Batalla de Alia
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La batalla de Alia fue una batalla acaecida durante la primera invasión gala de Italia. La batalla tuvo lugar cerca del río Alia y terminó en una derrota del ejército de Roma. La derrota llevó al posterior saqueo de Roma por los galos. Según las versiones, la batalla pudo haber tenido lugar en el año 390 adC o en el 387 adC.
Antecedentes
Antes de la batalla, los galos invadieron la provincia etrusca de Siena y atacaron Clusium. Los clusianos, desbordados por el tamaño del ejército enemigo y por su ferocidad, pidieron ayuda a Roma, aunque no eran amigos ni aliados. Roma, por su parte, debilitada por guerras recientes, envió una delegación para investigar la situación.
Las negociaciones con los galos se rompieron, y Quinto Fabio, miembro de una poderosa familia patricia, mató a uno de los líderes galos. Los galos exigieron que la familia Fabia les fuese entregada para ajusticiarlos, pero los romanos no sólo se negaron sino que, según Tito Livio:Lo enfurecidos galos declararon la guerra a los romanos para vengarse del insulto que habían recibido, lo que se plasmó en la batalla de Alia y en el posterior saqueo de Roma.
El desastre romano
De acuerdo con la cronología tradicional establecida por Marco Terencio Varrón, la batalla habría tenido lugar el 18 de julio de 390 adC, aunque hoy en día se estima que la fecha más plausible sería en el año 387 adC. Se enfrentaron 40.000 romanos bajo el mando de Quinto Sulpicio contra los senones, una tribu gala que debía ser similar en número, comandada por Breno. Los romanos, con seis legiones, se asentaron en el Alia para poder vigilar el avance de los senones hacia Roma.
El ejército romano de la época era muy similar a una falange griega, con un despliegue táctico parecido. Se colocarían los hoplitas pesado en el centro (que serían, por su parte, los ciudadanos romanos más pudientes) y extendiéndose en los flancos con ciudadanos más pobres y peor equipados (cada soldado debía aportar su propio equipamiento para la guerra). Cuando los galos atacaron, los flancos romanos retrocedieron y dejaron expuesto al centro de la formación para ser rodeada y masacrada. Muchos de los ciudadanos más mayores formaban en el centro y serían echados en falta en la calamidad que sobrevendría después.
Los remanentes de las legiones huyeron de vuelta a Roma en estado de pánico. Tito Livio comenta que "todos corrieron a Roma y se refugiaron en el Capitolio sin antes cerrar las puertas." Los ciudadanos se refugiaron e hicieron fuertes en la colina Capitolina a dónde los galos, por su parte, intentaron sin éxito un ataque frontal, que se detuvo a medio camino hacia la colina gracias a la rápida reacción romana. Más tarde, en una carga directa, los galos sufrieron muchas bajas más.
Por entonces los soldados romanos de Veii necesitaban enviar un mensaje al Senado para poder reinstaurar a Marco Furio Camilo como dictador y general, por lo que un mensajero escaló un acantilado que los galos no vigilaban. El mensajero partió con la aprobación del Senado, pero los galos se dieron cuenta de este camino hacia la colina. Según la leyenda, Marco Manlio Capitolino fue alertado del ataque de los galos por el ganso sagrado de Juno. El resto de la ciudad fue saqueada y casi todos los escritos romanos fueron destruidos. Como resultado, toda la historia romana anterior a esta fecha es probablemente más leyenda que historia.
Marco Furio Camilo habría llegado con un ejército de liberación, si bien esto podría ser propaganda romana para ayudar a superar la humillación de la derrota. Los galos podrían no estar preparados para un asedio, y una epidemia haberse propagado entre ellos como resultado de no enterrar a los muertos. Breno y los romanos terminaron negociando un final del asedio cuando los romanos aceptaron a pagar unas mil libras de oro.
Según los relatos, y para añadir el insulto a la injuria, se dice que se descubrió que Breno usaba pesos falseados para medir el oro. Cuando los romanos se quejaron, se dice que Breno exclamó vae victis (sufrimiento para el vencido). En ese momento sería cuando Camilo llegó a Roma con el ejército y contestaría "No es oro, sino acero, lo que recupera la tierra", atacando y derrotando a los galos.
Recuperación y reformas
Se cree que no existía una verdadera muralla alrededor de la ciudad de Roma antes del saqueo de Roma llevado a cabo por los galos debido a que los gobernantes etruscos habían obligado a los romanos a desmantelar sus principales defensas. Como resultado de la casi total destrucción de Roma, se construyó las mucho más fuertes Murallas Servianas.Los romanos también comenzaron a reestructurar su organización militar.
Cesaron en el uso del estilo de la falange griega y adoptaron una mejor armadura, reemplazando el casco de bronce por uno de hierro que permitía rechazar mejor los ataques con espadas.Más tarde, tras las derrotas romanas en la segunda guerra samnita y dándose cuenta de la necesidad de una mayor flexibilidad en la formación, la legión fue reorganizada en tres líneas principales de soldados: los hastati en el frente, los princeps en el medio, y los triarii en la retaguardia.
Los hombres que hubiesen estado luchando en la legión hasta dos años formaban parte del rango de los Velites, en la parte más adelantada del ejército, y su labor era lanzar jabalinas al enemigo para luego retirarse. Los hombres más experimentados lucharían en los siguientes rangos con espadas cortas y un escudo. Finalmente los más veteranos, los triarii, estarían en la parte más retrasada e irían armados al estilo hoplita.Con ello, los romanos crearon un ejército que enseñaba a sus propios hombres.
Se podía introducir a los jóvenes Velites poco a poco en el arte de la guerra minimizando al mismo tiempo la probabilidad de muerte de los novatos.La derrota ante los galos supuso la última vez que la ciudad de Roma fuese capturada por fuerzas extranjeras hasta los últimos días del Imperio Romano, más de siete siglos más tarde. Sin embargo, esta catástrofe permaneció en la memoria de Roma durante generaciones y todos los años, en el aniversario del saqueo, los perros guardianes eran crucificados en la Colina Capitolina como castigo a su negligencia en alertar a las gentes de Roma de la incursión n gala. Los gansos capitolinos, por su parte, y en reconocimiento por haber sido la única advertencia del ataque, eran traídos a ver el espectáculo en cojines de color púrpura.
Fuentes
- Enciclopedia Cultural Editao por la Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana, México.