Hernando de Alarcón

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Hernando de Alarcón
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Navegante, explorador, militar español
Nacimiento1466
Palamares de Huete
Fallecimiento17 de enero de 1540
Nápoles, Castelnuovo
OcupaciónMilitar
PadresDiego Ruiz de Alarcón y María Isabel de Llanes y Santoyo

Hernando de Alarcón. Navegante, explorador, militar español, destacado en las guerras italianas. En 1526 le fue conferido el título de Marqués de Valle-Siciliana.

Síntesis biográfica

Nace en Palamares de Huete en 1466, hijo de Diego Ruiz de Alarcón, caballero de antigua y muy ilustre ascendencia, y Doña María Isabel de Llanes y Santoy. En los entretenimientos de su niñez, que cifraba en figurar escuadrones y trazar combates, descubrió su natural inclinación a la guerra; pues los juegos, que en los muchachos no suelen influir siempre en la vocación de su carrera, podemos decir que fueron en este los preludios de sus bélicos ejercicios y victorias.

Carrera militar

Para llegar a este grado de merecimientos y de reputación, había hecho su aprendizaje de armas desde la edad de 16 años en las guerras que precedieron a la toma de Granada por los reyes católicos, al lado de su tío Pedro Ruiz de Alarcon en las guerras contra los árabes que ocupaban la península ibérica. Posteriormente tomó parte en la guerra de Granada, bajo de cuya conducta estrenó sus inexpertos ojos y su espíritu, ya que no podía aún su brazo y su consejo, en los sitios de Alhama y Loxa, y en otras jornadas hasta la rendición de Cohin, en que murió peleando el que hasta allí había sido su tío y su ayo juntamente: y como si dentro de su misma familia estuviese vinculada la escuela de este joven soldado, continuó las restantes campañas de teniente de la compañía de jinetes de otro tío suyo, D. Martín de Alarcon que fué su capitán y preceptor. ¿Quién le diría a Hernando que la primera salida de su casa paterna para la vecina guerra de Granáda, había de ser la despedida de su casa y de su patria, para pasar a regiones extrañas a señalar su valor y sus talentos militares al lado de los Navarros, Pescáras, Leyvas, y Moncadas, en aquellas famosas facciones en que la bizarría y el pundonor eran como virtudes de moda entre los guerreros Españoles, cuando todavía se hermanaba la antigua caballería con la moderna táctica?

Pasó al reyno de Nápoles con Gonzalo Fernández de Córdoba, al mando de cien hombres de caballería, dando muestras en el socorro de Seminara de lo que había de ser más adelante. De hecho, no hubo en aquella guerra empresa de importancia en el consejo, ó de peligro en las armas, en que no se valiese de Alarcon el Gran Capitán, pues fiaba tanto de su valor como de su prudencia y lealtad, que en él anduvieron siempre a competencia. Participó en el asedio de Cefalonia de 1500 y en la guerra de Nápoles de 1501, en la que tomó parte en las batallas de Seminara y Garellano junto a Antonio de Leyva, donde ambos merecieron el tratamiento honorífico de señor. Alarcón sería designado gobernador de Trento, regresando a España tras el final de la guerra.

Gonzalo, á quien llamó después su maestro, y autor de su fortuna y reputación militar, fué testigo de su intrepidez en la escalada y toma de Cefalónia; y luego también, en las batallas de Seminára y del Garellano; de su ardimiento y arte de estratagemas. Y así como se cometían á su animosidad los hechos de bizarría en el campo, se encargaban á su entereza y capacidad la defensa y el gobierno de las plazas y ciudades. Al estallar la guerra de la Liga de Cambrai en 1508 volvió a Italia y lucho junto a Fabrizio Colonna, siendo herido y hecho prisionero en la batalla de Rávena. Sería rescatado poco después. En 1510 participó en la toma de Bugía y Trípoli, en el norte de África.

Acabada felizmente la primera y segunda guerra de Nápoles, y restituidos a España el rey católico y el gran capitán, el amor, que nunca ha estado reñido con el valor, y más en la deliciosa Italia, donde era común rendirse los más altivos campeones al imperio de esta pasión, hizo á Hernando no menos viva guerra en el ocio de la paz que la había hecho él á los enemigos en los campos de Marte. Para librarle de la nota de débil, ó de vencido, ni aún en este género de lid, fué llamado á España; y el rey católico, que sabia conocer y estimar las virtudes militares de Hernando, no quiso dejarlas más tiempo ociosas: le nombró para la expedición, contra Trípoli y Bugía que había de mandar en 1510 el Conde Pedro Navarro.

Renovada la guerra de la Santa Liga en Italia, volvió Alarcon al teatro de sus pasadas victorias, que debía serlo de nuevos trabajos y proezas. Estrenó su valor y su desgracia en la famosa batalla de Ravéna, en la cual quedó herido y prisionero. Desde entonces hasta los postreros años de su larga vida no cesaron los negocios de la guerra y de la política de ocupar el brazo y la cabeza de Alarcon en servicio del rey católico, y del Emperador D. Carlos, que sucediéndole en los derechos, dio origen a nuevas pretensiones sobre varios Estados de la deseada y siempre afligida Italia.

Ambas Calábrias le recibieron por su Gobernador General; Sicilia por restaurador de la pública tranquilidad, y la Lombardía le vio otra vez gobernando la caballería ligera del ejército coligado de España y del Imperio, en donde hizo acciones de experto Capitán; y no tuvo pequeña parte en las victorias de las armas españolas é imperiales en la segunda guerra contra Venecianos, no habiendo ocasión de empeño grande en que no se adelantase su bizarría con rara felicidad. Rota la guerra entre España y Francia fue nombrado Alarcon comisario general del ejército de la Liga: y entre los célebres sucesos de aquella campaña se cuentan, el sitio de Milán, y la batalla de la Bicoca, en que triunfaron las armas españolas.

En la segunda campaña de 1523 se señaló en la defensa de Milán contra Lautrech, ya con vigorosas salidas, ya con fortificaciones de nuevo arte ó invención. En la famosa batalla de Pavía, mandaba una banda de caballería, que rompió al escuadrón del rey Francisco I: y así de derecho le tocó la custodia de tan ilustre prisionero, y su conducción á España y su guardia. Apenas había vuelto á Italia, cuando tuvo que pasar de Nápoles á Roma recién saqueada, librándola del último estrago. El Papa Clemente VII, arrestado por los Imperiales en el castillo de S. Ángelo, fue entregado á su guardia, mereciendo en esta ocasión gracias de entrambos Príncipes, pues sirvió y obedeció al suyo, sin faltar á la humanidad y decoro debido al Santo Padre. Descansaba en Nápoles Alarcon en 1531, cuando le mandó el Emperador volver á servir el cargo de General de las armas, para prevenir aquel reyno contra el Turco.

En 1525 comandó la vanguardia de la caballería en la batalla de Pavía, ocupándose de la custodia del rey Francisco I de Francia, capturado en el enfrentamiento, y de su traslado al real Alcázar de Madrid y posterior viaje a Bayona tras su liberación, servicios por los que Carlos I de España le recompensó con el título de marqués de la Valle Siciliana. De regreso a Italia tomó parte en el Saco de Roma de 1527, donde el papa Clemente VII fue capturado y puesto bajo la custodia de Alarcón, en su encierro en el Castillo de San Ángelo.

Se ofreció en 1535 la jornada de Túnez, y el señor Alarcon tampoco podía faltar a una empresa tan famosa, de cuyos felices sucesos había de ser uno de los principales instrumentos, consultado para dirigir los campos y atrincheramientos, en cuyo arte era perito maestro. Formó parte de la expedición militar que participó en la Jornada de Túnez, en la que las fuerzas imperiales de Carlos I atacaron y tomaron la ciudad, defendida por Barbarroja.

En 1540 llegó al extremo del golfo de California para finalizar las exploraciones realizadas por Francisco de Ulloáin y apoyar a Francisco Vázquez Coronado. Comprobó la inexistencia de pasajes navegables entre el golfo de California y el Mar del Sur u océano Pacífico, demostrando que la Baja California era una península y no una isla, como se pensaba. Posteriormente se adentró en el río Colorado, al que llamó Nueva Guía, y lo remontó un buen tramo. Un mapa trazado por uno de sus pilotos fue la primera representación exacta del golfo de California y del curso inferior del río. En otra expedición consiguió adentrarse más allá del emplazamiento de la actual ciudad de Yuma, en Arizona.

Entre los célebres españoles, que llevaron la primera vez á Italia el arte de los rebatos y emboscabas moriscas, ocupa el primer lugar, como valiente campeador y experimentado maestro, Hernando de Alarcon, á quien por sus grandes servicios, autoridad y puestos militares, llamaron después el Señor Alarcon, así como á Antonio de Leyva el Señor Antonio: excelencia con que fueron entonces distinguidos solo estos dos capitanes.

Muerte

Retirado en Castelnovo de la vida militar, acabó allí la vida cargada de años y hazañas Alarcón murió el 17 de enero de 1540.

Fuentes