Pintura cubana

Pintura cubana
Información sobre la plantilla
Pintura cubana image.jpg
Concepto:La pintura es la más genuina de las expresiones plásticas del país.

Pintura cubana. Se desarrolla conjugando los factores históricos sociales, de cada una de las etapas por las cuales ha tenido que transitar. Teniendo en cuenta que esta manifestación artística era considerada patrimonio de los obreros y artesanos, su desarrollo se enmarcó en obras de indios, esclavos y pobres. De sus manos provenían las imágenes pictóricas de aquellos tiempos, pero continuaba siendo popular, anónima, cargada de desdibujo, desproporcionalidad, colores estridentes, pero con los matices del trópico cubano. Dado el auge impetuoso de la industria tabacalera y azucarera, se desarrolla la experiencia del trabajo del paisaje cubano (negros, ingenios, valles, palmeras y los retratos de la mujer cubana) pero con el auge de burguesía criolla, la pintura pasa de manos negras a blancas y fue tan radical que en lo adelante, pintor de cierto nombre que surgiese, era blanco.

Con la pintura se enriqueció la visión de la realidad cubana. En la primera mitad del siglo XIX hay en la pintura, el predominio del academicismo nostálgico, romántico de la Escuela de San Alejandro, fundada en 1818, en la cual no se cultivaba el apego a lo autóctono. En el primer cuarto del siglo XIX, los pintores se interesaban por la representación romántica del paisaje, comienzan a tratarlo como tema suave y triste, expresando un estado de ánimo en contacto directo con la naturaleza, es decir, reflejo del nacionalismo que en las grandes luchas independentistas se manifestaban violentamente. Su principal cultivador fue Esteban Chartrand el cual presentaba una versión sentimental del campo cubano , iluminado por la luz crepuscular a través del cual se puede distinguir el bohío, el ingenio y la palma.

Historia

Antecedentes

La imagen del negro aparece por vez primera en la pintura cubana con el habanero José Nicolás de la Escalera (1734-1804) quien lo pinta en una de las pechinas de la Iglesia de Santa María del Rosario, construida después de mediar el siglo XVIII. En la obra aparece el primer Conde de Casa Bayona junto con su familia y el esclavo que lo llevó hasta las aguas medicinales que había en sus tierras donde pudo curar su enfermedad de la piel.

Este testimonio pictórico de acción de gracia del Conde a la Iglesia y a su esclavo por haber sanado, pasaría a la historia. Pero esta primera aparición del negro en la pintura cubana quedaría aplazada en el tiempo. Sin embargo, su imagen entró en los grabados desde mucho antes, a pesar de no haber pisado suelo cubano sus autores, hechos según los relatos de marinos y viajeros en tránsito por la Isla. Son estampaciones llenas de imaginación y fantasía no exentas de veracidad, entre ellas, la más antigua, realizada en el siglo XVII en Holanda, donde señorea una vistosa y exótica mulata que se cubre con un enorme quitasol, al lado de un elegante señor, detrás de ellos, la torre del Morro de La Habana con su cúpula de cebolla, indica el lugar. Habría que esperar hasta 1762 ―cuando La Habana cae en manos de los ingleses―, para que los grabados tengan una imagen más real de la ciudad recién tomada. Elías Durnford es el ingeniero inglés que deja ver dos plazas ―la vieja y la de San Francisco― con sus características construcciones y la población que por ella deambula o desarrolla sus habituales ocupaciones. En ellos aparece el negro tal como lo vieron los ojos de Durnford. Y a fines del siglo XVIII en España aparecen don imágenes, un habanero y una habanera, de pieles atezadas, en la publicación El Viajero Universal, que son retratos idealizados al igual que el “Negro Segador de las Cañas de Azúcar”, con su rostro vuelto al cielo y en pose lánguida.

En ambos siglos XVIII y XIX vive un pintor mulato en La Habana, pero este por su posición social no tuvo interés en retratar los rostros más oscuros de los más humildes. Solo se tienen noticias de un músico mulato de la ciudad de Cárdenas en Matanzas, retratado por él. El artista aludido es Vicente Escobar y Flores (1757-1834) de quien dijera el arquitecto Govantes, su biógrafo, “había nacido negro, pero murió blanco”.

Queda el espacio reservado a la población negra en la plástica cubana, cuando llegan a Cuba oleada de grabadores europeos atraídos por el auge azucarero en la Isla en el siglo XIX. Ellos con sus ojos románticos captarán a esta población en sus labores cotidianas tal como lo haría un fotógrafo deslumbrado por el colorido y la luz de La Habana y la bullanguería de los negros y mulatos en los más diversos estratos de la sociedad donde vivían.

Uno de los primeros es Hipólito Garneray, cuando capta esa deliciosa estampa del Mercado en la Plaza Vieja, o en el Paseo Militar con las volantas que vuelan más que ruedan, conducidas por los vistosos caleseros negros o mulatos. Después vendrían otros grabadores hasta el arribo de Federico Mialhe y Eduardo Laplante.

El primero con sus estampaciones en blanco y negro ofrece vistas de La Habana y del interior del país, donde entre diversos aspectos refleja imágenes de esas poblaciones en las que aparecen negros y mulatos, esclavos o libertos en sus labores habituales. Con el otro francés, Laplante, se reflejará una imagen idílica del trabajo del negro en las plantaciones azucareras más importantes del occidente y centro de la Isla, en el interior y exterior de los ingenios a mediados del siglo XIX. Este artista también trabajó estampaciones con las ciudades de Cuba más importantes en ese momento que, no por casualidad, casi todas estaban vinculadas al azúcar.

El pintor Vasco, radicado en Cuba desde 1850, Víctor Patricio de Landaluce, es un personaje importantísimo. Apenas dos años de estancia en Cuba hace el libro ilustrado por él y José Robles, Los cubanos pintados por sí mismos. Pero esta obra a pesar de su título no reproduce en sus ilustraciones imagen de algún negro que era parte de nuestra población. Se tienen que esperar varios años para que ese mismo pintor ofreciera su monumental libro Tipos y Costumbres, editado en 1881 por Miguel de Villa en La Habana. En ella aparecen sus dibujos pasados a la fototipia por Taveira.

En su obra pictórica y en los grabados que hace para la prensa seriada como “El Moro Muza” y otras, muestra personajes que eran parte de los llamados en la época “pardos y morenos” o sea, mulatos o negros, esclavos o libertos en sus labores habituales en la ciudad, como caleseros, sirvientes de manos, vendedores ambulantes, artesanos… y en el campo: como sembrador y cortador de caña, en las máquinas del ingenio, los cafetales y en otros trabajos agrícolas. Landaluce es el pintor costumbrista por excelencia; su adiestrada pupila durante 30 años en suelo cubano, específicamente Guanabacoa, fijará en el lienzo todo lo que se mueve en su entorno.

El pintor Víctor Patricio de Landaluce, ha dejado el legado de las Fiestas de los Reyes, plasmadas en sus lienzos con gran agilidad pictórica: rico documento para la reconstrucción de la vida de los negros esclavos y libertos y de sus “Iremes”, que tanto fascinaron a los extranjeros que visitaban la isla. Se pueden identificar en sus pinturas los trajes usados por las diferentes etnias, sus tambores, sus atributos religiosos, sobre todo en la sociedad secreta abakuá, que parece ejerció una gran influencia estética que lo llevó a la recreación en su estilo marcado por la época en que vivió.

Evolución

Durante los siglos anteriores al XIX y específicamente en esa última centuria, las artes plásticas en Cuba no tuvieron un desarrollo notable, y siempre el arte oficial fue el academicista, en franca contraposición a los intereses de muchos artistas nacionales.

El empeño personal, la falta de apoyo constitucional e incluso la lucha contra los gobiernos de turno fue la nota característica de la creación en la Isla. Esa batalla se inició en tiempos de la Colonia con la fundación de la Escuela Gratuita de Dibujo y Pintura, el 12 de enero de 1818, que en 1832 recibe el nombre con el que quedó en la historia de las artes plásticas cubanas, Escuela de San Alejandro, en honor a su creadror, Alejandro Ramírez, director de la Sociedad Económica de Amigos del País.

Su primer director, el pintor francés Juan Bautista Vermay (1786-1833), había venido a Cuba años antes para encargarse de los frescos que adornan El Templete, monumento neoclásico que indica el sitio de fundación de la villa de La Habana. Otros importantes directores fueron los también pintores Armando Menocal (1863-1942), Leopoldo Romañach (1862-1953) y el escultor Florencio Gelabert en 1959. Entre los estudiantes de la Escuela de San Alejandro estuvieron figuras como el Héroe Nacional, José Martí (matriculó Dibujo Elemental en 1867); el comandante guerrillero de la Sierra Maestra Camilo Cienfuegos, interesado en 1947 en aprender Escultura, y destacadas figuras de la pintura nacional como Wifredo Lam, Amelia Peláez, Víctor Manuel García, René Portocarrero, Flora Fong, Manuel Mendive, Rita Longa, Antonia Eiriz, Tomás Sánchez y Carmelo González.Tras años de adormecimiento, la pintura cubana renace en las primeras décadas del siglo XX.

En 1937, Eduardo Abela funda en San Alejandro el Estudio Libre de Pintura y Escultura, una expresión del proceso renovador que experimentó la cultura cubana desde la década del 20. En esos años, la trayectoria de la gran mayoría de los artistas plásticos cubanos incluyó constantes viajes a las capitales artísticas del mundo como París y New York, en un periplo que les nutría de los nuevos aires y la nueva técnica sin que perdieran la visión raigal de la cubanía. Como toda expresión en Cuba, las artes plásticas se nutren de una mezcla de fuerte nacionalismo con un cosmopolita rasgo de asimilación de otras culturas y de la modernidad. Al triunfo de la Revolución, la misma campaña alfabetizadora y por la cultura que promovió el gobierno fue un impulso en el terreno de las artes visuales. Surge en 1961 la Escuela Nacional de Instructores de Arte. En 1962, la Escuela Nacional de Arte, y en 1976 el Instituto Superior de Arte, complementados todos con la permanencia de la Escuela de San Alejandro y numerosos centros de estudio y exposiciones a lo largo del país, dando lugar a una verdadera explosión creativa que queda patentizada en las generaciones de pintores posteriores y tiene su cima en la heterogénea y activa generación de los '90.

Obras de artistas como Roberto Fabelo, Zaida del Río, Tomás Sánchez, Manuel Mendive y Nelson Domínguez, conforman el patrimonio más importante de las últimas décadas. Hay que añadir nombres de artistas jóvenes como José Bedia, Kcho y Flavio Garciandía que han ocupado un lugar privilegiado al frente de los nuevos caminos de la plástica. La pintura cubana durante los últimos 30 años ha mostrado gran capacidad para asumir las influencias más importantes del arte internacional con sentido propio y creativo, asumiendo al mismo tiempo, una postura crítica en sus temas, para continuar definiendo así los rasgos de la identidad cubana.

Pintores destacados

Enlaces externos

Fuentes