Río Bélico

Río Bélico
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País(es) que atraviesaCuba
NacimientoLas Palmas, Santa Clara, Cuba
DesembocaduraSagua la Grande, Villa Clara, Cuba

El Río Bélico. Inicialmente llamado La Sabana, nace en el manantial Las Palmas, al suroeste de la ciudad de Santa Clara, Villa Clara, Cuba. Su agua era utilizada para dar de beber a los animales, para regadíos, bañaderos y lavaderos públicos para los habitantes de la villa, que fueron obra de Marta Abreu en su incesante interés por ayudar a los más pobres. Sirvió de inspiración a poetas como Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), en la poesía “El Eco”.

Historia

La historia de Santa Clara cuenta que la villa fue fundada por varias familias de la villa de Remedios en el año 1689 del siglo XVII, alrededor de un frondoso tamarindo encima de una colina limitada por los ríos Monte y Sabana. El paisaje, de exuberante belleza, fue transformado por el paso de los años, e incluso la toponimia original de los ríos cambió, para llamarse Bélico y Cubanicay posteriormente.

Cerca de Arroyo de la Sabana, hoy llamado río Bélico, el sacerdote Fray Salvador Guillén ofreció la primera misa. Años más tarde, en el lugar en el Templo del Carmen (Ermita del Carmen), había estado, un árbol de tamarindo y se plantó en 1951 un monumento fue construido en honor de esta primera misa.

Nacimiento

El Río Bélico nace en el manantial Las Palmas, al suroeste de la ciudad y se alimenta en su curso de otros manantiales. Pero en la época de lluvia, con el escurrimiento pluvial, sus aguas alcanzan los niveles más altos e invaden los patios de las viviendas cercanas, espectáculo recibido con beneplácito, como símbolo de la mano divina, y el consecuente favorecimiento a las cosechas, así como contribución a la limpieza de la capital provincial.

Cause

En su cause medio se destacaban las pocetas de Borrotino, Pentón, Wencesalao y La Princesa. Estos eran los lugares predilectos de los niños y jóvenes de aquel entonces. De sus aguas, los pescadores extraían truchas, biajacas, jicoteas, etc., y con los aparatos de carburo alumbrando las riberas de noche, se cazaban ranas toros de un ecosistema donde abundaban, además, las palmitas de baja altura, anís estrellado, cundiamor y hasta cañabravas. Lugar propicio para los reptiles, insectos, roedores y lagartijas, entre otras especies.

Utilidad

El agua de los ríos era utilizada para dar de beber a los animales, para regadíos, bañaderos y lavaderos de los habitantes de la villa, primero, y ciudad. La señora Martha Abreu, hija ilustre de Santa Clara, mandó a construir varios lavaderos, muy cercanos a las cristalinas aguas de los ríos, bajo la égida de sus dineros, para así ayudar a la población santaclareña, muy especialmente para hacer más humano el trabajo de las mujeres.

Inspira a los poetas

Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), en la poesía “El Eco”, tomada de su cuaderno poético “El Veguero. Poesías Cubanas dedicadas por Plácido a sus amigos de Villaclara”, de 1841, le da nombre. Allí dice: “…y vosotras bellas ninfas/ de lenguas almibaradas/ las que de amarillas moyas y aguinaldas coronadas/ del Bélico* a las orillas…”.

El asterisco, a pie de hoja reza: “Bélico- el arroyo que circula esta villa, que hoy puede llamarse almacén general del comercio terrestre, aún no tiene nombre y como me creo tan autorizado como otro cualquiera para darle este, atendiendo a que su orilla es un mineral de imán y que en su margen nacen laureles, símbolos el primero de la guerra y los segundos de la victoria”.

Otro lírico “foráneo”, pero radicado aquí algún período, al igual que Plácido, era de la provincia Matanzas, lo personificó, alrededor de 1850, cual contertuliano de pesares. Esta vez Fernando Reyes Borguero, originario de La Habana, le suplicó: “Detén tu curso, arroyuelo/ y llora un rato conmigo/ que los dolores del alma/ menores son compartidos”.

Para 1885, al inaugurarse el “Teatro La Caridad”, la “Oda villaclareña”, recogida por J. B. Cornide el propio año, nuevamente lo aludió. “...Tranquila y dulce su existencia mece/ al rumor de las ondas/ del Bélico, que corre temeroso/ cortando el cause en caprichoso giro/ y su murmullo triste y amoroso/ ora es una oración, ora un suspiro”.

Antonio Vidaurreta y Álvarez, destacado lírico local, en la nota a “Cárdenas”, de 1889, convierte a ambos afluentes en amantes afables, agitadores y juglares. Subrayó el poeta: “…pie de un valle de verdes praderas/ que enlazan dos arroyos bullidores/ con tiernas ufanías/ y pasan, como amantes trovadores/ abiertos en perennes armonías/ rizando espumas y besando flores”.

Los Lavaderos

Los cuatro lavaderos, construidos en la segunda mitad del siglo XIX fueron obra de Marta Abreu en su incesante interés por ayudar a los más desfavorecidos. Con los lavaderos, daba un lugar a la condición humana de las mujeres, las mujeres pobres de la ciudad que “lavaban para afuera”, es decir, para las familias ricas. Santa Clara era una ciudad pobrísima y los lavaderos mandados a construir por Marta fueron la expresión de la necesidad que tenían sus habitantes de ciertas “comodidades”. En este caso, de las mujeres, que iban a lavar al río, y faenaban expuestas al sol, a la lluvia, con las condiciones que ellas mismas se procuraban. Fueron inaugurados el 15 de mayo de 1887, uno de ellos en la margen derecha del Bélico, donde se cruzan las calles Martí y Toscano.

Fuentes