciones, El tamaño de mi esperanza y El idioma de los argentinos, que desde entonces se negaría a reeditar.
Durante los años treinta su fama creció en Argentina y su actividad intelectual se vinculó a Victoria y Silvina Ocampo, quienes a su vez le presentaron a Adolfo Bioy Casares, pero su consagración internacional no llegaría hasta muchos años después. De momento ejerce asiduamente la crítica literaria, traduce con minuciosidad a Virginia Woolf, a Henri Michaux y a William Faulkner y publica antologías con sus amigos.
Al agudizarse su ceguera, deberá resignarse a dictar sus cuentos fantásticos y desde entonces requerirá permanentemente de la solicitud de su madre y de su amigos para poder escribir, colaboración que resultará muy fructífera. Así, en 1940, el mismo año que asiste como testigo a la boda de Silvina Ocampo y Bioy Casares, publica con ellos una espléndida antología de la literatura fantástica, y al año siguiente una antología poética argentina.
En 1942, Borges y Bioy se esconden bajo el seudónimo de H. Bustos Domecq y entregan a la imprenta unos graciosos cuentos policiales que titulan Seis problemas para don Isidro Parodi. Sin embargo, su creación narrativa no obtiene por el momento el éxito deseado, e incluso fracasa al presentarse al Premio Nacional de Literatura con sus cuentos recogidos en el volumen El jardín de los senderos que se bifurcan, los cuales se incorporarán luego a uno de sus más célebres libros, Ficciones, aparecido en 1944.
Vicisitudes públicas
En 1945 se instaura el peronismo en Argentina, y su madre Leonor[1] y su hermana Norah son detenidas por hacer declaraciones contra el nuevo régimen: habrán de acarrear, como escribió muchos años después Borges, [4]
Pero lo cierto es que, a causa de haber firmado manifiestos antiperonistas, el gobierno lo apartó al año siguiente de su puesto de bibliotecario y lo nombró inspector de aves y conejos en los mercados, cruel humorada e indeseable honor al que el poeta hubo de renunciar, para pasar, desde entonces, a ganarse la vida como conferenciante.
La policía se mostró asimismo suspicaz cuando la Sociedad Argentina de Escritores lo nombró en 1950 su presidente, habida cuenta de que este organismo se había hecho notorio por su oposición al nuevo régimen. Ello no obsta para que sea precisamente en esta época de tribulaciones cuando publique su libro más difundido y original, El Aleph (1949), ni para que siga trabajando incansablemente en nuevas antologías de cuentos y nuevos volúmenes de ensayos antes de la caída del peronismo en 1955.
En esta diversa tesitura política, el recién constituido gobierno lo designará, a tenor del gran prestigio literario que ha venido alcanzando, director de la Biblioteca Nacional e ingresará asimismo en la Academia Argentina de las Letras. Enseguida los reconocimientos públicos se suceden: Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cuyo, Premio Nacional de Literatura, Premio Internacional de Literatura Formentor, que comparte con Samuel Beckett, Comendador de las Artes y de las Letras en Francia, Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina, Premio Interamericano Ciudad de Sèo Paulo...
Inesperadamente, en 1967 contrae matrimonio con una antigua amiga de su juventud, Elsa Astete Millán, boda de todos modos menos tardía y sorprendente que la que formalizaría pocos años antes de su muerte, ya octogenario, con María Kodama, su secretaria, compañera y lazarillo, una mujer mucho más joven que él, de origen japonés y a la que nombraría su heredera universal. Pero la relación con Elsa fue no solo breve, sino desdichada, y en 1970 se separaron para que Borges volviera de nuevo a quedar bajo la abnegada protección de su madre.
Los últimos reveses políticos le sobrevinieron con el renovado triunfo electoral del peronismo en Argentina en 1974 ―un Gobierno popular, que recuperó las relaciones diplomáticas con Cuba―, dado que sus inveterados enemigos no tuvieron empacho en desposeerlo de su cargo en la Biblioteca Nacional ni en excluirlo de la vida cultural porteña.[6]
Dos años después, como consecuencia de su resentimiento antiperonista, Borges ―cuya autorizada voz resonaba internacionalmente― saludó con alegría el derrocamiento del partido de Perón por la dictadura cívico-militar argentina (1976-1983).
Como apoyo a la represión que Videla estaba desatando contra intelectuales y trabajadores peronistas, Borges ―en compañía de Ernesto Sábato y otros literatos de derechas― se entrevistó ese mismo año de 1976 con el dictador, pero no preguntaron por el paradero de sus colegas desaparecidos sino que hablaron de «filosofía».[6]
En 1983, un año después del retorno de la democracia, Borges participó en algunas audiencias en los juicios contra los militares genocidas. Al final afirmó estar arrepentido por su apoyo incondicional al antiperonismo.[6]
De todos modos, el mal ya estaba hecho, porque su ideología derechista le había granjeado las más firmes enemistades en Europa, hasta el punto de que el poeta y escritor sueco Artur Lundkvist (1906-1991) manifestó públicamente que jamás recaería el Premio Nobel de Literatura sobre Borges por razones políticas.[6]
Muerte
Borges falleció en Ginebra (Suiza) el 14 de junio de 1986, a los 86 años.[2]
Borges y la filosofía
Borges mantuvo una relación sumamente original con la filosofía. Prueba de ello son las incontables menciones filosóficas presentes en su obra ensayística y literaria, así como también su influencia sobre importantes filósofos y pensadores contemporáneos, como Michel Foucault, Ilya Prigogine, Richard Rorty, Umberto Eco y Fernando Savater.
Sin ser propiamente filósofo, Borges era no obstante un ávido lector de filosofía. Uno de los elementos originales de su abordaje es que en sus textos las ideas filosóficas aparecen de forma tal que producen en los lectores su vivencia antes que su conceptualización. Borges rescata ciertas ideas y las representa en clave literaria, destacando lo que éstas tienen de vívido y de maravilloso, apelando a la intuición del lector antes que a su captación conceptual o argumentativa. Las ideas así presentadas son comprendidas en toda su fuerza expresiva. Para generar este efecto, uno de sus procedimientos consiste en asumir las premisas propias de un determinado sistema filosófico y recrear el universo tal como sus partidarios lo perciben. Por ejemplo, en su cuento Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius,[8]
Borges ilustra el idealismo filosófico al presentarnos un mundo ―Tlön― en el que todos sus habitantes conciben lo real como un producto de la mente. Según Nicolás Zavadivker,[9] Borges no nos habla en esa historia sobre el idealismo, sino que nos presenta directamente un mundo construido según las premisas idealistas. De esta forma genera una comprensión de estas ideas desde dentro del propio sistema, desde sus posibilidades y sus límites. Desliza, por ejemplo, que no existen los sustantivos en las lenguas de Tlön, por la sencilla razón de que sus habitantes no creen que haya cosas a las que éstos puedan referirse, como afirma el idealismo. Borges ilustra magistralmente los alcances de esta ausencia traduciendo la frase «surgió la luna sobre el río» por la tlöniana «hacia arriba detrás duradero-fluir luneció».
Este rescate de Borges de las consecuencias más maravillosas de las perspectivas filosóficas que trata se vincula a su explícita opción por la belleza antes que por la verdad. Así, Borges afirma encontrar en su obra una tendencia consistente en «estimar las ideas religiosas o filosóficas por su valor estético y aún por lo que encierran de singular y de maravilloso».[10]
Su esteticismo posiblemente sea una de las claves de la aparente adscripción de Borges hacia filosofías contradictorias, lo que generó discusiones en torno de su propia posición filosófica. También en varias ocasiones destacó su escepticismo con respecto a las posibilidades de la filosofía: «No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil. Una doctrina filosófica es al principio una descripción verosímil del universo; giran los años y es un mero capítulo -cuando no un párrafo o un nombre- de la historia de la filosofía».[11]
Según Zavadivker, su esteticismo y su descreimiento en las posibilidades de la filosofía para explicar el mundo lo llevó a asumir y hasta festejar la pluralidad de perspectivas con que los hombres han interpretado el mundo, sin necesidad de definirse por alguna de ellas.
Sus obras
Borges es sin duda el escritor argentino con mayor proyección universal. Se hace prácticamente imposible pensar la literatura del siglo XX sin su presencia, y así lo han reconocido no solo la crítica especializada sino además las diversas generaciones de escritores, que vuelven con insistencia sobre sus páginas como si éstas fueran canteras inextinguibles del arte de escribir.
Borges fue el creador de una cosmovisión muy singular, sostenida sobre un original modo de entender conceptos como los de tiempo, espacio, destino o realidad. Sus narraciones y ensayos se nutren de complejas simbologías y de una poderosa erudición, producto de su frecuentación de las diversas literaturas europeas, en especial la anglosajona -William Shakespeare, Thomas De Quincey, Rudyard Kipling o Joseph Conrad son referencias permanentes en su obra-, además de su conocimiento de la Biblia, la Cábala judía, las primigenias literaturas europeas, la literatura clásica y la filosofía. Su riguroso formalismo, que se constata en la ordenada y precisa construcción de sus ficciones, le permitió combinar esa gran variedad de elementos sin que ninguno de ellos desentonara.
El primer libro de poemas de Borges fue Fervor de Buenos Aires (1923), en el que ensayó una visión personal de su ciudad, de evidente cuño vanguardista. En 1925 dio a conocer Luna de enfrente y, tres años más tarde, Cuaderno San Martín, poemarios en los que aparece con insistencia su mirada sobre las «orillas» urbanas, esos bordes geográficos de Buenos Aires en los que años más tarde ubicará la acción de muchos de sus relatos.
Puede decirse que en estos primeros libros Borges funda con su escritura una Buenos Aires mítica, dándole espesor literario a calles y barrios, portales y patios. El poeta parece rondar la ciudad como un cazador en busca de imágenes prototípicas, que luego volcará con maestría en sus versos y prosas.
En 1930 publicó Evaristo Carriego, un título esencial en la producción borgeana. En este ensayo, al tiempo que traza una biografía del poeta popular que da título al libro, se detiene en la invención y narración de diferentes mitologías porteñas, como en la poética descripción del barrio de Palermo. Evaristo Carriego no responde a la estructura tradicional de las presentaciones biográficas, sino que se sirve de la figura del poeta elegido para presentar nuevas e inéditas visiones de lo urbano, como se manifiesta en capítulos tales como «Las inscripciones de los carros» o «Historia del tango».
Hacia 1932 da a conocer Discusión, libro que reúne una serie de ensayos en los que se pone de manifiesto no solo la agudeza crítica de Borges sino además su capacidad en el arte de conmover los conceptos tradicionales de la filosofía y la literatura. Además de las páginas dedicadas al análisis de la poesía gauchesca, este volumen integra capítulos que han servido como venero de asuntos de reflexión para los escritores argentinos, tales como «El escritor argentino y la tradición», «El arte narrativo y la magia» o «La supersticiosa ética del lector».
En 1935 aparece Historia universal de la infamia, con textos que el propio autor califica como ejercicios de prosa narrativa y en los que es evidente la influencia de Robert Louis Stevenson y Gilbert Chesterton. Este volumen incluye uno de sus cuentos más famosos, «Hombre de la esquina rosada».
Borges y el budismo
Borges fue un magnífico lector, leía todos los textos o libros que obtenía, por eso casi nunca salía de su biblioteca. Recuerden que al ser despedido de su puesto de bibliotecario y lo nombraron inspector de aves y conejos, se convirtió en un gran conferenciante gracias a su vasto conocimiento. Podía conferenciar sobre diversos temas; el budismo, fue uno de esos variados temas. Borges tenía un amigo japonés, budista zen, con el cual mantenía largas y amistosas discusiones. A este amigo suyo él le dijo en una ocasión que creía en la verdad histórica del Buda y que hacía dos mil quinientos años hubo un príncipe del Nepal llamado Siddharta o Gautama que llegó a ser el Buda.
Publicaciones
Cuentos
- Historia universal de la infamia
- El espantoso redentor Lazarus Morell.
- El impostor inverosímil Tom Castro.
- La viuda Ching, pirata puntual.
- El proveedor de iniquidades Monk Eastman.
- El asesino desinteresado Bill Harrigan.
- El incivil maestro de ceremonias Kotsuké no Suké.
- El tintorero enmascarado Hákim de Merv.
- Hombre de la esquina rosada.
- Un teólogo en la muerte.
- La cámara de las estatuas.
- Del libro de las 1001 noches, noche 272.
- Historia de los dos que soñaron (Libro).
- Del Libro de las 1001 noches, noche 351.
- El brujo postergado.
- El espejo de tinta.
- Ficciones
- I. El jardín de senderos que se bifurcan
- * Prólogo
- * Tlön, Uqbar, Orbis Tertius
- * El acercamiento a Almotásim
- * Pierre Menard, autor del Quijote
- * Las ruinas circulares
- * La lotería en Babilonia
- * Examen de la obra de Herbert Quain
- * La Biblioteca de Babel
- * El jardín de senderos que se bifurcan
- II. Artificios
- * Prólogo
- * Funes el memorioso
- * La forma de la espada
- * Tema del traidor y del héroe
- * La muerte y la brújula
- * El milagro secreto
- * Tres versiones de Judas
- * El fin
- * La secta del fénix
- * El sur
- El aleph
- El inmortal (Libro).
- El muerto.
- Los teólogos.
- Historia del guerrero y la cautiva.
- Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874).
- Emma Zunz,
- La casa de Asterión
- La otra muerte.
- Deutsches Requiem.
- La busca de Averroes (Libro).
- El zahir (Libro)
- La escritura del dios (Libro).
- Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto.
- Los dos reyes y los dos laberintos.
- La espera .
- El hombre en el umbral.
- El Aleph.
- La muerte y la brújula
- Hombre de la esquina rosada.
- Emma Zunz.
- La espera.
- Funes el memorioso.
- La forma de la espada.
- Tema del traidor y del héroe.
- El jardín de senderos que se bifurcan.
- El milagro secreto.
- La muerte y la brújula.
- El informe de Brodie
- La intrusa.
- El indigno.
- Historia de Rosendo Juárez.
- El encuentro.
- Juan Muraña.
- La señora mayor.
- El duelo.
- El otro duelo.
- Guayaquil.
- El evangelio según Marcos.
- El informe de Brodie.
- El libro de arena
- El otro.
- Ulrica.
- El Congreso.
- There are more things.
- La secta de los treinta.
- La noche de los dones.
- El espejo y la máscara.
- Undr.
- Utopía de un hombre que está cansado.
- El soborno.
- Avelino Arredondo.
- El disco.
- El libro de arena.
- Epílogo.
- La memoria de Shakespeare
- Veinticinco de agosto de 1983.
- Tigres azules.
- La rosa de Paracelso.
- La memoria de Shakespeare.
Ensayos
- Inquisiciones
- El tamaño de mi esperanza
- El idioma de los argentinos
- Evaristo Carriego
- Discusión
- Historia de la eternidad
- Otras inquisiciones
- Siete noches
- Nueve ensayos dantescos
- Atlas
Poesías
- Fervor de Buenos Aires
- Luna de enfrente
- Cuaderno San Martín
- El hacedor
- El otro, el mismo
- Para las seis cuerdas
- Elogio de la sombra
- El oro de los tigres
- La rosa profunda
- La moneda de hierro
- Historia de la noche
- Adrogué
- La cifra
- Los conjurados
Antologías
- Antología personal
- Nueva antología personal
- Libro de sueños
- Textos cautivos
- Borges en el hogar
Obras en colaboración
- Índice de la poesía americana (16), antología con Vicente Huidobro y Alberto Hidalgo
- Antología clásica de la literatura argentina (1937), con Pedro Henríquez Ureña
- Antología de la literatura fantástica (1940), con Bioy Casares y Silvina Ocampo
- Antología poética argentina (1941), con Bioy Casares y Silvina Ocampo
- Seis problemas para don Isidro Parodi (1942), con Bioy Casares
- El compadrito (1945), antología de textos de autores argentinos en colaboración con Silvina Bullrich
- Dos fantasías memorables (1946), con Bioy Casares
- Un modelo para la muerte (1946), con Bioy Casares
- Obras escogidas (1948).
- Antiguas literaturas germánicas (México, 1951), con Delia Ingenieros
- El idioma de Buenos Aires (1952), con José Edmundo Clemente
- Obras completas (1953).
- El Martín Fierro (1953), con Margarita Guerrero
- Poesía gauchesca (1955), con Bioy Casares
- Cuentos breves y extraordinarios (1955), con Bioy Casares
- El paraíso de los creyentes (1955), con Bioy Casares
- Leopoldo Lugones (1955), con Betina Edelberg
- Los orilleros (1955), con Bioy Casares
- La hermana Eloísa (1955), con Luisa Mercedes Levinson
- Manual de zoología fantástica (México, 1957), con Margarita Guerrero
- Los mejores cuentos policiales (1943 y 1956), con Bioy Casares
- Libro del cielo y del infierno (1960), con Bioy Casares
- Introducción a la literatura inglesa (1965), con María Esther Váquez
- Literaturas germánicas medievales (1966), con María Esther Vázquez, revisa y corrige el tratado Antiguas literaturas germánicas
- Introducción a la literatura norteamericana (1967), con Estela Zemborain de Torres
- Crónicas de Bustos Domecq (1967), con Bioy Casares.
- El libro de los seres imaginarios (1967), escrito en colaboración con Margarita Guerrero.
- Nueva antología personal (1968).
- Prólogos (1975).
- ¿Qué es el budismo? (1976), con Alicia Jurado
- Diálogos (1976), con Ernesto Sabato
- Nuevos cuentos de Bustos Domecq (1977), con Bioy Casares
- Breve antología anglosajona (1978), con María Kodama
- Obras completas en colaboración (1979).
- Atlas (1985), con María Kodama
- Textos cautivos (1986), textos publicados en la revista El hogar
Guiones de cine
- Los orilleros (1939). Escrito en colaboración con Adolfo Bioy Casares
- El paraíso de los creyentes (1940). Escrito en colaboración con Adolfo Bioy Casares
- Invasión (1969). Escrito en colaboración con Adolfo Bioy Casares y Hugo Santiago.
- Les autres (1972). Escrito en colaboración con Hugo Santiago
Voces
El novelista Macedonio Fernández fue gran amigo del padre de Borges, y un hombre hacia el que Borges después profesaría una admiración sin límites. Borges dijo en una oportunidad: «Quise a este hombre solo como yo puedo querer».
Durante la década de 1920, Borges colaboró con diversas revistas literarias argentinas, francesas y españolas. Los poemas publicados superaban ya la trentena y Borges decidió reunirlos en un libro: Fervor de Buenos Aires, aparecido en 1923.
La madre de Borges lo ayudó a encontrar el final para un cuento.
Leonor Acevedo murió en 1975 a los 99 años, Borges tenía entonces 76 y estaba casi completamente ciego.[1]
Cuando la velamos, una viejita se acercó al catafalco y dijo: «Ay, qué lástima, un poquito más y hubiera cumplido los cien años». Yo le repliqué: «Señora, ¿usted la quiere a mi mamá o al sistema decimal?».
Fuentes
- ↑ 1,0 1,1 1,2 1,3 Leonor Rita Acevedo Suárez de Borges (Buenos Aires, 22 de mayo de 1876 - Buenos Aires, 8 de julio de 1975).
- ↑ 2,0 2,1 2,2 2,3 «Jorge Luis Borges», artículo publicado en el sitio web Biografías y Vidas.
- ↑ Borges afirmó que había soñado el argumento de varios de sus cuentos en una conferencia en la UNI, en la ciudad de Lima, en 1964.
- ↑ «Jorge Luis Borges», artículo de la web de Biografías y Vidas. Biografía de Jorge Luis Borges
- ↑ Borges, Jorge Luis: «Elogio de la sombra», poema publicado en su libro Páginas escogidas; selección y prólogo: Roberto Fernández Retamar.
- ↑ 6,0 6,1 6,2 6,3 «Jorge Luis Borges», artículo publicado en el sitio web Wikipedia.
- ↑ Borges, Jorge Luis: «Páginas para recordar al Coronel Suárez, vencedor en Junín», poema publicado en su libro Páginas escogidas; selección y prólogo: Roberto Fernández Retamar.
- ↑ Incluido en Borges, Jorge Luis: Ficciones. Barcelona (Cataluña): Alianza Editorial, 1998.
- ↑ Nicolás Zavadivker, Borges y la metafísica, revista virtual A parte Rei, nº 58, Madrid, 2008.
- ↑ Borges, Jorge Luis (1986): Otras inquisiciones (pág. 247). Buenos Aires: Emecé, 1986.
- ↑ Borges, Jorge Luis. Obras Completas, Tomo 1, Emecé, Buenos Aires, 1974, p. 449.
- ↑ Borges, Jorge Luis: «Buenos Aires», poema publicado en su libro Páginas escogidas; selección y prólogo: Roberto Fernández Retamar.
- ↑ Borges, Jorge Luis: «La superticiosa ética del lector», ensayo publicado en su libro Páginas escogidas; selección y prólogo: Roberto Fernández Retamar.
- ↑ «El budismo: una conferencia de Jorge Luis Borges», artículo publicado en el sitio web Libros Budistas.
- ↑ Texto tomado de Documenta, programa de la televisión argentina, dirigido por el periodista Roman Lejtman.