Gladys Castelvecchi
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Gladys Castelvecchi. Fue una poeta y profesora de Literatura.
Síntesis Biográfica
Nació el 26 de noviembre de 1922 en Rocha, Uruguay; murió el 28 de mayo de 2008 en Montevideo.
En 1947 se casó con el escritor Mario Arregui, con quien tuvo cuatro hijos. Profesora de Literatura en Enseñanza Secundaria, sólida en saberes, entusiasta en la enseñanza que ejerció desde una perspectiva crítica y renovadora, representante digna de la generación "solvente" que emergió en la década del '60.
Distinguida intelectual perteneciente a la Generación del 45, tuvo actividad pública y compromiso ciudadano por la causa de la democracia, por lo cual fue víctima del Terrorismo de Estado, sufriendo destitución, secuestro y prisión prolongada en el Penal de Punta de Rieles.
Su labor como poeta queda plasmada por primera vez en 1965, con el libro "No más cierto que el sueño".
En el libro "Nuevo Diccionario de Literatura Uruguaya", se afirma que "su producción poética de ritmo dispar suscitado a partir de su segundo libro (casi veinte años posterior al primero) la favorable atención de los críticos: se valoró en forma unánime la calidad y variedad de registros de su poesía".
Su obra se completa con los libros "Fe de remo", "Ejercicio de castellano", "Calendarios", "Animal variable", "Claroscuro", "Por costumbre".
Recordada con verdadera devoción por quienes fueron sus practicantes, en quienes supo infundir un modelo de formación en base al amor y al compromiso por la docencia en Literatura. En la restauración de la legalidad integró el equipo fundador del Semanario Brecha e intervino en múltiples actividades de comunicación y promoción cultural.
Elocuente disertante, hizo memorables sus conferencias y presentaciones de libros que siempre atraparon al público de singular manera.
Dos de sus poemas…
Lazarillo (fortunas) _ 3
-"Hijo, ya sé que no te veré más…"
-(no nos digas eso, madre
no nos digas eso…)
-"Procura ser bueno…"
-(qué tarea negra,
Madre, Antona Pérez,
mandarme a ser bueno
sin casa, postigo,
sin madre o candela…)
-"Válete por ti…"
-(miedo me da el río, madre,
-(miedo me da el puente…)
"E ambos llorando…"
La loca María
Siempre soplaba viento en torno a ella,
le bailaban de rapidez los huesos,
el puro pellejo de su cuerpo;
más en volandas todavía
las larguísimas faldas superpuestas,
el delantal con bolsillo para yuyos,
el moñete apretado en gris prolijo,
chiquitos los ojos, verdísimos
arroyitos de locura mansa,
"La loca María",
zapatos de hombre más grandes que los pies
-que los pies chasqueando-
todas las palabras que supo
le iban en la sonrisa a "la loca María"
aprisada de prisa a cumplir sus visitas.
El humo se escurría por las suyas,
las brasas mortecinas se avivaban
Si "la loca María" en remolino
entraba resoplando en la cocina.
María admiraba los cuadernos
-qué dibujos, qué letra, qué prolijo-,
Nosotros, escolares inocentes
(¿la crueldad se impulsa o ya está dentro?)
codeábamos, guiñábamos, reíamos
de "la loca María" analfabeta
alabando belleza tras belleza
con el cuaderno "patas para arriba".
(Quién te tuviera hoy, loca María,
y quién la dicha
de mirarnos a agua limpia los reveses.)
De pronto un salto "que son ya las cinco"
y María se iba en ventorrillo
a cumplir su tarea ineludible
voluntaria y sagrada desde luego:
recoger los pañales de los niños
antes de que el relente los rozara
-sorpresas del relente tan liviano-
dañino -quien lo diría-
para tripitas de recién nacido.
No se busquen más datos a sumarle
(como sellos, constancias, papeleos,
alguna cruz desvencijada, un nombre)
a las prisas finales de María:
conviene que se sepa que es inútil.
Lo único seguro, segurísimo,
es que ella no nació por estos mundos
y por tanto -la conclusión es justa-
no es por estos mundos que -de morir-
murió.
A todo caso habrá que buscar rastros
a la hora precisa en que el relente
despliega sus paneles y ese filito artero
que "la loca María" desarmaba.
Las finas artes de María, loca.