Antonia Ramírez Ochoa

Doña Antonia Ramírez Ochoa
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Nacimiento13 de junio de 1871
Holguín], Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento3 de diciembre de 1966
Bayamo, Granma, Bandera de Cuba Cuba

Doña Antonia Ramírez Ochoa. Representa una más de aquellas mujeres que vivieran los horrores de la reconcentración. Por ello destacamos su férrea voluntad, el ejemplo y carácter que hizo retroceder en varias ocasiones las intensiones malsanas de la soldadesca española, custodios de los reconcentrados. No presentamos una legendaria mujer que enfrentó en el campo de batalla al enemigo, pero si supo hacerlo allí; donde el dolor cobró el calor del calvario, como ella misma describiera en sus testimonios. De este ejemplo no hay hada escrito en libros, pero si está presente en los corazones de sus familiares que la recuerdan con respeto y cariño.

Biografía

Infancia y juventud

Doña Antonia Ramírez Ochoa nace en Arrollo Blanco de Holguín el 13 de Junio de 1871. Sus padres Agustín Ochoa y su madre Juana Ramírez, fue la primogénita del matrimonio Ochoa Ramírez. Esta condición hace que se desarrolle en los más estrictos cánones de la disciplina y la educación familiar moldeándose en ella el carácter férreo de su padre, que ya por estos tiempos poseía en estos lugares algunas propiedades de terrenos; más tarde el matrimonio decide tener otros hijos, entre ellos Rosa y Julia. Surgen problemas económicos familiares y deciden vender y trasladarse a la zona del Cauto del Santo Cristo, junto a las márgenes del río Cauto. Ya Doña Antonia cuenta con 15 años, Rosa y Julia con 7 años.

La guerra la conduce de plano a las más embarazosas situaciones, siendo la guía material y espiritual de la familia, el apoyo sereno no solo de los suyos, era por su carisma, el alma de aquellos seres que escuálidos como animales deambulaban en los perímetros del campamento buscando en lo milagroso que les diera fuerza para vivir.

Sus acciones no coronaron grandes cimas, capaces de ser reflejadas en páginas gloriosas, al valorarse su quehacer dignifica el papel de la mujer cautocristense en nuestras gestas libertarias, siempre rebeldes, prestas al combate que ennoblece su camino.

Esta mujer, enérgica, viril, y patriota, nos conduce al marco común de un pedazo de nuestra historia, por vivir la cotidianidad de los horribles momentos que le deparara el campamento de reconcentrados de la ciudad de Holguín.

Pronto el destino les hace madurar aún más su carácter, Juana su madre contrae el paludismo, las fiebres y la falta de atención médica hacen agravar la situación de la enferma, que cada día se consumía en su lecho, a su lado Antonia no dejaba de auxiliarla, de darle todo cuanto ella sabía que podía curarle, a los demás hermanos los reprimía severamente, no resistía el lagrimeo y los lamentos.

Una mañana de torrenciales aguaceros Juana muere, ya su padre no estaba entre ellos, era Antonia la guía del hogar, decidida preparó a su madre, no tenía caja para el enterramiento, bajo la influencia del tiempo, fue en busca de un carpintero que más tarde fue su esposo, este le fabricó el ataúd trasladándolo hasta la casa sobre sus propios hombros. Allí ante el cuadro doloroso de sus hermanos acomodó a su madre sin derramar una lágrima, fabricó las velas que iluminaron el rostro amarillento de su madre. Las flores eran pocas, la lluvia no dejaba de caer, fue necesario enyugar los bueyes y no podía esperar ayuda de nadie, el agua no dejaba salir y mucho menos andar por los caminos. Salió al patio y preparó la yunta con la carreta saliendo bajo la intensa lluvia hacia el cementerio, donde junto a sus hermanos le dio sepultura a su madre.

Otras etapas importantes de su vida

La guerra y su colaboración

La guerra de 1895, deja huellas en sus sentimientos patrióticos, contrae matrimonio a los 24 años con Jacobo Arensivia, carpintero de profesión y propietario de la finca Vegas de Pestán. Dedicada a la siembra y a la cría de ganado con una gran cantidad de montes firmes de maderas preciosas. Su posición económica mejoró considerablemente con esta relación matrimonial. Jacobo oriundo de Jiguaní estaba incorporado a las filas del ejército mambí, operando en la zona como recolector de víveres, bajo el mando del general Rabí, Jefe Militar del territorio el cual preparaba para recibir la columna invasora.

Doña Antonia apoyaba a su esposo con la preparación de la carne salada, la boruga, así como otros productos que llegaban de todas partes por ser su casa el punto de acopio donde se guardaban todas las provisiones. Luego eran distribuidas a los diferentes grupos mambises. De esta forma fue vinculándose con el Ejército Libertador por el cual como diría ella daba su propia vida.

Así Doña Antonia iba conformando su aval con el Ejército Libertador, hasta que el propio Rabí le agradeció todo en cuanto ella hacia en beneficio al ejército de la patria desde su humilde posición, elogios que no aceptó, púes consideró un deber hacer todo cuanto se permitiera, ya que su esposo pertenecía a ese glorioso ejército. Ese mismo día les extendió las ordenes de entrega de víveres, incluyendo los animales aportados por ellos a la causa. Documentos que firmó el propio Rabí como constancia de su colaboración desinteresada.

Los sentimientos patrióticos desarrollados en ella les permitían acariciar la idea de pelear frente al enemigo pero como le dijera su esposo: - Antonia nuestro deber es aquí, y debemos cumplir sino mueren nuestros compatriotas- esto lo comprendió, pero en sus ratos de soledad, tomaba entre sus manos la carabina y no dejaba en su imaginación un español con vida.

Columna invasora en Pestan

Para ella el paso de la columna invasora fue todo un acontecimiento, que afectó a toda su familia. Ya días antes de la llegada de Antonio a Vegas de Pestán todos los víveres y animales estaban listos para hacerlos llegar, 24 caballos y 42 reces, así como una gran cantidad de carne salada, varias tinajas de borugas y manteca de macho, viandas y granos. El traslado de los víveres y animales los hizo su hermano Manuel y su esposo Jacobo, incorporándose al traslado el padre de Manuel, Don Gil Arco. El mismo día 26 de Octubre de 1895 hicieron la entrega al campamento general allí establecido. Después de estar allí llegó Antonia con varias canecas conteniendo remedios caseros. Fue cuando pude ver a Antonio Maceo aún montado en su caballo.

Vegas de Pestán se convirtió en el centro patriótico de los vecinos del Cauto, allí llegaron de todas partes recibiendo la colaboración y el aporte de este pueblo la columna invasora, muchos hijos de este pueblo se incorporaron al Ejército Libertador en ese momento, oportunidad que desearon hasta las mujeres que no dejaron de colaborar en todo lo que se disponía. Al amanecer el 28 de Octubre de 1895 la columna sale de Vegas de Pestán rumbo a Tranquera. El 27 Doña Antonia no duerme, su casa es un trajín, Jacobo trasladando alimentos, llegadas de soldados y oficiales a los cuales les servía jarras de leche con canela bien caliente. El día estaba nublado y lluvioso, el fango casi no les permitía caminar. La caballería salió delante mientras la infantería les seguía, todos los vecinos les saludaban, fue un acontecimiento festivo, como ella lo describiera:

En la columna iba una banda de música tocando marchas, el camino me quedaba retirado, pasaba por la orilla del río, yo deje lo que estaba haciendo y fui hasta la misma orilla del camino, era impresionante ver tantos hombres con todo lo que servía para pelear en sus manos, el General Antonio pasó después con otro grupo de hombres.

El paso de la columna invasora dejó en Antonia los más gratos recuerdos colmados de sacrificios, esos que pasaron al anonimato, pero que sirvieron para darle fuerzas al ejército de la patria. Su brillante memoria le permitía hablar con precisión y claridad. Su voz firme no parecía de una anciana, esa risa encantadora que más bien se confundía con una mujer joven. Al recorrer Calixto García la región holguinera, después de rendir una jornada acampó en la finca Vegas de Pestán sobre la margen derecha del Cauto, propiedad de Jacobo Arencibia. Es allí donde se unen el gobierno de la revolución y el General José, que llegan el propio día 2 de junio de 1896.

Los sufrimientos de esta noble mujer llegan a incrementarse cuando la crecida devastadora del Cauto a principios de 1896. Las pérdidas del ganado y siembras fue un descalabro económico que más tarde trataron de resarcir. Este mismo año Doña Antonia se enfrenta a una de las más feroces sequías que duró hasta los finales del año 1896. El tifus, el cólera y otras epidemias diezman la población del valle del Cauto, que vivían la peor desolación. Las feroces riveras del Cauto de grandes follajes daban la impresión de estar barridas por un gran fuego, el río cortado por varias partes corría un hilo de agua. Esa inclemencia del tiempo obligó a la familia a emigrar para las zonas cercanas a Holguín, allí tuvo que mantener la familia tejiendo jabas y sombreros, ella misma buscaba los bultos de yarey, trasladándolos de tramo en tramo, cuando cargaba uno un buen trecho, regresaba y buscaba el otro, vendía corojos, el copito de su sombrero era su medida por 2 centavos, ofertaba un copito y así logró pasar los momentos difíciles de la gran sequía. Pero aún le faltaría una de las peores pruebas donde se pondría en juego su astucia de mujer luchadora.

De vuelta al terruño se encuentra las devastaciones realizadas por la sequía, esos inmensos montes daban la impresión de estar quemados, solo los jucarales mantenían algunas hojas, el guayacán, la caoba, el cedro, no resistieron el fuerte ataque de la naturaleza, como tampoco resistieron las personas las epidemias principalmente el tifus, la lucha en el seno familiar fue titánica, Rosa, su hermana enferma de esta epidemia. Antonia sufre como lentamente se destruye la belleza de esta cubana, el pelo caído, huesos y pellejos se observaban en la cama como ella misma describiera aquel cuadro dramático. Esto no era suficiente, en 1896 continuó castigando al campesinado cubano, el decreto criminal del General Valeriano Weyler ordena la reconcentración en las ciudades del hombre del campo. Era una decisión del gobernante de la colonia.

Muchos hombres y mujeres antes de ir a los centros urbanos se trasladaron a los territorios libres bajo la custodia de los revolucionarios, a causa de esta resolución se incrementan las fuerzas revolucionarias incorporándose las jóvenes al Ejército Libertador.

Reconcentración

Ante la terrible situación Doña Antonia junto a sus hermanas es reconcentrada para la ciudad de Holguín, lugar que le depara terribles momentos. Doña Julia nos da su testimonio de aquellos momentos vividos donde su hermana Antonia pasó a ser el ángel salvador de muchas personas y donde ella comprendió el valor del carácter de su hermana. La zona del Cauto fue peinada, nos afirma Julia Ramírez – no dejaron ser viviente sin echarles por delante, así recuerda Julia como los sacaron de sus casas y conducidos a pie hasta Holguín donde fueron reconcentrados todos los vecinos. Ellas tuvieron suerte por contar con una carreta y dos bueyes que fueron salvados de la terrible sequía, donde cargaron sus impedimentas y pudieron ir un poco cómodas.

Los caminos eran difíciles, solo el camino real de Cuba ofrecía mejor paso, este era el que entraba en la ciudad, mucha gente cargaron sus animalitos pensando que duraría mucho tiempo la invitación de Weyler, pero ya nosotros conocíamos las pretensiones españolas, muchos ignorantes hablaban de promesas hechas por las autoridades coloniales, mi hermana les alertaba, y hablaba sobre el final de la Guerra y el destino cruel que le deparaba España a los cubanos. Erguida y soberbia Antonia siempre nos decía –El español busca el miedo en los ojos del cubano porque eso les da a ellos más deseo de hacer sufrir, buscan las formas de humillarle, por eso yo nunca les temo a nada de eso. Doña Antonia llegó a discutir fuerte con los oficiales españoles y soldados, no permitió humillaciones y se llegó a ganar el prestigio y confianza del Capitán Jefe del campamento donde estábamos.

Doña Antonia se gana el apelativo entre los reconcentrados y españoles de ¨La toña¨, dicho por unos con respeto y cariño y por otros con miedo de no chocar con ella. Los días pasaron envolviendo a los infelices reconcentrados en las más terribles penurias entre ellas, la falta de agua, el hacinamiento, el hambre, la insalubridad que se respiraba por doquier, esto hacía difícil la vida, por lo que Doña Antonia salía cada día en busca de agua y alimentos, yerbas medicinales, que aliviaban el parasitismo, la malaria, entre otras epidemias, buscaba el comején que lo ardía por la noche para que el humo aliviara las plagas de mosquitos, y además servía para los pulmones recibir ese humo que contenía residuos de maderas, la miel de la tierra la buscaba, era una experta extrayéndola, todo lo ponía al servicio de los necesitados que eran muchos.

A los pocos días de estar allí la muerte reinó entre los concentrados, diariamente morían niños, ancianos, mujeres, hombres y jóvenes, por esta razón Doña Antonia protesta ante las autoridades sanitarias, ese día vio morir a una niña que la noche la había pasado con su manta entre las meñingas de caballo y las pestilencias de las orinas humanas, el llanto de su madre enardeció la soberbia mujer, sin decir palabras cruzó hasta el frente donde en cómoda casa de campaña un militar la recibe diciéndole que no hay medicamentos. La voz sonora resonó como una bofetada.

El sanitario buscó el vise político, la posición para enjuiciar una presunta mambisa que con seguridad pondría al revés la situación ya de hecho tensa.

Ese día Doña Antonia arrestada bajo la acusación de ofensas a la autoridad sanitaria, la conducen hasta la jefatura del capitán de la plaza, al llegar es saludada por el oficial con mucho respeto, ordenando sentarse, en ambiente familiar le pregunta que cuál es el problema de su pariente, esta última frase hizo efecto en el médico sanitario que se mantenía de pie.

Doña Antonia hizo referencia, a lo sucedido, dio los motivos por lo cual protestaba y se quejó del maltrato del sanitario, el cual trató de darle una connotación política al asunto lo que fue rechazada por el capitán mostrándole un diario Yanqui que hablaba de las condiciones infrahumanas de los reconcentrados.

Recuerda Julia cuando volvió de nuevo a la jefatura por salir sin permiso fuera de los parámetros del área de reconcentración: Antonia no paraba, siempre estaba en algo, atendiendo un enfermo, preparando comida, buscando comején, corojos, yarey para tejer, pero un día la sorprendieron cuando salió en busca del comején.

Fue a la jefatura y de nuevo salió victoriosa pues logró un pase oficial dado con toda confianza de las autoridades españolas, púes conocían como la Doña había levantado hasta personas con el tifus y eso ayudaba a las autoridades.

Traslado para vegas de Pestán

Recogimos las cosechas y todos los animales, teníamos dos mulas, tres caballos y una yunta de bueyes que el E.L.C, nos dejó en pago de nuestro servicio. En los cerones cargamos todo, salimos en horas de la madrugada, no dejamos ni el perro ese que era el guardián de Antonia. Llegamos por la noche a Pestán, Jacobo no estaba, hubo que preparar toda la cobija de la casa, era una ruina, al otro día Antonia fue con Manuel y picó el guano y cobijaron, ella no dejaba nada para luego.

Aunque de la suspensión de las hostilidades para Cuba, los patriotas continuaban golpeando al enemigo, todavía para el 17 de Abril de 1898 las órdenes del General García eran estrictas por lo que se continuaba tirando al enemigo, el objetivo del enemigo era falsear la verdad hacia el exterior, la zona del Cauto continuó en pie de lucha, en los campamentos reinaba la alegría, era evidente que los malos momentos terminarían. Jacobo ya estaba en casa para reconstruir su estabilidad económica y junto a Doña Antonia reanimó su finca, que no dejó de ser visitada continuamente por figuras relevantes de nuestro Ejército Libertador.

Doña Antonia continua su vida ayudando a su familia enfrentando la tuberculosis de su hermano Matías por el cual muchas personas la criticaban, que debía de sacarlo de su casa, a lo cual respondía: ayuda al bueno como yo que luché con tantos enfermos, a mi propio hermano no he de abandonarlo, este muere en esta casa, si se salva es en esta casa. Su hermano Matías murió derramándole un vómito de sangre en su pecho, abrazado a su noble hermana, que nunca le temió a su enfermedad.

Muerte de Doña Antonia

El 3 de Diciembre de 1966 a la edad de 95 años muere Doña Antonia Ramírez, ya muchos años antes había muerto su querido esposo Jacobo Arencibia quien les dejara la finca Vegas de Pestán. Su muerte constituyó un acontecimiento doloroso para toda su familia, la cual es una de las más numerosas del territorio por ser los Ramírez fundadores del poblado. En todos quedó el ejemplo de aquella mujer severa y dulce con un carisma capaz de ennoblecer al más fiera de los enemigos, su apego a la Patria la hizo una mambisa, siempre en sus plegarias y oraciones frente a la Virgen de la Caridad , rogaba por el bienestar de los cubanos, cuando sus bellos ojos azules se cerraron para siempre, allí junto al libro de oraciones dejó unas de sus poesías preferidas la cual convirtió, siendo una viejecita, en una oración en los momentos duros de la República. En honor a esta Cubana se transcribe de su copia la poesía a la Virgen, que es el reflejo de la auténtica cubana, de una mujer de su tiempo, que llamaba a la unidad del cubano en sus solitarios momentos de reflexión, prefiriendo hundir la Patria antes de claudicar.

Logros, contribuciones o aportes importantes

Los reconcentrados acostumbraban a desarrollar entre días un guateque, estos eran organizados por grupos familiares y de amigos, pero esto siempre fue visto por las autoridades como una colaboración de los reconcentrados con los mambises, además fueron motivos de reyertas entre los soldados españoles y las organizaciones del guateque. Según Doña Antonia con el ritmo del Nengón muy propio del Valle del Cauto, se cantaban letrillas insinuantes y ofensivas a la soldadesca española, además no se permitía que ninguna muchacha bailara con soldado alguno, ellos por la fuerza trataban de hacerlo, pero todo terminaba con la prohibición del guateque. En uno de estos, donde la Doña era la organizadora llegaron varios soldados y oficiales deseosos de un poco de entretenimiento, invitaron a Julia para bailar, ella se negó junto a otras jóvenes, los soldados un tanto violentos le fueron para encima tratando de besar y manosearla.

Realmente los guateques eran una contraseña para decirles a los mambises que podían atacar la zona, o que había salida de tropas, por eso el español vio que cuando el guateque sonaba detrás sucedía algo. Doña Antonia hace referencia en sus testimonios a familiares sobre las letras que ellas cantaban a ritmo de Nengón y las cuales ofendían.

El Nengón enseñado por Doña Antonia hoy forma parte de nuestro patrimonio cultural musical, teniendo el honor de conocer sus pasos enseñados por esta maravillosa mujer que aún viejecita enseño a su nieto el paso original de este baile propio del Cauto.

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Fuentes

  • Archivos personales del investigador e historiador del Municipio, Jorge Ramírez Rojas.

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