Cordófonos en Cuba
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Los Cordófonos constituyen una clase instrumental de especial significación en la Música folclórico-popular cubana a causa del lugar que ocupan en la realización melódica y armónica de géneros de la más amplia difusión nacional, como el Son y el Punto campesino.
Su presencia está caracterizada por la existencia de solo cinco especies instrumentales: Tumbandera, Guitarra, Laúd, tres y Cuatro. La primera, cordófono compuesto del grupo de las Arpas, de una sola cuerda, está prácticamente en desuso y su tipología no resulta caracterizadora de los cordófonos cubanos. Desempeñó un importante papel como instrumento de función rítmico-armónica en antiguos conjuntos de punto y son. Hoy día, solo posee cierta vigencia entre haitianos y sus descendientes.
Descripción
Predomina la tipología de los Cordófonos compuestos del grupo de los Laúdes. Tienen como antecedente histórico y morfológico la familia de los laúdes y la Guitarra española, desarrollados en Cuba -como en otros pueblos americanos- con variantes diversas a partir del número y la forma de presentar sus órdenes de cuerdas. Es importante notar que, con excepción de la guitarra en los demás cordófonos de este grupo resulta peculiar el uso de órdenes dobles en el encordado. Estos cordófonos de punteado presentan algunas variantes tipológicas establecidas a partir de las diversas formas en la caja de resonancia y la disposición simple, doble o triple de los órdenes de cuerda.
Terminología
Para denominar los instrumentos de esta clase se aplican en general vocablos en castellano, aunque en el caso del Monocorde existen términos derivados del Créole Haitiano. En los cordófonos de punteado persiste el uso de los vocablos que identificaron los modelos originales en España – Laúd y Guitarra-, mientras los restantes instrumentos reciben sus nombres de acuerdo con los órdenes de cuerdas que poseen y los caracterizan –Tres y Cuatro-.
Construcción
La construcción de la Tumbandera resulta escasa circunstancial; sin embargo, en cuanto a los cordófonos de punteado son numerosos los Artesanos que han creado y transmitido toda una tradición constructiva. En esta vertiente tuvo una especial trascendencia el establecimiento en Cuba, desde el período colonial, de casas constructoras españolas que se incrementaron durante la etapa republicana. En estas casas se confeccionaban en especial Guitarras, pero las experiencias de los más sobresalientes constructores sentaron pauta válidas para la práctica constructiva del resto de los cordófonos cubanos.
Tales modelos constructivos sirvieron como patrones básicos para la creación de instrumentos más rústicos, por los artesanos de las zonas rurales del país, al desarrollarse una técnica empírica de confección que responde a las características, gustos y necesidades de cada constructor; se ha dado solución así a las necesidades de autoconsumo, con materiales que sustituyen los tradicionalmente empleados. Por otra parte, algunos artesanos populares, en el medio urbano, han creado pequeños talleres donde se construyen y reparan instrumentos con métodos artesanales empíricos, pero que logaran una excelente factura. Otros constructores se han vinculado con talleres donde se produce en serie o confeccionan algunos ejemplares únicos, considerados de concierto. Los artesanos realizan, además, múltiples adaptaciones para la conversión de un tipo de cordófono en otro.
Generalmente se utilizan guitarras para adaptarse al tres –la popularmente conocida como la guitarras-tres-, cuatro y algunos laúdes. Esta conversión se lleva acabo añadiendo una Baticola o Sobrepuente en el extremo de la caja de resonancia, asentada sobre ésta y reordenando las seis cuerdas en tres ordenes pares, en el tres; se realizan las trasformaciones en el Clavijero para añadir las cuerdas necesarias y obtener el Cuatro y el Laúd. Para esta adaptación se necesita también acortar el Diapasón mediante una Cejilla, la cual puede ser de fabricación industrial o confeccionada artesanalmente con medios ocasionales, como pueden ser un listoncito de madera, un pedazo de lápiz o de cable y otros.
Son muy variadas las especies maderables que aporta la flora cubana para la construcción de los cordófonos tradicionales y resulta común la selección de diversos tipos de madera usados en cada una de las partes, tomándose en consideración sus propiedades para emplearlas en una u otra función. Al valorar las especificidades observables en cada una de las especies de cordófonos de punteado, se destacan el Cedro y el Pino como las maderas de mayor utilidad y más recurrentes en todos los instrumentos. Los Trastes se confeccionan de Planchuelas de cobre (o cable de ese mismo material), bronce o acero-níquel. También de aleaciones de base de plata o alpaca, latón y otros metales no muy duros. Las herramientas utilizadas en la construcción son en general similares a las de los Carpinteros y Ebanistas, aunque también dependen de las posibilidades y la creatividad individuales de cada artesano. De esta manera, puede aparecer solo el uso de aditamentos manuales, como las Gramillas, Serrucho, Cepillo, Segueta, Lima, Escuadra, Barrenas, Trinchas y la combinación de estos implementos con otros mecánicos, como El taladro eléctrico, las Sierras sinfín y Circular, la Garlopa eléctrica y el Plato de Lija, entre otros. Lo más usual es que cada una de las secciones de estos instrumentos se confeccione artesanalmente por separado, pero algunas, como el clavijero, los trastes y las cuerdas son de fabricación industrial y pueden comprarse en el mercado.
Ante la dificultad de adquisición, sobre todo de las cuerdas y, en especial, de las metálicas utilizadas en el laúd, tres y cuatro, se han aplicado numerosos métodos para la elaboración artesanal. Para estos fines sirven diversos tipos de alambre: de cables eléctricos, de equipos automotores y quizás otras vías que muestran el ingenio popular. Asimismo, con el fin de procesar estos materiales, sobre todo en lo concerniente al entorchado, se usan pequeñas máquinas diseñadas al efecto. La unión de todas las partes se realiza mediante el encolado con pegamentos diversos, pero preferentemente con la llamada Cola perla, Cola blanca o Cola triturada bien licuada. En algunos casos, y de acuerdo con tradiciones constructivas locales o preferencias individuales, la cola se mezcla con otras sustancias, como el ajo, que le imprime cualidades de resistencia.
Para hacer el ensamblaje de las piezas se prefieren las horas del mediodía de un día soleado, pues por las condiciones de alto índice de humedad de nuestro país, las colas tienden a reblandecerse y no pegan. Una tendencia que va cobrando auge y es producto de la búsqueda de modernidad en la morfología externa, en la calidad tímbricas, en el volumen sonoro y, por supuesto, en la actualización de los repertorios, es aquella que aborda la electrificación de los cordófonos acústicos tradicionales y la confección de guitarras, tres y cuatro eléctricos. En este caso se mantienen las características morfológicas externas de los instrumentos acústicos a los que se les añaden aditamentos electrónicos muy simples, adaptados por los propios artesanos o por técnicos de otras esferas productivas. Habitualmente se fija a la boca de la caja de resonancia un micrófono de contacto confeccionado con piezas y accesorios de diversa procedencia, como imanes, transductores de teléfonos, enrollados de alambres y resistencias hechas con cables de bobina de automóviles.
En el aro lateral inferior o en la tapa de la caja de resonancia se realiza un orificio o Jack en el cual se conecta el Plug y el cable para la amplificación. La construcción de instrumentos propiamente Electrófonos, aunque creciente, no está extendida. La mayor parte de los instrumentos hechos artesanalmente sobre esta concepción –ante todo, guitarras, tres y cuatro- se realizan a partir de modelos ya establecidos por la industria; sobre todo, de guitarras eléctricas. La forma de estos instrumentos mantiene la figura de ocho y las partes distintivas de los cordófonos, pero con la caja de resonancia más delgada. La caja se confecciona con maderas cubanas, principalmente el cedro, y la caja es enteriza.
Para el diapasón utilizan láminas de plástico u otros materiales aislantes y diversas piezas pare el funcionamiento: transductores electromagnéticos para la trasformación de las vibraciones eléctricas, dispositivos para reguilar la intensidad del sonido, la toma de la corriente eléctrica y la amplificación. Todos los cordófonos electrificados tienen cuerda de acero. Junto con la confección de los cordófonos eléctricos y electrófonos también se hacen artesanalmente amplificadores y vocinas, para las cuales sirven desde radios de baterías hasta adaptaciones de equipos de audio y otros objetos electrodomésticos en desuso.
Ejecución
La ejecución de todos los Cordófonos de punteado tradicionales resulta algo semejante. La forma de pulsar las cuerdas se caracteriza por el empleo o combinación de la pulsación con la yema de los dedos de la mano diestra y la pulsación en el Plectro, denominado popularmente Púa, Uña o Pluma, sostenida entre los dedos índice y pulgar de la misma mano. Los toques más comunes son el punteado, destinado a resaltar los diseños melódicos, y el rayado, típico de los acompañamientos Rítmico-armónicos de los géneros populares cubanos. Las propiedades acústicas de los cuatro cordófonos de punteado se caracterizan por niveles de intensidad sonora relativamente fuertes en la ejecución de las cuerdas al aire y un rango espectral que abarca de 125 Hz a 6 kHz, aproximadamente.
El tiempo de caída de los sonidos varía con el empleo o no de cuerdas entrochadas. Estas últimas, con un mayor nivel de resonancia, se usan habitualmente en las cuerdas más graves.
Función social y musical
Sus posibilidades tímbricas y de ejecución resultan amplias, de ahí su participación fundamental como instrumentos acompañantes dentro de la cancionistica popular y en los diversos conjuntos de las agrupaciones de punto y son, aunque también suelen asumir de manera particular, ya se trate de una u otra especie, funciones de desarrollo melódico, improvisatorio y de énfasis rítmico.
La función musical –sobre todo, del Tres y el Laúd en Cuba-, se ha ampliado y profesionalizado a partir de la incorporación a los conjuntos de música popular profesional y de concierto. Nos referimos brevemente al empleo en Cuba de la Mandolina, Cordófono de origen Europeo de la familia de los laúdes. Se tienen referencias suyas en el país desde el Siglo XIX, traída desde España. En esta etapa servía como instrumento solista para realizar melodías líricas en Serenatas y Veladas de salón. Desde las primeras décadas del pasado Siglo XX, la mandolina constituye el principal instrumento de pulsado en las estudiantinas, agrupaciones integradas por guitarras, mandolinas, Bandurrias y Banjo. Estos Conjuntos de cuerdas fueron muy populares y típicos de los Liceos y Sociedades regionales hispánicas en todo el país, pero fundamentalmente en la porción centro-occidental. Interpretaban canciones, danzas tradicionales y pasodobles, en los cuales la mandolina llevaba la línea melódica en el plano más agudo del conjunto. Este cordófono se ejecuta con Plectro y su función melódica es caracterizada por el toque de trémolo.
Aunque existen ejemplares con seis ordenes pares, la más común en nuestro país es la llamada napolitana, con cuatro órdenes dobles en su encordadura. El instrumento se afina por 5tas. Sol (3), re (4), la (4), mi (5); su efecto sonoro es de una 8va baja. La caja de la mandolina siempre se ha distinguido por su riqueza decorativa, con obras de marquetería en maderas preciosas y nácar, y por su forma de pera con el fondo abombado o cóncavo; no obstante, en los ejemplares cubanos se aprecia un predominio del fondo plano, lo cual facilita la ejecución. La amplia difusión y uso de la mandolina se trasladó en alguna medida hacia la práctica de la música folclórico-popular, como sustitutivo del laúd para el acompañamiento del campesino, especialmente en ejecutantes muy virtuosos.
La práctica popular también puso a la mandolina en manos de los constructores y reparadores de cordófonos, que han reparado ejemplares de Luthiers europeos con maderas cubanas. Actualmente existe la práctica del punto con mandolina en casos aislados en Camagüey y Ciudad de la Habana. Los conjuntos instrumentales de la música popular profesional y, en especial, las Charangas y los Septetos, sirvieron de modelo desde las primeras décadas del siglo XX para la adopción en el punto y el son de cordófonos, como el Violín y el Contrabajo.
Aunque no hay una tradición constructiva artesanal para estos instrumentos, algunos constructores aislados han abordado su elaboración en sus talleres siguiendo los patrones de ejemplares importados. Fernando Ortiz se refiere al empleo y construcción de arcos Monocordes y violines rústicos en la música popular urbana de las décadas 40 y 50, pero no especifica qué géneros o manifestaciones musicales se realizaban con estos instrumentos. Sobre los materiales y morfología de tales cordófonos apuntó: “En La Habana contemporánea varias veces hemos visto instrumentos muy simples a modo de violines embrionarios, tocados por morenos que con ellos “se buscaban la vida” mediante su música (…) Francisco Jiménez (fue) creador de un pintoresco violín, hecho con penca de guano, tapas de cerveza y otros accesorios igualmente ilógicos (…) Otro violín monocorde de Cuba hemos visto en 1945, hecho de una latica cuadrangular de las que se usan para el envase de aceite”(1952-195, v. V: 137).
De esta manera describió estos instrumentos observados en La Habana, y posiblemente existieran desde hace mucho antes como acompañantes de Trovadores ambulantes que también participaban del ambiente musical rural. El uso del violín se aprecia en el punto parranda y, ocasionalmente, en el son; también se asocia a la presencia de la población haitiana y jamaicana que ejecutan algunas de sus manifestaciones musicales –Merengue, Fox trot, Round dance, Minué y otras- con este instrumento en zonas de Ciego de Ávila, Camagüey, Holguín, Santiago de Cuba y Guantánamo. En la región más occidental y en la Isla de la Juventud se conoció de su empleo años atrás como acompañamiento del punto campesino; en el territorio pinero era común verlo entre los asentamientos de caimaneros que poblaron, sobre todo, la región sur de esta isla, para acompañar aires de danzas. En todos los casos desempeñaba una función esencial melódica. Algunos ejemplares fueron traídos por sus ejecutantes desde otros pueblos del Caribe o desde España.
El momento de mayor auge en su uso, en la esfera, en la esfera folclórico-popular, coincidió con la proliferación de las orquestas danzoneras alrededor de la década del 20 del siglo XX. Hoy día principalmente en zonas urbanas del occidente del país, participa en los llamados conjuntos de violines espirituales, para las celebraciones religiosas asociadas a la santería y a las diversas manifestaciones del espiritismo cruzado. Estos conjuntos instrumentales, cuyo nombre se deriva de la presencia de estos cordófonos, están formados por uno o más violines, a veces una viola, una o dos guitarras. Suelen añadirse algunos idiófonos, membranófonos y aerófonos –en este último caso resulta común el empleo del acordeón-, pero todos de incorporación circunstancial.
Los violines se ejecutan comúnmente por músicos que integran agrupaciones profesionales y que usan sus instrumentos para estos efectos. En los conjuntos de son, el contrabajo aparece como una forma de modernizarlos y ofrecer una mejor calidad sonora, tímbricas y funcional que superar la que ofrecía la marímbula y la botija, y hasta la ancestral tumbadora. En la década del 60 del pasado siglo, comienza a incorporarse a algunos conjuntos de punto campesino. En los trabajos de campo se han visto ejemplares artesanales realizados en Cedro, en los cuales se han aplicado técnicas constructivas propias de Carpinteros Ebanistas. Actualmente, este instrumento ha continuado la tendencia hacia la electrificación y puede observársele como Bajo eléctrico en varios de los conjuntos actuales de Son y Punto campesino en todas las provincias del país. En los conjuntos de punto y son, en el bajo –como comúnmente se le nombra- solo se emplean tres cuerdas de nylon afinadas por 5tas, a las cuales se les llama, del grave agudo: Zumbador o Bordón, segunda y primera.
Para ejecutar el contrabajo, el músico permanece de pie, sujeta el instrumento por el brazo con los dedos índice y pulgar de la mano izquierda, de manera que pueda deslizar el resto de los dedos a todo lo largo del brazo, pisando las cuerdas en distintos lugares y variar así la altura del sonido. Esto se hace, se manera simultánea, con el punteado de las cuerdas con las yemas de los dedos de la mano derecha. En los conjuntos soneros en que se le utiliza reviste gran importancia su función de bajo rítmico sincopado. Dicha función está estrechamente ligada a la ejecución digital y contribuye a reforzar la relación rítmico-armónica que desempeña entre los grados I-IV-V de la tonalidad en que se desarrolla la pieza musical. La historia de los cordófonos en Cuba se presenta como la readecuación de funciones y modos de ejecución de los patrones europeos al medio criollo, y la creación, sobre estos modelos, de variantes con una historia y desarrollo eminentemente nacionales.
Fuente
- Carmen María Sáenz Coopat: “Cordófonos”. Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana. Instrumentos de la Música Folclórico-Popular de Cuba. Volumen2. La Habana. Ciencias Sociales. 1997.