Faustino Cordón Bonet
|
Faustino Cordón Bonet. Investigador, biólogo, farmacéutico y presidente de la Fundación para la Investigación sobre Biología Evolucionista (FIBE), nacido en Madrid el 22 de enero de 1909. Dedicó gran parte de su esfuerzo investigador al estudio de la evolución.
Sumario
Vida
Hijo de un abogado y terrateniente extremeño y madre catalana, se educó en Madrid bajo la tutela de su abuelo, catedrático de Química Orgánica en la Facultad de Farmacia. Estudió el Bachillerato en el colegio de El Pilar y al finalizar éste se marchó durante un año a París para estudiar dibujo, ciudad en la que conoció a Pablo Picasso. A su regreso a España se matriculó en Farmacia en la Universidad de Madrid, carrera que realizó en dos años, estudiando por libre en una finca de su familia en Extremadura y presentándose sólo a los exámenes. Los dos años siguientes los pasó en la sierra onubense de Maracena, preparando oposiciones a la cátedra de Química Orgánica.
Transcurrido ese tiempo, regresó a Madrid para trabajar en el laboratorio de la Institución Libre de Enseñanza, en la Residencia de Estudiantes, donde le sorprendió la Guerra Civil, un acontecimiento que truncó todos sus planes académicos. Durante la contienda, como militante del Partido Comunista, fue nombrado jefe de armamento del V Regimiento de Madrid por sus conocimientos de Química, encargándose de la dirección de la industria de guerra.
Al finalizar la guerra fue detenido en Alicante y durante año y medio estuvo en varios campos de concentración de esa provincia. En la cárcel perfeccionó sus conocimientos de alemán, estudió inglés e italiano y adquirió conocimientos de anatomía, fisiología y embriología comparadas. Al ser liberado, permaneció en confinamiento voluntario cerca de un año en Barcelona, periodo en el que siguió, por libre, estudios de Ciencias Exactas.
Trabajo como farmacéutico
En 1941 consiguió trabajo como farmacéutico en los laboratorios Zeltia, en Porriño (Pontevedra), dirigidos por el profesor Fernando Calvet, quien había sido alejado de su cátedra. En este lugar realizó sus primeros trabajos de investigación como bioquímico y descubrió una enzima inactivadora de la insulina, a la que llamó insulinasa; con este trabajo se doctoró en la Universidad de Madrid.
A su salida de Zeltia 1945 obtuvo, por concurso oposición, una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores para ir a Estados Unidos, pero ésta se le retiró al ser vetado por el Ministerio de Educación Nacional. Al finalizar la II Guerra Mundial se trasladó a Madrid para trabajar en los laboratorios del Instituto de Biología y Sueroterapia (IBYS), donde fundó hacia 1958 el Departamento de Investigación, al frente del cual estuvo hasta 1966. En 1948 empezó a alejarse de su trabajo de enzimología y se dedicó a la inmunología, y poco después a la biología. Los resultados obtenidos en el IBYS fueron publicados en 23 volúmenes aparecidos en la Biblioteca IBYS de Ciencia Biológica, en la editorial Revista de Occidente.
Trayectoria como Científico
Su trayectoria como científico se divide a partir de entonces en varias etapas, en la primera (1950-1954) puso en orden el pensamiento biológico con la realidad experimental; en la segunda (1955-1960) emprendió la revisión del darwinismo, planteándose el problema, con el que no se enfrentó Darwin, del surgimiento de las nuevas especies; la tercera etapa, que va desde 1961 hasta 1964, la ocupó en el estudio de cómo surgieron los primeros animales de la evolución conjunta del nivel celular; y en la cuarta y última, entre 1965 y 1969, se planteó el tema general de las leyes de evolución biológica.
Tras dos años de investigación en Puerto Rico (1968-1969), donde trabajó como profesor invitado en la Universidad, en 1970, y durante diez años, dirigió el Instituto de Biología Aplicada (IBA), de Madrid, cuya creación le fue encomendada por Juan Huarte. Ya jubilado, en 1979 creó la Fundación para la Investigación Teórica y Aplicada sobre Biología Evolucionista (FIBE) donde prosiguió su labor teórica, con la ayuda de la Caja de Ahorros y la Comunidad Autónoma de Madrid.
Muerte
Fallecido en Madrid, España el 22 de diciembre de 1999, a la edad de 91 años.
Obra
En junio de 1985 firmó con la Comunidad Autónoma de Madrid un convenio para la elaboración de su monumental obra, titulada La alimentación, base de la biología evolucionista, que consta de tres volúmenes y recoge el trabajo de treinta años. Autor de varios ensayos y libros, además del antes mencionado publicó: Inmunidad y automultiplicación proteica 1954; Introducción al origen y evolución de la vida 1958; La actividad científica y su ambiente social 1962; La evolución conjunta de los animales y su medio 1966; Pensamiento general y pensamiento científico 1976; La función de la ciencia en la sociedad 1976; Origen, naturaleza y evolución del protoplasma (primer volumen de su gran obra, publicado en febrero de 1978; luego, en febrero de 1981, publicó La naturaleza del hombre a la luz de su origen biológico, en la que expone una rigurosa hipótesis sobre el origen del hombre, desde la unidad celular al animal. El segundo volumen lleva por título Origen, naturaleza y evolución de las células y asociaciones de células.
También es autor del libro Cocinar hizo al hombre 1979. Además ha traducido textos científicos para la colección "Biblioteca de Ciencia Biológica" de la Revista de Occidente 1952-1964 que él mismo dirigió.
Algunas reflexiones sobre su obra
Frente a la corriente de especialización que ha marcado la ciencia del siglo XX, F. Cordón elaboró una teoría que integra los datos que la biología experimental ha ido acumulando a lo largo de los últimos doscientos años. Puede decirse que, radicalmente fiel a Darwin, siguió desarrollando la teoría de la evolución hasta inducir un método que le permitió ahondar en la interpretación de la evolución de los seres vivos, y que le llevó a enfrentarse a un nuevo orden de problemas biológicos, entre los que destacan tres: cómo surgen, cuál es la naturaleza y cuál es la secuencia evolutiva de los seres vivos.
“En esta etapa de mi vida tengo la impresión de que, manteniéndome fiel a la corriente evolucionista anterior personificada en Darwin, nuestro esfuerzo de cuarenta años esta cooperando a una inflexión de la biología –necesariamente evolucionista- que pide la época, a saber, centrar la atención en definir los grandes tipos de ser vivo, por su proceso de origen filogénico y ontogénico".
F. Cordón alcanzó el objetivo que su trabajo de biólogo le había impuesto, el de ofrecer un modelo concreto de ser vivo explicado desde el proceso evolutivo de la realidad. Pero con su muerte quedó interrumpido su Tratado en la que consideró la segunda etapa de la evolución celular, la de la célula autótrofa. Su obra, pues, debe ser continuada con la investigación y redacción de la Parte Segunda del Tratado relativa a los tipos de células y asociaciones de células ulteriores, y la Parte Tercera del Tratado relativa al origen, naturaleza y evolución del animal (incluido el hombre).
Sus libros Cocinar hizo al hombre y La naturaleza del hombre a la luz de su origen biológico son esbozos de lo que hubiera sido el último capítulo de su Tratado, dedicado al hombre.
Su Fundación es depositaria de una enorme cantidad de notas inéditas, referidas especialmente a cuestiones sobre la proteína, la célula y el animal, acumuladas a lo largo de años y a las que su autor no tuvo tiempo de dar forma definitiva. Como atestiguan sus conferencias, cursos y seminarios, a pesar de desarrollar su actividad alejado de la docencia, F. Cordón gozó de gran prestigio en vida y tuvo una importante actividad como conferenciante y formador de jóvenes investigadores. De especial interés por su carácter didáctico es su libro Historia de la bioquímica.
Su compromiso con la sociedad de su tiempo le llevó a reflexionar sobre la ciencia y la cultura, de lo que da cuenta algunos de sus artículos de divulgación, y libros como La actividad científica y su ambiente social, Pensamiento general y pensamiento científico y La función de la ciencia en la sociedad.
El rigor científico exige que, como en toda nueva teoría, el modelo de ser vivo de F. Cordón posea una capacidad interpretativa de lo conocido y previsora de lo por conocer superior a la de los modelos actuales. Hasta ahora la capacidad explicativa de su teoría del ser vivo ha cumplido esta exigencia al dar cuenta coherente del conjunto de los datos bioquímicos referentes a la proteína y a la célula. Pero el modelo de ser vivo por él inducido ha de mostrar la misma aptitud explicativa para los tipos de seres vivos cuya interpretación falta. Si esto fuese así, el modelo de ser vivo que ha propuesto F. Cordón permitirá al biólogo no sólo dar una coherencia superior a la gran cantidad de datos experimentales acumulados, sino responder a problemas que la biología actual todavía no se plantea, a saber: cuál es la naturaleza de cualquier tipo de ser vivo, entendida como un campo físico, que continuamente surge de su soma, y que está en permanente interacción con su ambiente, al que constantemente transforma.