Batalla del Nilo
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Batalla del Nilo. Batalla naval entre las fuerzas de Inglaterra y Francia.
Sumario
Antecedentes
En numerosos consejos de guerra a bordo del Vanguard, durante la penosa travesía, Nelson había explicado hasta la saciedad a todos sus capitanes el plan de ataque en caso de encontrar al enemigo, en cualquier de sus formas o posiciones.
Desde el puerto de Alejandría, las tropas francesas desembarcadas habían vislumbrado, varias veces, el ir y venir de embarcaciones inglesas menores de reconocimiento y eran, por tanto, conscientes de que la flota británica podía aparecer en el horizonte en cualquier momento y lanzar un ataque.
Estos informes llegaron puntualmente al almirante Brueys D´Aigalliers en Aboukir, a 37 km de distancia. El almirante galo reforzó la posición de sus barcos y arrimó la cabeza de la línea lo máximo que pudo a aguas someras, con objeto de, en caso de aparecer la flota británica, frustrar su entrada tras la línea francesa por ese punto, pues era poco probable que lo intentase por la retaguardia, ya que de vuelta encontrada tendría el viento en proa y obligarla, así, a iniciar la acción por estribor.
Además, y como refuerzo defensivo, los galos montaron varias baterías en la isla de Aboukir, que incluían fuegos de mortero y cañones de grueso calibre, hacia la que apuntaba la línea de navíos, que, unido al castillo ya existente, suponía otro escollo para el avance de la flota inglesa por ese punto.
El Combate
La acción entre el Theseus, capitán Miller, que se emparejó con el Spartiate (futuro integrante de la línea inglesa en Trafalgar), fue de las más sangrientas. El navío británico se ensañó con el ya maltrecho Guerrier, al seguir las mismas aguas que sus predecesores, pero, cuando tuvo que maniobrar para evitar al Orion, un golpe de viento lo acercó más de lo que Miller hubiese deseado al Spartiate de Emerlau y éste le envió una salva de recepción mortífera que descuartizó a cinco marineros que operaban los cañones del castillo de proa y decapitó al teniente Hawkins. Parte de la arboladura se precipitó sobre el entrepuente y causó varias heridas a los que allí se encontraban, a pesar de las redes de protección.
Mientras todo esto sucedía por babor de la línea gala, Almirante Nelson, consciente de que los buques galos habían sido suficientemente castigados, llevó su buque en dirección al lado de estribor de la formación francesa, siendo el primero de los británicos en tomar esta derrota. Ese lado estaba prácticamente intacto, si acaso algún desperfecto en el Guerrier por los sucesivos ametrallamientos en hilera, pero los capitanes franceses veían como, debido a la mortandad en sus filas, una buena parte de las armas no podían ser utilizadas, al tener que repartir a sus tripulaciones entre ambos costados.
El Vanguard, que parecía un barco fantasma con su tripulación invisible desde la línea gala, se acercó en perpendicular a la aleta de proa del desmantelado barco francés, sin que éste pudiese efectuar un solo disparo. Con una suave brisa del noreste, la maniobra de aproximación del buque inglés duró más de 15 minutos y la visibilidad ya era muy escasa. En su paso sobre la línea francesa, el siguiente buque era el Conquerant, que se batía con el Goliath por babor.
Parte de las piezas de estribor del Conquerant vomitaron su carga sobre la arboladura del insignia inglés y provocaron la caída del mastelero de velacho y partió por la mitad el palo de trinquete. Emerlau, desde el castillo de popa del Spartiate, el siguiente barco francés, vio como el Vanguard encajaba su andanada aterradora que se llevaba por delante a 8 marinos y al capitán de infantería de marina Faddy. Hasta ese momento, el navío inglés no había abierto la boca.
Avanzaba por la vanguardia francesa lenta y deliberadamente. De repente, el Vanguard, que se había situado a medio cable en paralelo al Spartiate, descargó toda su artillería de estribor y arrancó casi todo la borda del castillo de proa. El barco francés devolvió el fuego y dejó la 1ª batería inglesa ciscada de cadáveres y contusos, así como el entrepuente, donde se podían contar hasta 20 cuerpos desintegrados, entre ellos los de los oficiales Seymour y Taylor, cuya cabeza fue lanzada por la borda de babor.
Una de las astillas arañó la frente del contralmirante inglés, desprendiéndola parcialmente sobre su ojo sano. Creyendo que la herida era mortal, la tripulación bajó a Nelson a la enfermería que, viendo una fila interminable de heridos que esperaban a ser atendidos, insistió en aguardar su turno. Allí, el cirujano certificó que se trataba de un rasguño y no había afectado al cráneo. Berry, segundo al mando de Nelson, veía como el siguiente barco inglés, el Minotaur, al mando de Thomas Louis, estaba a punto de prolongarse al Aquilón de Thevenard y podría aliviar un poco su situación entre dos fuegos, pues aquél ya había infligido un severo daño a la proa del Vanguard, cuando se puso a tiro de sus cañones del castillo.
Cuando el Minotaur se prolongó al Aquilón, el barco inglés llevó, inicialmente, la peor parte, tras recibir el impacto de lleno de 35 cañones disparados al unísono en la andanada francesa más certera de toda la batalla, ya que, la mitad de los marineros fueron arrasados de sus cubiertas, dejando casi al pairo al barco, después de 15 minutos de intercambio de fuego. Además, una segunda ráfaga destrozó a 18 marinos de la batería principal, además de acabar con la vida del teniente de infantería de marina Kirchner y al clérigo ayudante Walters. El desplome de la arboladura hirió de gravedad al teniente Irwin y al teniente de marines Jewell.
Una astilla se clavó en el brazo del segundo clérigo Thomas Foxten y una bala de cañón segó el pié derecho del guarda marina Martín Wills. Sin embargo, la última andanada de este intercambio fue demoledora para el Aquilón, ya que cuando los cañones del Minotaur se recuperaron de la conmoción y devolvieron el fuego, convirtieron los puentes del bajel galo en una carnicería y arrancó de cuajo el mascarón de proa.
El Defence de John Payton seguía de cerca al Minotaur y se emparejó con el Peuple, que ya había sido castigado por babor por el Orion. Sin embargo y, ante la llegada de un nuevo enemigo por estribor, el buque francés ametralló al barco de Payton, que vio como su casco era agujereado en la aleta de estribor, amén de despedazar a cuatro marinos en las inmediaciones del palo mayor. Por su parte, el navío de Payton, que todavía no había contribuido a la humareda con sus cañones, y una vez que su proa estuvo a medio cable de la popa del Peuple, iluminó el atardecer egipcio mediante la descarga de toda su artillería sobre el ya agujereado casco del buque galo, que quedó ligeramente escorado, haciendo agua por ambos costados.
Aprovechando la incipiente oscuridad y con su farol de proa apagado, el Leander de Thomas Thompson maniobró, casi abarloándose con su hermano Defence, para situarse en la aleta de popa del Peuple. Los cañones guardatimones de éste aullaron al unísono con los del alcázar y la arboladura anterior del Leander quedó hecha trizas. Thompson, que hasta ese momento se congratulaba porque ninguno de sus hombres había sido herido, quedó aterrado al ver como una de las vergas y el mastelero de velacho aplastaban a 5 marinos en la cubierta.
Pero el buque británico había conseguido su propósito y estaba ahora casi perpendicular al Peuple, por estribor a tiro de pistola, y al Franklin, por babor. A pesar de ser sólo 20, cuando sus armas del costado derecho vomitaron la carga, convirtieron la galería de popa del navío galo en un montón de escombros; astillas y cristales atravesaron raudos el puente inferior, acuchillando las figuras, algunas de ellas ya moribundas, que apenas se veían en una completa oscuridad, tras haber despedazado todos los faroles.
En este momento de la batalla, tras haber sido ametrallado por ambos costados durante casi dos horas ininterrumpidamente y sin poder cortar sus cables para evitar el castigo, en las baterías del Peuple se hacinaban los muertos, principalmente en la primera, y los heridos emitían horribles quejidos que sólo eran apagados con cada nueva andanada. El Leander, al disparar de enfilada, no hizo más que rematar las pocas esperanzas de este buque al que no le quedaba un solo palo donde izar la tricolor. Fue uno de los primeros en rendirse.
Gillet, capitán del Franklin, tras ver el desarrollo del plan de ataque británico, había saturado de cañones el castillo de proa y, cuando el Leander se ensañaba con el Peuple, sostuvo el fuego unos instantes hasta que los destellos de los fogonazos de éste le indicaron dónde se encontraba. Entonces, 12 bolas de hierro propulsadas a una velocidad infernal, segaron por completo la arboladura del navío inglés. Mientras, el contralmirante Blanquet de Chayla, que enarbolaba su insignia en el 80 cañones francés, ordenaba que las piezas de estribor estuviesen preparadas, al ver la aproximación del siguiente buque británico, el Swiftsure de Benjamín Hallowell, que navegaba casi en paralelo a babor del Leander.
Siguiendo órdenes específicas de Nelson, sus navíos sólo llevaban encendidos los faroles de popa, para servirse de guía unos a otros y dificultar al máximo su localización al enemigo. Cuando el Leander perforó la línea francesa, Hallowell dirigió su proa directamente hacia la aleta de popa del Franklin, maniobra en la que invirtió apenas 9 minutos. Prácticamente noche cerrada, los navíos se aproximaban en silencio a sus enemigos y su presencia era sólo advertida por la luz cegadora de la deflagración de las andanadas.
El Swiftsure todavía no había hecho un disparo cuando los 35 cañones de estribor del insignia de Chayla fueron descargados, perforando su proa y desmembrando a tres infantes de marina, el palo de trinquete salió despedido, el bauprés quedó reducido a un muñón y el mascarón de proa desfigurado. El navío británico vaciló en su acercamiento debido al efecto monstruoso de la siguiente andanada del Franklin, que conservaba intacto su poder artillero. La dirección del viento impidió a aquél un acercamiento por la aleta. Cuando la proa del barco de Hallowell se hallaba a menos de medio cable por estribor, encajó una ráfaga mortífera que arrasó a cuatro marineros en la primera batería e hirió a otros 15, 4 de ellos de gravedad, como resultado de diversas amputaciones, entre ellas, la de la mano derecha del guardia marina Smith.
Pero la consecuencia más dramática para el lado británico, por haber atacado una fuerte línea cerrada, quedó patente a bordo del HMS Bellephoron, capitán Darby. Según el plan diseñado por Nelson, sus barcos, uno por uno, debían atacar sucesivamente la flota francesa empezando por la vanguardia. El navío de Henry Darby venía justo detrás del Defence y tuvo que ceder el paso a los más rápidos Swiftsure y Leander, que había hecho una aproximación casi perpendicular, mientras que los primeros que se acercaron por estribor de la línea gala habían descrito una trayectoria en 90º para evitar, en lo posible, los ametrallamientos en hilera.Cuando el comandante en jefe de la flota francesa se enteró de su designación para ayudar a transportar al ejército de invasión a Egipto, supo que debería albergar en su navío a Napoleón. Reservó su camarote más lujoso para alojar al general Bonaparte durante la travesía desde Toulon.
Imitando a sus predecesores, el Bellerophon se aproximaba mudo y sombrío. El Guerrier y el Conquerant, al principio de la línea ya habían arriado bandera y sólo se oían algunos cañonazos en el tercer y cuarto emparejamiento, por lo que el capitán del insignia francés, Gantaume, se hallaba con el catalejo sellado al ojo derecho. Cuando el juanete anterior del buque inglés delató su presencia, el capitán hizo una señal con el brazo y, segundos después, un estruendo espantoso rasgó la noche africana.
A pesar de encontrarse a más de un cable, la madera de la aleta de proa del Bellerophon quedó completamente desecha y su entrepuente sembrado de cuerpos mutilados, entre ellos el del teniente de marines Robert Savage. El buque inglés, sin embargo, ya tenía amartillados todos sus cañones de estribor. Gracias a la iluminación momentánea, ubicó al gigante galo y, cuando no había pasado un minuto, soltó una andanada que acribilló parcialmente su casco, desmontando algunas piezas en el puente inferior. Las baterías del navío francés dispararon de nuevo.
La contestación del L´Orient supuso una carnicería en el barco de Darby, además de desarbolarlo casi completamente. En este intercambio de metralla, el inglés recibió la peor parte, pues a los 20 minutos se hallaba a la deriva, y se acercó a tiro de pistola involuntariamente. Con la mitad de su tripulación fuera de combate y el propio Darby herido de gravedad, el Bellerophon era ahora un blanco casi inmóvil. Dos ráfagas más del barco francés a bocajarro lo dejaron raso como un pontón.
De sus 590 hombres, casi doscientos habían sido inutilizados, de los cuales 50 yacían inertes en las cubiertas. Los cuerpos de los tenientes Watson Launder y Geroge Joliffe estaban destrozados y el clérigo Thomas Ellison se había desangrado tras un cañonazo en la ingle. Sin posibilidad de maniobra y con sus cubiertas encharcadas de sangre, el buque inglés era un enorme casco a la deriva.El capitán Ball, desde el castillo del Alexander, tuvo que ord enar reducir aparejo para no colisionar con el Bellerophon, que abandonaba la lucha completamente desmantelado.
El Alexander venía a todo trapo en auxilio de su hermano y, cuando su proa se encontraba a menos de un cable del insignia francés, sufrió una rociada de consecuencias sangrientas. De los 55 cañones que montaba el L´Orient por estribor, todavía estaban útiles 45, el resto había sido silenciado por las baterías del Bellerophon.
Sin embargo, todos estos fogonazos estaban indicando al buque inglés la posición exacta de la popa del L´Orient. El Alexander consiguió situarse de enfilada y descargó 30 balazos dobles que arruinaron la galería trasera y parte de la metralla hirió al almirante D´Aigailliers en el tórax. En menos de 3 minutos, otra andanada sembró de cadáveres la primera batería y mató al capitán Casabianca, cuyo hijo de diez años se encontraba a bordo. En estos momentos el insignia estaba siendo ametrallado por dos buques enemigos, siendo el otro el Swiftsure que se había situado perpendicular a su proa. Una nueva descarga del Alexander, que había anclado casi a toca penoles, provocaron un pequeño fuego en la toldilla.
Mientras todo esto sucedía a estribor de la línea francesa, el Leander había conseguido pasar a babor, después de haber contribuido a la rendición del Peuple Souverain, y, junto con el Orion, acribillaron el costado izquierdo del Franklin y se dirigían ahora sobre el L´Orient. El capitán del Leander, Thompson, ordenó concentrar su artillería en la popa, donde se había declarado el incendio, para evitar que la tripulación pudiese extinguirlo. En menos de dos minutos, y tras pequeñas explosiones de cubos de material inflamable, las llamas devoraban el palo de mesana y el fuego se extendió por toda la popa. Una ráfaga servida por el Swiftsure desmontó todos los cañones del castillo de proa y atravesó la cintura del almirante D´Aigailliers, que se desplomó partido en dos. A las 9.45, el fuego adquirió proporciones enormes y la noche egipcia se iluminó como consecuencia de la gigantesca tea que era ahora el L´Orient.
Resultado
Casi todos los botes estaban desechos por los cañonazos y a bordo se encontraban 400 hombres todavía con vida. Los navíos de las inmediaciones se esforzaban por alejarse, pues la deflagración era inminente, mientras la tripulaciones humedecían el aparejo. El capitán Ganteaume, futuro almirante de la flota de Brest, ignorando las normas de evacuación caballeresca, se lanzó al agua y nadó hasta la fragata Artemise; 70 hombres siguieron su ejemplo.
Ganteaume sería quien, en octubre de 1799, llevaría a Napoleón de vuelta a Francia en la fragata La Muiron. Nelson, todavía en la enfermería, fue enviado a buscar para presenciar el espectáculo. Los cañonazos cesaron momentáneamente y toda la atención se centró en la mitad de la línea francesa. A las 9.55, una apocalíptica explosión, audible en Rosetta a 40 km de distancia, dejó sordos por un momento a todos los que observaban. El resplandor se vio en Alejandría, a 37 km al oeste. La onda expansiva abrasó parte del velamen del Leander. Segundos después, una lluvia de escombros y astillas apuñalaron la bahía.
Uno de los masteleros, todavía en llamas, cayó sobre el Alexander, iniciándose un pequeño fuego que fue extinguido rápidamente. Vísceras y extremidades se precipitaron al interior de los navíos. Las aguas se tiñeron de rojo, donde empezaban a ser visibles algunas aletas de escualo. El carbonizado palo de mesana fue hallado en la playa, a casi un kilómetro, mientras que el palo mayor se desintegró, parte cayó en el Swiftsure y el capitán Hallowell lo convirtió en un ataúd que regaló a Nelson. El timón, de más de 15 toneladas, apareció flotando a más de un kilómetro.Después de la conmoción, se inició una frenética recogida de náufragos.
Los 40 cañones de estribor del Tonnant habían descerrajado varias andanadas deletéreas sobre el Majestic antes de que el capitán Thouars, en un lugar privilegiado, hubiese presenciado horrorizado la hecatombe del buque insignia. La última de ellas se había llevado por delante a vida del capitán Westcott, del guardia marina Ford y del timonel Gilmour, así como a 30 marineros.
Pero la respuesta del buque inglés no se hizo esperar. Una ráfaga a bocajarro arrancó de cuajo las piernas al capitán Thouars. Aplicados dos torniquetes in situ, el oficial insistió en que lo subieran a un barril de cereal para seguir el combate desde allí, murió desangrado a los pocos minutos, pero antes ordenó que la bandera fuera clavada al palo mayor y no rendida. La siguiente salva del Majestic redujo la primera batería del barco galo a un montón de carne desecha. La réplica gala hirió de gravedad a los guarda marinas Seaward y Royle y al ayudante del capitán, Overton. Ya en la madrugada del día dos, el Tonnant había sido capturado.
Nelson, ya recuperado de su herida, mandó que los últimos barcos franceses, el Guillaume Tell, Genereux y Timoleon fueses cañoneados cuando empezaba a despuntar el día. Durante la batalla, estos tres barcos habían visto las señales emitidas desde el buque insignia que ordenaban apoyar la vanguardia y el centro de la línea. Villeneuve, futuro comandante en jefe de la combinada en Trafalgar y que volaba su insignia en el primero, había hecho caso omiso, ya fuese porque tenía el viento en contra y por cualquier otra razón. Ante la horrible visión que se extendía ante sus ojos, con la bahía salpicada de cuerpos desmembrados, Villeneuve cortó sus cables y ordenó a los otros barcos que le siguieran, así como a la fragata Diana y Justice. El propio Nelson dijo:
El Timoleon fue capturado e incendiado, pero los demás consiguieron huir.
El buque inglés navegaba renqueante y pronto se dio cuenta que la huída era inútil. Una hora más tarde el Genereux se hallaba a menos de un kilómetro. En ese momento, el navío británico empezó a disparar sobre el francés. Joille devolvió el fuego y varios balazos perforaron su casco. El bajel inglés había reducido completamente el aparejo y se había puesto de costado ante la aproximación inminente del Genereux, que enarbolaba visiblemente la tricolor francesa en el palo mayor. A las 9.30 su costado de estribor se hallaba a menos de dos cables y empezó un cañoneo ensordecedor. El buque inglés resultó ser el Leander, de 50 cañones, capitán Thompson, en el que iba el capitán Berry con los despachos oficiales de Nelson sobre la batalla y se dirigía a Gibraltar.
Superviviente de su enfrentamiento con el L´Orient, el Leander distaba mucho de ser rival para el Genereux (74), intacto en sus baterías y velamen. Joille había presenciado toda la acción desde su posición al final de la línea francesa y no llegó a disparar un solo tiro, mientras que el Leander se había batido con varios buques galos y estaba falto de muchos masteleros y vergas y tenía varios cables pasados a balazos. Consciente de esto, Joille se acercó a tiro de pistola y bombardeó sin piedad al ya maltrecho Leander. Éste devolvía el fuego como podía. Al cabo de media hora, el buque inglés empezó a derivar.
Con un tercio menos de su tripulación tras la batalla del día 1, el servicio de las piezas estaba considerablemente desatendido. El Genereux buscó mayor proximidad para culminar su captura mediante un abordaje. En ese momento, desde el barco inglés, que ya llevaba algún tiempo silenciado, se solicitó el cese del fuego. En sus cubiertas yacían 24 marinos muertos, así como 8 guarda marinas y casi 60 heridos, 15 de ellos con amputaciones severas. Antes del mediodía, el Leander era rendido y los oficiales supervivientes transbordados al Genereux. Los despachos dirigidos al almirantazgo fueron incautados, lo que retrasó considerablemente la llegada de tan dichosas noticias a la Gran Bretaña.
Final de la Campaña
Al final de la campaña de Aboukir, los británicos tuvieron en torno a 1.000 bajas, con cerca de 400 muertos. La escuadra de Brueys cerca de 1.500 muertos y 2.000 heridos, además de 3.000 prisioneros que fueron devueltos al comandante del puerto de Alejandría, ya que la flota británica no podía atenderlos.Los franceses tuvieron 9 navíos y 2 fragatas apresados, un navío explotado (L'Orient) y sólo 3 pudieron escapar con las otras dos fragatas.
De los capturados los Guerrier, Conquérant, Spartiate, Aquilon, y Tonnant estaban completamente desmantelados; El Peuple-Souverain conservaba sólo el palo de mesana, y el Franklin, su trinquete, pero sus cascos no estaban mucho mejor que los demás buques apresados. En cuanto al Mercure y el Heureux sólo estaban ligeramente dañados ya que había quedado varados y tras remolcarlos se encontraban en magnificas condiciones.
Los británicos no perdieron ningún buque y sólo el Bellerophon estaba completamente desarbolado. El resto sufrió la pérdida de algún palo, verga o mastelero. Las bajas son muy inciertas en las francesas, ya que hay fuentes que dan cerca de 2.000 muertos y heridos y otras lo elevan a 5.000. Murieron, eso sí está confirmado, el almirante en jefe, dos comandantes de buque, y seis de los siete restantes heridos, además del Contralmirante Blanquet, que también resultó herido. Uno de los comandantes muertos, el capitán Du Petit-Thouars, del Tonnant, tuvo una muerte con unos sufrimientos terribles, pero no por ello dejó de tener una conducta admirable. Perdió primeramente las dos piernas y luego un brazo, y hasta el final de su muerte no paró de decir a sus subordinados que no rindieran el buque.