Palacio de los Capitanes Generales
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Palacio de los Capitanes Generales. Museo de la Ciudad ubicado en La Habana Vieja; es considerado la obra de mayor importancia arquitectónica de todo el desarrollo Barroco en Cuba. Este palacio fue construido cerca de la antigua Catedral de la Habana. Su construcción comenzó en el año 1776. Fue el sitio de 65 capitanes generales enviados por España para gobernar a Cuba así como el recinto del Administrador de Estados Unidos durante la intervención de 1898 a 1902; y como ya era costumbre además, sirvió durante la República de Palacio Presidencial hasta 1920. En su patio interior está enclavada una estatua de Cristóbal Colón, colocada en este lugar en el año 1862. Esta construcción sirvió además de sede del cabildo y cárcel, así como para poner varias oficinas del gobierno.
Sumario
- 1 Historia
- 2 Salones del Palacio de los Capitanes Generales
- 2.1 Parroquia
- 2.2 Sala Siglo XIX
- 2.3 Heráldica
- 2.4 Giraldilla
- 2.5 Cocheras
- 2.6 Coche Real
- 2.7 Sala Emilio Roig
- 2.8 Pinacoteca
- 2.9 Sala de los Cobres Cubanos
- 2.10 Cementerio de Espada
- 2.11 Sala Estatuaria y Lapidaria
- 2.12 Sala de los Uniformes Españoles
- 2.13 Despacho Público
- 2.14 Sala de Estandartes, Banderas y Banderines Españoles
- 2.15 Sala de Armamento Español
- 2.16 Antesala y Sala del Cabildo. Sala Capitular
- 2.17 Sala del Pensamiento
- 2.18 Cuba Heroica
- 2.19 Salas de las Banderas
- 2.20 Sala Intervención Norteamericana
- 2.21 Salón del Mimbre
- 2.22 Salón del Comedor
- 2.23 Trinchante
- 2.24 Sala del Café
- 2.25 Sala del Baño
- 3 Fuentes
- 4 Fuentes
Historia
Colonia
En el lugar donde hoy está emplazado el palacio, se encontraba, en 1574, un pequeño templo católico de tejas y piedras. Algunos historiadores afirman que esta iglesia fue la incendiada por el pirata Jacques de Sores en 1555. A esta iglesia, que llegó a ser verdaderamente rica en obras y esculturas, se le denominó en su momento Parroquial Mayor. Fue seriamente dañada en 1741 por la explosión del navío Santa Bárbara, que estaba atracado en el cercano Puerto de La Habana. Eran tantos los daños, que hubo que demoler la iglesia y trasladarla a la zona conocida como la Plaza de la Ciénaga, propiedad de la Compañía de Jesús.
Desde 1769 la corona española había aprobado la construcción de una edificación que fuera cabildo y cárcel de La Habana, para la cual el lugar disponible en la Plaza San Francisco no era suficiente, por lo que la iniciativa para remodelar la Plaza de Armas, terminó por incluir, unos años después, dicho edificio, que además de contener esas instituciones, sería además la casa de residencia del gobernador y sede de las oficinas de los escribanos. Esta obra, el Palacio de los Capitanes Generales, fue iniciada el 20 de mayo de 1776 en el costado norte de la Plaza y su construcción se atribuye al ingeniero militar habanero Antonio Fernández Trevejos (1739-1800).
Durante la época del Marqués de la Torre, sobre los escombros de la antigua Parroquial, se comenzó la construcción de la Casa de Gobierno, la cual concluyó en 1792, bajo el gobierno de don Luis de las Casas, convirtiéndose en la residencia de los gobernadores coloniales de Cuba.
El edificio albergaba, además de la Capitanía General, otros departamentos estatales y particulares. La planta alta, con vista a la Plaza de Armas, estaba ocupada por la oficina del Gobernador; en la que da a la Calle Obispo, se encontraban las oficinas del Ayuntamiento Municipal; los entresuelos y la planta baja fueron ocupados por comerciantes y escribanos que alquilaban a plazos sus oficinas. El ala norte que mira hacia la Calle Mercaderes fue destinada a la cárcel pública, luego esta sección fue ocupada por la Real Audiencia, para celebrar sus diferentes congresos.
En 1835 la cárcel se trasladó a extramuros durante las obras públicas del gobernador Tacón, con lo cual el edificio experimentó una considerable reforma al ser unificada toda su fachada. En 1930, la municipalidad habanera, que tenía su sede en el Palacio, emprendió obras de rehabilitación que ampliaron el patio hasta alcanzar su extensión actual y despojaron el edificio del revestimiento original de los muros y columnas de piedra. Desde 1967 fue convertido en Museo de la Ciudad.
República
Al terminar en 1898 el dominio colonial español, fue la sede del gobierno de los Estados Unidos. Se convierte en Palacio Presidencial hasta la llegada de Mario García Menocal, que lo traslada a su ubicación actual, en lo que es hoy el Museo de la Revolución. El edificio quedó destinado al Ayuntamiento de La Habana.
Revolución
Al triunfar la Revolución en 1959 cambia de sede el ayuntamiento y se traslada a la llamada Casa de los Alcaldes. El 11 de diciembre de 1967 se crea en este lugar el Museo de la Ciudad, trasladándose a él numerosas colecciones artísticas de alto valor cultural e histórico.
Salones del Palacio de los Capitanes Generales
El Palacio de los Capitanes Generales posee 40 salas de exposiciones permanentes, dedicadas a preservar la memoria de las gestas independentistas cubanas y el fragor de la búsqueda de la identidad nacional, hasta la definitiva victoria revolucionaria en enero de 1959. Sus ambientes habitacionales rememoran épocas señoriales y recrean espacios interiores con el encanto de notables colecciones que engrandecen el patrimonio nacional. El objetivo esencial del museo es representar de manera simbólica la historia de Cuba.
Se considera este museo el más importante del Centro Histórico de La Habana, pues desde allí se proyectó la gesta restauradora encaminada a preservar los valores arquitectónicos y culturales de la Ciudad de La Habana.
Parroquia
El paso por esta sala propone el recuerdo de la Parroquial Mayor, primitiva iglesia que abrió sus puertas al culto católico en la Villa
de San Cristóbal de La Habana en 1577, y que en 1741 quedó devastada como consecuencia de la explosión del navío Invencible.
Restos arqueológicos de su existencia, joyas de las iglesias más antiguas de La Habana, de las primeras órdenes religiosas que se establecieron en esta ciudad, entre las que figuran las de Santo Domingo y San Francisco, así como piezas de conventos y retratos de los primeros obispos, constituyen memorias de la Iglesia Católica en Cuba exhibidas en este espacio.
Sala Siglo XIX
A mediados del siglo XIX, después de la gran época dorada de la industria azucarera, el lujo hace gala con su presencia en los
grandes palacios, y crece la importación de muebles y objetos de arte de los más diversos estilos. Aparejado a ello, se incrementan las producciones nacionales en las que casi siempre prevalecen la belleza y el buen gusto. A partir de entonces, aparece en los ambientes interiores el llamado Eclecticismo, como muestra esta sala, primera inaugurada en el Museo.
Heráldica
Pequeña salita destinada a exhibir objetos y documentos que testimonian la importancia que atribuía la nobleza cubana a la simbología heráldica. Certificaciones de armas, limpiezas de sangre, facsímiles de títulos nobiliarios, órdenes militares, así como pendones o reposteros que se exhibían especialmente en los balcones el Día de Reyes, nos permiten catalogar la impronta heráldica de la familia cubana, sobre todo del siglo XIX.
Giraldilla
Símbolo de La Habana, ha devenido la primera escultura fundida en la ciudad; veleta de los vientos encargada por el gober
nador Juan Bitrián de Biamonte para la torre del homenaje del Castillo de la Real Fuerza entre 1630 y 1634. Es obra del artífice Jerónimo Martínez Pinzón, cuyo nombre quedó estampado en el medallón pectoral que lleva tan apreciada escultura.
Cocheras
En el área que ocuparan la cochera y caballerizas de Palacio se exponen diversos modelos de coches: el quitrín, introducido en Cuba a principios del siglo XIX; por último, el faetón, carruaje descubierto y bastante ligero.
En las vitrinas se muestran trajes de calesero, objetos relacionados con la vida cotidiana y caricaturas del pintor costumbrista vasco Víctor Patricio Landaluze. Otra de las piezas relevantes es la locomotora, una remembranza de la primera que circuló el 19 de noviembre de 1837 por la estación de Villanueva. Esta pieza de tipo Cagney 15, fabricada en 1905 en los Estados Unidos, constituye una joya del patrimonio ferroviario cubano.
Coche Real
La sala exhibe piezas propias del siglo XIX cubano, entre ellas, las placas que portan el nombre de diferentes calles de La Habana,
como Empedrado, la primera que se pavimentó. Expone además el retrato realizado al capitán general Salvador Muro y Salazar, (1799-1812) por el pintor cubano Juan del Río.
La pieza más contemporánea es el Carruaje Real, coche fabricado en Sevilla, España, según el modelo tradicional Landau del siglo XIX de origen alemán, que se trajo especialmente a La Habana en 1999 con motivo de la celebración de la IX Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, dada la presencia de los reyes españoles Juan Carlos y Sofía.
Sala Emilio Roig
Conserva piezas que pertenecen a la colección personal del doctor Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964), cuya ardua labor
legó frutos como la fundación de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana en 1938 y del Museo de la Ciudad de La Habana en 1942, ubicado en el Palacio Lombillo, en la Plaza de la Catedral. Promotor y fundador de estas instituciones, Roig desempeñó el cargo de Historiador de la Ciudad hasta su fallecimiento. La sala exhibe alrededor de la mesa de trabajo importantes piezas de la colección de Emilio Roig de Leuchsenring, entre ellas una excelente caricatura realizada por Conrado Massaguer, que recrea a los miembros del Grupo Minorista, integrado por figuras trascendentales de la cultura cubana que representaron el ala más progresista de la intelectualidad en la primera mitad del siglo XX.
Pinacoteca
Muestra un conjunto de obras importantes de artistas claves dentro de la plástica cubana, que abarcan diferentes períodos dentro
de la historia de esta manifestación artística.
En ella es posible admirar creaciones de figuras cumbres del arte del siglo XIX, regido por cánones propios de la academia, como Leopoldo Romañach y Armando Menocal; de representantes de la vanguardia del modernismo en la plástica cubana, entre ellos su iniciador, Víctor Manuel, y de otros artistas prominentes como Amelia Peláez, Mariano Rodríguez, René Portocarrero y Wifredo Lam, quienes se interesaron por recrear la realidad cubana, sus ciudades, tradiciones y símbolos, y una muestra de la obra más reciente de nuestros creadores contemporáneos, que se lanzan a renovar el universo de recursos expresivos, cada uno con su lenguaje y su forma de ver y reflejar el mundo.
Sala de los Cobres Cubanos
Dentro de los oficios de vital importancia con que contaba la Ciudad de la Habana antigua está la herrería, la cual, por su aplicación en obras de construcción, en astilleros, labores agrícolas, industriales y defensivas, ocupaba un lugar significativo en el desarrollo de la Villa; sin embargo, en el siglo XVI se observa un número insuficiente de artesanos que la practicaran, y no es hasta la última década de ese siglo cuando por orden real se inicia la fundación de herrerías en la ciudad. En la sala dedicada a los exponentes de ese noble oficio podrá apreciarse una gran diversidad de objetos de uso doméstico y militar, resultado de la tenacidad y maestría de los artífices del metal.
Cementerio de Espada
El obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa se distinguió durante las tres primeras
décadas del siglo XIX por su quehacer progresista e ilustrado. Entre sus múltiples obras se cuenta la creación de la primera necrópolis, que llevó su nombre y fue inaugurada en 1806. Escultores y canteros realizaron hermosas obras en mármol para nichos y lápidas de este cementerio, donde se perpetúa el homenaje en coronas con formas caprichosas, flores de biscuit, hojas de metal y cuentas de vidrio, mientras el deseo de preservación forjaba ataúdes de hierro. Estas obras de arte funerario, reflejo de las costumbres de una época y del poder económico de sus clases altas, fueron trasladadas, al cerrarse el viejo cementerio, a la nueva necrópolis Cristóbal Colón, de la cual, por donación de las familias, llegaron a este Museo.
Sala Estatuaria y Lapidaria
El desarrollo económico y cultural de Cuba posibilitó en el siglo XIX la abundante entrada de mármol y la visita de artistas italianos de mayor o menor relieve. En las principales ciudades se abrieron elegantes marmolerías que recibieron encargos de particulares y del Ayuntamiento para patios, avenidas y lugares públicos.
Sala de los Uniformes Españoles
Se expone el vestuario utilizado por los diferentes cuerpos del ejército español y sus atributos, entre ellos las condecoraciones, bastones, sables y otros. Entre los uniformes se destaca el de Ramón Herrera Sancibrián, coronel del Cuerpo de Voluntarios que alentó a sus tropas a pedir la pena de muerte para los ocho estudiantes de Medicina que serían fusilados en 1871.
Despacho Público
Esta sala muestra uno de los dos despachos con que contaba el Capitán General de la Isla de Cuba, donde eran atendidos los asuntos referidos a la situación política y militar del país, fundamentalmente. Entre las personalidades recibidas en este despacho estuvo el sabio alemán Alejandro de Humboldt, en 1800. Asimismo, en 1890, transitó por este espacio el General del Ejército Libertador Antonio Maceo Grajales, recibido por el Capitán General Camilo Polavieja y del Castillo.
En sus vitrinas se destaca el primer equipo telegráfico que entró a Cuba en 1865. Además, varios documentos emitidos por la Corona y los capitanes generales de la Isla de Cuba, entre ellos el Bando de Concentración dictado por el capitán general Valeriano Weyler, el 21 de octubre de 1896.
Sala de Estandartes, Banderas y Banderines Españoles
Se exponen banderas, banderines y estandartes de diferentes cuerpos del ejército colonial español. En vitrina se conservan lanzas abanderadas utilizadas para impedir el paso de los cubanos sobre las formaciones enemigas y así evitar el machete, arma principal de los independentistas. Fuera de vitrina aparece un escudo que representa la dinastía borbónica y tres banderas españolas usadas en combate.
Sala de Armamento Español
Recoge una pequeña pero variada muestra de las armas y equipos afines utilizados por las fuerzas españolas en Cuba. Aparecen aquí desde los primitivos fusiles de llave de pedernal hasta los modernos Máuser, empleados en numerosos países hasta bien entrado el siglo XX. Igualmente se exponen armas blancas reglamentarias, una valiosa pieza de artillería ocupada a las fuerzas coloniales, cornetas de órdenes y un pañuelo de instrucción militar.
Antesala y Sala del Cabildo. Sala Capitular
El Cabildo constituyó una de las formas de gobierno local existentes en España más tarde aplicada en sus colonias hispanas.
Una vez construido el Palacio de los Capitanes Generales, se trasladan a esta sala los capitulares, que jerarquizaban cada paso para promover el desarrollo socioeconómico y cultural de la ciudad. Como representantes de la clase criolla que detentaba el poder económico, introdujeron avances fundamentales como la aplicación de la máquina de vapor en los ingenios azucareros y la construcción del primer tramo del ferrocarril Habana-Bejucal, además de crear importante instituciones como la Real Sociedad Económica de Amigos del País, el Real Consulado de Agricultura y Comercio y la Primera Biblioteca Pública. En esta sala velaron en capilla ardiente a Leonor Pérez, madre deJosé Martí, en mayo de 1907.
Sala del Pensamiento
Aborda las corrientes ideológicas que se manifestaron en Cuba a principios del siglo XIX, que constituyeron una muestra del descontento de la burguesía esclavista con el régimen impuesto por España en Cuba, caracterizado por el férreo control sobre sus productos. El movimiento conocido como reformismo tuvo entre sus figuras más representativas a Francisco de Arango y Parreño y José Antonio Saco. El anexionismo, tendencia que enroló en sus filas a aquellos criollos que veían a Estados Unidos como el único país capaz de procurarle a Cuba el respaldo económico necesario, contó con Narciso López entre sus principales representantes. A estas tendencias se contrapuso el independentismo, sostenido inicialmente por un grupo de estudiantes y miembros de los sectores ilustrados, entre los que se destacó el presbítero Félix Varela y Morales; pero estas ideas no tomaron fuerza hasta la segunda mitad del siglo XIX, y su máxima expresión fue el grito de independencia del 10 de octubre de 1868. Los retratos hechos por el pintor santiaguero Federico Martínez, ubicados en testeros de paredes, permiten visualizar algunos de los personajes más destacados del pensamiento cubano del siglo XIX.
Cuba Heroica
En esta sala se aborda el tema del fracaso de todas las acciones de los cubanos, ya fuera por la vía reformista o por la anexionista, y queda demostrado que las contradicciones metrópoli-colonia eran insalvables y la anexión imposible. Y así lo demuestra el estallido revolucionario del 10 de octubre de 1868, al frente del cual se ubicó el ala radical y patriótica de los terratenientes cubanos, encabezada por Carlos Manuel de Céspedes.
En poco tiempo la guerra se extendió a Las Villas y Camagüey, pero a causa del regionalismo, el caudillismo, las divisiones dentro del Ejército Libertador y la falta de apoyo logístico del exterior, la beligerancia no llegó a Occidente, región de mayor potencial económico de Cuba y que sustentaba al ejército español. Por ello, tras dos lustros de heroica batalla por la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud, terminó con la firma del Pacto del Zanjón, lo cual significó el mantenimiento del dominio español.
Salas de las Banderas
Las salas de las banderas son las más relevantes del Museo de la Ciudad debido a los tesoros nacionales que exponen: la
bandera original que ondeó por primera vez en 1850 y que, una vez iniciada la Guerra de los Diez Años, devino insignia nacional; la enseña que comenzó esa gesta emancipadora, y otras que pusieron muy en alto los ideales de la Revolución. Muestra además objetos personales de los máximos líderes de las guerras de independencia, entre ellos pertenencias de José Martí, jefe político de la epopeya de 1895 y unificador de sus fuerzas en el Partido Revolucionario Cubano. El óleo sobre la caída en combate del Mayor General Antonio Maceo refleja una etapa crucial de la última contienda bélica contra el colonialismo español, cuando se materializó una de las aspiraciones más importantes de los dirigentes de las guerras cubanas del siglo XIX: la invasión de Oriente a Occidente, para poner a la Isla de Cuba en pie de lucha por la independencia.
Sala Intervención Norteamericana
El 15 de febrero de 1898 se produjo en la Bahía de La Habana la explosión del crucero acorazado Maine, de bandera norteamericana, en la que perecieron 266 miembros de su tripulación, entre los que se encontraban dos oficiales. Los funerales se realizaron en la sala del Cabildo de Palacio.
El suceso fue el pretexto utilizado por los Estados Unidos para intervenir en el conflicto entre Cuba y España. Esta guerra, llamada hispano-cubano-norteamericana, concluyó con la firma del Tratado de París, el 10 de diciembre de 1898.
En cumplimiento de ese tratado, en cuya redacción no participó ninguna representación cubana, las autoridades españolas entregaron el poder a John Brooke, Gobernador Militar norteamericano designado para Cuba, el 10 de enero de 1899.
En 1901 fue convocada la Asamblea Constituyente para redactar la Constitución de la República de Cuba, documento donde se establecieron las limitantes que definieron la futura dependencia cubana.
Salón del Mimbre
El saloncito de mimbres refleja el ambiente que predominó en Palacio durante las dos últimas décadas del siglo XIX. Se destaca el
mobiliario Art Nouveau, estilo artístico que irrumpió a fines del siglo XIX y se puso de moda en países como Bélgica, Francia, España y Estados Unidos.
Cuenta asimismo con piezas realizadas por el joyero y vidriero modernista francés René Lalique, así como de Émile Gallé, maestro en todas las técnicas que existían en la elaboración de vidrios con la empresa Daum Frères, fundada en 1889 en Francia.
Salón del Comedor
Ambientado en los palacios coloniales del siglo XIX, está ubicado en el mismo espacio que ocupó durante la etapa colonial y las primeras décadas del siglo XX, y donde se ofrecieron grandes banquetes para conmemorar o festejar acontecimientos políticos o simplemente para celebraciones auspiciadas por el propio Capitán General.
Se integran como piezas originales las bandejas de cobre plateado que pertenecieron a la Capitanía General de la Isla de Cuba. En paredes se distinguen interesantes tapices flamencos de los siglos XVII y XVIII, trofeos de caza y una colección de vajillas de especial atractivo que pertenecieron a más de un centenar de familias cubanas.
Trinchante
Pequeño salón que exhibe lujosas vajillas y piezas destinadas al servicio de mesa, entre retratos que el pintor norteamericano Elias Metcalf realizó para la acaudalada familia Ximeno.
Denota uno de esos espacios destinados al recibo de la Capitanía General. Se destaca un juego de sala de perilla del siglo XIX. Una colección de piezas del milenario arte oriental integra la muestra permanente junto a los abanicos que usaran damas cubanas durante la época colonial.
Sala del Café
Denota uno de esos espacios destinados al recibo de la Capitanía General. Se destaca un juego de sala de perilla del siglo XIX.
Una colección de piezas del milenario arte oriental integra la muestra permanente junto a los abanicos que usaran damas cubanas durante la época colonial.
Sala del Baño
A pesar de que el clima tropical cubano impone al baño un carácter de necesidad diaria, no es hasta mediado del siglo XIX cuando ese acto comienza a ser integrado a la vida de los habitantes de la Ciudad de La Habana. Hasta entonces, la mayoría de los hoteles y casas particulares no disponían de sala de baño, aunque los establecimientos de baños públicos, sobre todo los destinados al sexo masculino, eran muy concurridos, y algunos llegaron a ser muy confortables. En esa época también eran muy visitados los balnearios de aguas medicinales.
Sin embargo, lo más usual era el lavado semanal con el aguamanil y la jofaina, con el complemento de un toque de perfumes y aromatizantes. Muchos objetos eran traídos por la aristocracia de Europa o del Oriente.
La sala muestra cristalería francesa, cristal checo decorado por Mary Gregory, porcelana China, así como piezas de plateros cubanos y bañeras de mármol italiano en forma de caracolas o góndolas que constituyen verdaderos tesoros.