Felipe Varela
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Felipe Varela: el quijote de los Andes y el último de los Montoneros. Fue un estanciero y militar argentino.
Nació el 11 de mayo de 1821, en Huaycama, pueblo perteneciente al departamento de Valle Viejo, en Catamarca.
Felipe pasó su infancia junto a sus padres, Javier Varela y de Isabel Rearte, en una casa ubicada en la localidad de Guandacol, en la provincia de La Rioja. Fue allí donde llevó a cabo sus estudios formales, y al mismo tiempo se introdujo en el mundo de las armas, teniendo como tutor para ello a un caudillo riojano cuyo apellido era Castillo.
Sumario
Trayectoria Política
Decidido a llevar adelante una vida ligada al ámbito militar y político, a sus 19 años se incorpora al grupo de caudillos que luchaban en la región contra el ejército enviado por Rosas. Aquello le valió el destierro, por lo que se refugió en Chile, donde según relatan muchos historiadores puede haber llegado a conocer a su posterior amigo y compañero de lucha: el Chacho Peñaloza.
Viviendo en Chile, Felipe Varela se incorporó inmediatamente al ejército del lugar, el cual abandonó cuando en 1852 se produjo la caída del gobierno de Juan Manuel de Rosas, ya que fue en ese momento que regresó a la Argentina.
Al servicio de la Argentina
De vuelta en su amado país, Varela decidió unirse al ejército de la Confederación, desenvolviéndose como Teniente Coronel en el regimiento 7° de línea, el cual se había asentado en Río IV, precisamente en la frontera de los indios.
Durante la decisiva Batalla de Pavón, ocurrida en el mes de septiembre de 1861, Varela luchó bajo las órdenes de Justo José de Urquiza, y fue allí donde comenzó a destacarse como uno de los más aguerridos caudillos de la Confederación. Un año después, Varela se unió a Peñalosa, participando activamente en la rebelión organizada por el caudillo contra las autoridades nacionales de Buenos Aires. Esto le valió la confianza del Chacho y se convirtió en uno de sus máximos protegidos. Por ese motivo, ese mismo año Varela fue designado Jefe de Policía de la provincia de La Rioja.
Al siguiente año, es decir en 1863, se le encomendó a Felipe Varela la difícil misión de invadir Catamarca, participando de las contiendas conocidas como la Batalla de Las Playas y la Batalla de Lomas Blancas.
No obstante, cuando el 12 de noviembre de 1863 se produce el sangriento asesinato de Peñaloza, Varela debió huir de la región, por lo que decidió refugiarse en Entre Ríos, desde donde nuevamente comenzó a militar bajo las órdenes de Urquiza. Pero poco después volvió al exilio en Chile. Poco tiempo pasaría para que Varela regresara al país, y ello ocurrió precisamente en 1865, cuando llega a sus oídos el inicio de la Guerra contra el Paraguay, la cual involucró a Uruguay, Argentina, Brasil, y por supuesto Paraguay, en una lucha sin tregua causada por las aún vigentes rivalidades coloniales.
Ante la noticia, Felipe Varela decide volver a la Argentina y servir nuevamente a las órdenes de Urquiza. Pero lo cierto es que como le sucedió a otros caudillos, Varela no comprendía cuáles eran los motivos por los cuales debía llevarse adelante una lucha armada contra el hermano pueblo de Paraguay. Por otra parte, el caudillo no toleraba el hecho de efectuar una alianza con el Imperio Brasilero, el cual en realidad había sido siempre un poderoso y ferviente enemigo de los estados del Plata.
Por todo ello, Varela se negó a participar de esta absurda guerra, y regresó a Chile.
Mientras tanto, en casi toda la geografía nacional los unitarios habían logrado imponerse frente a los federales, lo que provocó en cierto modo que Varela decidiera finalmente convertirse en una suerte de sucesor de el Chacho Peñaloza, convirtiéndose en los años posteriores en el líder indiscutido del alzamiento de las provincias andinas contra el gobierno centralista de Bartolomé Mitre.
Fue precisamente a finales del año 1866, que Varela decidió regresar al país desde la Cordillera de los Andes. A lo largo de dos años, Felipe Varela mantuvo el noroeste del país en permanente rebelión, a través del trabajo realizado por sus tropas, que se encontraban integradas por montoneros argentinos y chilenos. Para ello, contó con el apoyo incondicional de algunos de los caudillos federales más importantes de la historia, tales como Ricardo Videla de Mendoza y los hermanos Juan Saá y José Felipe Saá de San Luis.
Fue en ese período que se produjo la llamada Revolución de los Colorados, considerada como el último alzamiento del partido federal argentino en el oeste del país. Aquella revolución no sólo tenía como objetivo liberar a las provincias de los gobiernos centralistas impuestos por el entonces presidente Mitre, sino también dar por terminada la Guerra del Paraguay.
En aquella larga batalla, Felipe Varela fue uno de los principales caudillos, que con su lucha finalmente logró liberar a tres provincias del poder unitario.
Pozo de Vargas
Felipe Varela dirigía y coordinaba desde La Rioja todos los movimientos revolucionarios. El 4 de marzo de 1867 sus tropas vencieron en la Batalla de Tinogasta. Después de este combate, Varela, que se encontraba rumbo al Norte, contramarcha a La Rioja, donde se desencadenará la Batalla de Pozo de Vargas. En esta acción, llevada a cabo el 10 de abril de 1867 las tropas federales son derrotadas por el General Antonino Taboada. Varela penetró en Catamarca y luego pasó a Salta, ocupando los valles Calchaquíes, obteniendo una victoria en Amaicha, el 29 de agosto, contra las tropas salteñas mandadas por el Coronel Pedro José Frías. Este triunfo coloca a Varela como dueño de los valles, a la vez que origina un revuelo en la ciudad. El gobernador salteño Sixto Ovejero recriminó a Frías por la derrota atribuyéndola a su cobardía, mientras éste exageraba el número de enemigos para justificarse.
Salta bajo fuego
Cuando el gobierno salteño tuvo la noticia de que Varela avanzaba sobre la capital -8 de octubre- adoptó de inmediato las medidas para su defensa. Ovejero designó jefe de la plaza al general boliviano Nicanor Flores, afincado en la provincia. Se cavaron 14 trincheras, obras que quedaron concluidas el 9 de octubre, las mismas estaban emplazadas en el radio de una cuadra alrededor de la plaza. Eran de adobe y disponían de troneras para los fusiles y una central para los cañones. Las fuerzas totales eran de unos 300 soldados a los que se sumaron jóvenes voluntarios. Varela, que contaba con 800 hombres veteranos de una trajinada campaña, el día 9 sitió la ciudad. A primera hora del día siguiente intimó a Ovejero la rendición “en el término de dos horas”, pero éste la rechazó. Comenzó entonces la batalla de Salta. Los salteños se comportaron valientemente, rehabilitando su nombre del cobarde desempeño que tuvieron los defensores de los Valles. Pero al cabo de dos horas y media de lucha Varela quedó dueño de la ciudad. Victoria costosa y efímera para él pues apenas pudo ocupar la plaza durante una hora. Octaviano Navarro, con fuerzas superiores, estaba encima suyo. Ante esta situación inmediatamente inicia su movimiento hacia el norte toda la harapienta columna, sin pólvora, sin municiones pero con la dignidad del soldado, retirándose sin dejar de mirar de frente al enemigo.
Hacia Jujuy
Los soldados de Varela hacen noche en Castañares y luego se dirigen a Jujuy, dispuestos a tomarla a sangre y fuego, si era necesario, con el objeto de buscar en ella el elemento que le les faltaba: la pólvora, para regresar inmediatamente sobre las fuerzas enemigas, del general Navarro, y luego sobre las de Taboada. El gobernador Belaúnde, que contaba con fuerzas suficientes para repeler el ataque, abandonó la ciudad de Jujuy pretextando falta de municiones. Los soldados, entonces, solo efectuaron algunos disparos y huyeron rápidamente ante la presencia de las tropas federales. Así el 13 de octubre de 1867, la columna de Varela ingresa a la ciudad en perfecta formación sin disparar un solo tiro. Al no encontrar pólvora ni los elementos de guerra que necesitaba, nuevamente se pone en marcha y la columna se dirige esta vez a La Tablada, con las fuerzas de Navarro pisándole los talones sin atreverse a atacarlo.
Arribo a Bolivia
Comienza noviembre en el altiplano. Una andrajosa columna que sólo conserva orgullosamente un par de cañoncitos llevados a tiro cruza la frontera boliviana. La cruzada federal ha terminado. Varela mira por última vez a sus hombres antes de licenciarlos. Estos heroicos gauchos han soportado incontables calamidades, han seguido a este hombre con una fidelidad admirable. No son muchos los casos como éste en nuestra historia, tampoco los caudillos como Felipe Varela. Con un abrazo despide a sus oficiales. La guerra ha terminado. Ahora es un exiliado, pero la esperanza no termina. La columna llega a Tarija. El caudillo detiene por última vez lo que queda de su tropa, desmonta pesadamente y se dirige a Guayama; los rostros duros, que llevan en la curtida piel todo el sol, todo el viento de esta tierra, se miran fijamente. No hay palabras, un abrazo vigoroso despide a estos hombres, cientos de leguas han recorrido juntos combatiendo al “tirano de Buenos Aires”. Ya es tiempo del adiós.
Es tiempo de destierro
Sin embargo Felipe Varela, aún a costa de su vida, quiere conjugar la teoría con la acción. Desde Potosí, el 1º de enero de 1868, redacta su famoso “Manifiesto a los Pueblos Americanos, sobre los Acontecimientos Políticos de la República Argentina, en los años de 1866 y 67”, donde resalta sus embestidas contra el centralismo porteño y, por ende, contra el gobierno de Bartolomé Mitre, al que acusa de no respetar la Constitución Nacional de 1853. “Combatiré hasta derramar mi última gota de sangre por mi bandera y los principios que ella ha simbolizado”, expresa el Quijote de los Andes, en una de sus tantas sentencias llenas de coraje y altruismo.
Una nueva embestida se inició con el fusilamiento del caudillo riojano Aurelio Zalazar, conductor también de montoneras. Varela, indignado, se lanzó nuevamente a la guerra contra el orden mitrista durante la Navidad de 1868. Fue definitivamente derrotado el 12 de enero de 1869 en Pastos Grandes. Con la derrota de Varela se cerró el último capítulo de la lucha contra el sistema económico liberal -y contra el orden mitrista, la cara política de dicho sistema- en el Interior.
Varela ya estaba enfermo de tuberculosis y cada vez perdía mayor apoyo, por lo que finalmente debió regresar al exilio chileno, siendo esta la última vez.
Su Muerte
Enfermo de Tuberculosis y carente de apoyo, Varela se refugió en Chile. El gobierno trasandino, poco amigo de dar albergue a un insurrecto reincidente, lo mantuvo brevemente en observación antes de permitirle asentarse en Copiapó.
El 4 de junio de 1870 la enfermedad acabó con su vida. El gobierno catamarqueño repatrió sus restos, pese a la oposición del Ejecutivo nacional encabezado por Domingo Faustino Sarmiento.
En agosto de 2007, la legislatura de Catamarca solicitó al gobierno nacional el ascenso post-mortem del coronel Felipe Varela al grado de general de la Nación.
En junio de 2012 fue ascendido post-mortem al grado de general de la Nación por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Fuentes
http://historiaybiografias.com/caudillo7/
http://historiaybiografias.com/varela/
https://es.wikipedia.org/wiki/Felipe_Varela
http://www.todo-argentina.net/biografias/Personajes/felipe_varela.htm