Emilio Roig

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Emilio Roig
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Abogado, escritor e historiador cubano. Fue el primer historiador de la La Habana
NombreEmilio Roig de Leuchsenring
Nacimiento23 de agosto de 1889
ciudad de La Habana,
Capitanía General de Cuba,
Reino de España Bandera de España
Fallecimiento8 de agosto de 1964 (74 años)
ciudad de La Habana,
República de Cuba Bandera de Cuba
Otros nombresCristóbal de La Habana,
El Curioso Parlanchín,
Hermann,
Enrique Alejandro de Hermann,
U. Noquelovió,
U. Noquelosabe
EducaciónDoctor en Derecho Civil y Notarial
Alma materUniversidad de La Habana
OcupaciónHistoriador de La Habana
SucesorEusebio Leal
Obras destacadasLa enmienda Platt, una interpretación de la realidad cubana (1935),
Martí en España (1938),
La guerra libertadora cubana de los 30 años: 1868-1898 (1958)
Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos ( 19 Males y vicios de Cuba republicana. Sus causas y sus remedios (1959)

Emilio Roig de Leuchsenring (La Habana, 23 de agosto de 1889 - La Habana, 8 de agosto de 1964). Historiador, etnólogo, periodista y patriota cubano. Fue el primer Historiador de La Habana en 1935. Revolucionario esencial aunque no militó en partido alguno, pero estuvo siempre en el grupo de vanguardia de la sociedad, comprometido con las causas justas y democráticas. Se une a organizaciones como la Liga Antiimperialista de Cuba, fundada por Carlos Baliño y Julio Antonio Mella, y en el Grupo Minorista, donde cierran filas junto a Rubén Martínez Villena y Juan Marinello, como escritor revolucionario junto a Alejo Carpentier, a quienes La Habana resulta lugar propicio para articular sus fecundas tareas. Fidel Castro lo llamó el historiador de la Revolución. La Filial La Habana de la Unión de Historiadores de Cuba honra su memoria en el Coloquio Emilio Roig, taller científico central en el cual se presentan las investigaciones de los historiadores de la capital que tributan al Congreso Nacional de Historia. Existe una Cátedra Emilio Roig en el Instituto de Historia de Cuba dedicada al debate de estudios históricos.

Síntesis biográfica

Nació el 23 de agosto de 1889 en ciudad de La Habana,Capitanía General de Cuba, Reino de España. Su infancia transcurre en la finca Santa Teresa, en Managua, propiedad de sus padres. Entre los años 1895-1896 visita campamentos mambises en compañía de su padre, quien prestó ayuda económica y material a la causa revolucionaria. De esta etapa guardó siempre una pequeña bandera cubana que usaba prendida a su pequeño sombrero mambí.

Estudios

Cursó sus primeros estudios en el antiguo Colegio de Belén de La Habana. Alumno destacado de Trigonometría, asignatura que impartía el matemático Joaquín Santillana.

En 1905, aun siendo un joven estudiante publicó su primer artículo, Impresiones de viaje, en el periódico Diario de la Marina. Se graduó de Bachiller en Letras y en Artes en el Instituto de la Habana (1908).

Progresivamente cultivó diversos géneros especialmente los textos costumbristas y la crítica política. En 1912, su artículo: ¿Se puede vivir en La Habana sin un centavo? ganó el primer premio en el concurso de textos humorísticos convocado por la revista El Fígaro.

Colaboró en la Revista Jurídica entre los años 1912-1913 y desde este último fue redactor y jefe de redacción de la revista Gráfico. Dirigió la Revista de Derecho en el intervalo 1913-1917. Fungió como jefe de despacho del Primer Congreso Jurídico Nacional (1916). En 1917 se graduó en la Universidad de La Habana de Doctor en Derecho Civil y Notarial.

Labor política y cultural

El joven Emilio Roig.

Revolucionario esencial aunque no militó en partido alguno, pero estuvo siempre en el grupo de vanguardia de la sociedad, comprometido con las causas justas y democráticas.

Entre 1921 y 1930 colaboró en los anuarios de la Sociedad Cubana de Derecho Internacional. En 1922 fundó la Revista de Derecho Internacional, de la que fue secretario, y en 1923 fundó la revista Cuba Contemporánea, de cuya redacción formó parte. En 1924 colaboró en la revista Archivos del Folklore Cubano. A partir de 1925 fue director literario de la revista Social y entre 1925 y 1930 fue subdirector de la revista Carteles.

Se unió a organizaciones como la Liga Antiimperialista de Cuba, fundada por Carlos Baliño y Julio Antonio Mella, y en el Grupo Minorista, donde cerró filas junto a Rubén Martínez Villena y Juan Marinello, como escritor revolucionario junto a Alejo Carpentier, a quienes La Habana resulta lugar propicio para articular sus fecundas tareas. Apoyó públicamente a los protestantes de la Protesta de los Trece en la Academia de Ciencias y se integró a la Falange de Acción Cubana. Su bufete era el punto de reunión del Grupo Minorista. Jorge Mañach lo consideraba el jefe de los minoristas. Fue el cronista de este movimiento regenerador.

Entre 1927 y 1935 fue comisionado intermunicipal de La Habana, salvo durante el período de 1931 a 1933, en que la dictadura de Gerardo Machado ocupó el municipio. En 1939 ―al final de la Guerra Civil Española (1936-1939)― fue miembro de la Liga Antifascista a favor de la República Española.

El 1 de julio de 1935 se le designó el Historiador de la Ciudad de La Habana y trabajó en la Oficina del Historiador hasta su muerte. Se ocupó además de las ediciones de esta oficina, como los Cuadernos de historia habanera, las Actas capitulares del Ayuntamiento de La Habana y la Colección histórica cubana y americana. En 1937 dirigió la Revista de Estudios Afrocubanos y al año siguiente ingresó en la Academia de la Historia, con su trabajo Martí en España.

En el año 1942, precisamente cuando se inician los Congresos Nacionales de Historia, fue electo presidente de la Sociedad de Librepensadores de Cuba. Dos años después lo nombran miembro de la Junta Nacional de Arqueología y Etnología. En 1945 integró la directiva del Instituto de Intercambio Cultural Cubano-Soviético. Dirigió el Archivo Histórico Municipal. Fue miembro de la Junta Nacional de Arqueología y Etnología, del Colegio Nacional de Periodistas, de la Comisión de Monumentos, Edificios y Lugares Históricos y Artísticos Habaneros, de la Sociedad Cubana de Derecho Internacional, del Colegio de Abogados de La Habana y de otras instituciones.

El hecho, recurrente en Roig, de respaldar cualquier afirmación con una vastísima información factual de fuentes primeras, manifiesta la fe que poseía en la veracidad del hecho histórico. Ajeno a la retórica es el expositor sencillo que hace de la historia no un discurso positivista de hechos amontonados, sino la comprensión orgánica del pasado para entender el presente y, sobre todo, avizorar el futuro. He aquí la presencia de Martí quien afirmaría, en su tiempo, que:

" la historia es un examen y un juicio, no una propaganda ni una excitación"

Las bases históricas contra la dependencia que se infieren de sus estudios pueden sintetizarse en:

  1. La unidad nacional y la conciencia nacional son fórmulas que impiden la dependencia
  2. La independencia constituye un resultado histórico que sólo pertenece a los cubanos
  3. Cubanismo es antimperialismo

El entendimiento de estas bases históricas permiten el diseño de cuestiones que Roig dejó abiertas, para concentrar su esfuerzo intelectual en otras direcciones. No hay dudas, por ejemplo, de que el problema de la cubanidad fue abordado por él con un alcance meritorio: la lucha por la conciencia nacional, la unidad nacional en el pensamiento revolucionario y en las guerras de liberación. O sea, el proceso de formación de la nacionalidad, que era, a fin de cuentas, revitalizar la cubanía. Sin embargo, el estudio de estructuras más profundas en la vida cotidiana del cubano, del funcionamiento de su psicología social, cuyas manifestaciones más inmediatas son los hábitos, las costumbres, quedó por realizar.

Ya en su tiempo Roig desenmascara la labor de desnaturalización que sufre el proceso histórico cubano, especialmente lo relacionado al logro de su independencia, al respecto profería:

"Una de las cuestiones más urgidas de esclarecer para nuestras generaciones republicanas de 1902 a la fecha y en el futuro, es la lucha por la independencia, ya que la interposición de los Estados Unidos en nuestra larga y cruenta contienda libertadora y su secuela, la intervención extranjera que se produjo al cesar la soberanía de España en Cuba, provocaron en el cubano la creencia mantenida por la falta de enseñanza histórica veraz, de que Cuba, sin la ayuda de los Estados Unidos, no hubiera podido conquistar su independencia, creando así, un fatal complejo de inferioridad en el desenvolvimiento de la república y la falta de fe para lograr su consolidación y su engrandecimiento del propio esfuerzo de sus ciudadanos."

En esta dirección y contra esta manipulación de la historia, hubo de trabajar de manera ardua Roig de Leuchsenring. Trascendental obra patriótica constituyó la refutación a significativas personalidades e instituciones dentro y fuera del país.

Imputa al director de El imparcial, San Juan, Puerto Rico, Antonio Aryuso Valdivieso, en enero de 1951, por haber expuesto públicamente que:

"Estados Unidos “habían concedido a Cuba la independencia y la libertad”"

Al doctor Luis Machado, embajador de Cuba en Estados Unidos, quien afirmara que:

“Las relaciones de Estados Unidos en el comportamiento internacional hacia mi nación hace cincuenta años, cuando se nos dio nuestra independencia, es el mejor cumplimiento que puede hacerse a los estadistas norteamericanos”

Al periodista norteamericano Robert M. Hallet, en abril de 1955, por su artículo Infiltration Noted in Many Fields Relatively Wild Policy Against Communists Observed in Cuba, en el cual sostiene que:

“los estudios históricos realizados por Roig de Leuchsenring son “ejemplos específicos de infiltración comunista en Cuba”

Además, en misiva al doctor Anselmo Alliegro, presidente del Senado; al doctor Gastón Godoy, presidente de la Cámara y al doctor Gonzalo Güell, ministro de Estado, denuncia las distorsiones que sobre el proceso forjador de La nacionalidad contiene el libro The World Almanac of Facts, 1956, publicado por el New York World-Telegraph and The Sun. Se trataba, entonces, de la defensa de un pueblo descreído y desconfiado de sus capacidades, de sus virtudes y sus realizaciones.

Desde la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales fundada en 1942, los Congresos Nacionales de Historia hasta el año 1960, la Oficina del Historiador de la Ciudad y las principales publicaciones de la época, la historia nacional cubana mostraba toda la experiencia acumulada para comprender las realidades neocoloniales y vaticinar, de algún modo, el desenvolvimiento futuro de la Isla.

A través de las instituciones culturales que dirigió, unió a los intelectuales de todas las tendencias en pro del rescate de la historia y los valores nacionales, contra el colonialismo y el imperialismo. Luchó y logró la preservación y restauración de lugares patrimoniales. Dictó conferencias en eventos nacionales e internacionales, trabajó incansablemente a favor de la paz y la igualdad social en Cuba y el mundo.

Consciente Roig de Leuchsenring de que en el mundo, y en Cuba, los estudios sociales ampliaban sus horizontes y se encaminaban a problemas más trascendentales: hacia lo político, lo económico y lo social, no abandonaba nunca el propósito de desentrañar las costumbres de los cubanos, en la colonia y en la república, con el fin de revitalizar los rasgos positivos del cubano y descubrir todo lo negativo que durante siglos se había arraigado en la personalidad cubana. Era éste su modo de defender una nación que se hacía y dejaba de ser. Mas, no pocos en su época valoraron su labor de antipatriótica. El 11 de abril de 1924, en una conferencia leída en la Sociedad de Derecho Internacional, declaró:

“no es de buenos ciudadanos, sino de histriones, el cubrirse con la máscara del optimismo cuando en lo privado se confiesan nuestros males o cuando a lo mejor se es en parte causante de ellos y que la gravedad consiste en que los vicios y defectos de la nación existan, no en que se analicen y estudien con altezas de miras y de propósitos; y que el ciudadano verdaderamente patriota no puede cerrar los ojos ante las lacras (…) sino que (…) el amor a su patria y el deseo de su progreso y mejoramiento le obligan a enfrentarse con máculas y defectos, para estudiarlos y remediarlos”

Puede afirmarse que en la República ningún otro intelectual cubano denunció tan sistemáticamente las negativas costumbres adquiridas por el pueblo cubano, desde los años de la colonia, como lo hizo Roig de Leuchsenring. Bastaría una revisión, apenas superficial, de la revista Carteles para constatar este hecho a través de cientos de trabajos publicados desde la fundación de la revista hasta el año 1954.

Los vicios y defectos de las costumbres públicas en la colonia se reproducían una vez constituida la república: el egoísmo, los odios enconados, el afán de lucros, la empleomanía, la burla al derecho, la apatía, la pasividad, la desunión y desorganización colectivas, el personalismo, el caudillismo, la ineficacia, la injusticia social y, como diría Roig:

“el imperio de los mediocres”

Esas funestas costumbres inmovilizaban la sociedad republicana, afirmaba Roig:

“haciéndonos pensar, con tristeza y dolor, que ésta en el fondo, cambiados la bandera y el himno, es colonia superviva”

Cuba sufría una gran crisis de nacionalidad. Aquella sentencia de José Martí de que Cuba ha de ser libre de España y de los Estados Unidos, estaba por hacer. Sometida a la dependencia neocolonial, vivía la dramática situación social que su condición le imponía.

Roig afirmaba que el peso mayor de la influencia del intervencionismo recayó sobre las costumbres públicas con una gravísima repercusión. Dos elementos se fomentaron: la desmoralización y la desorganización, profería Roig:

“Toda vez que el nacimiento de la República, al no ocurrir sino a impulsos de los Estados Unidos en el momento que su gobierno lo creyó oportuno y en la forma y con las trabas que juzgó necesario imponer para la mayor garantía de sus intereses en la Isla y seguridad de su territorio, ha llevado al ánimo popular la creencia de que aquel gobierno es la última palabra y la voluntad definitiva en nuestros asuntos políticos y económicos, con grave quebranto del espíritu de solidaridad y fe nacionalista”

Por esta razón fundamental consideró de especial interés el reconocimiento de las formas en que se desenvolvieron las relaciones de Cuba con Estados Unidos para hacer que la isla fuera perdiendo la fe en la soberanía del país y la confianza en el gobierno y en el esfuerzo propio. Frutos de sus profundas reflexiones acerca de estas relaciones son sus obras maduras: Historia de la Enmienda Platt. Una interpretación de la realidad cubana, 1935; Los Estados Unidos contra Cuba Libre, 1959, y Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos, 1950. Estos trabajos representan una excelente exposición, basada en una abundante documentación cubana, española y norteamericana de los principales archivos de los diferentes países, sobre los elementos que dieron lugar a la pérdida de confianza del pueblo cubano en su propio destino, en sus propias fuerzas, después de finalizada la guerra e instaurada la república.

A las lamentables costumbres del pueblo cubano adquiridas durante la república y la reafirmación de todo lo sustancialmemente negativo de la colonia: al juego, la indolencia, la desunión, la desorganización, etc., se unió el culto al privilegio, la tragedia del guajiro, la discriminación racial y la aguda crisis de las instituciones oficiales de enseñanza, cuya expresión más elocuente lo constituyó el feroz analfabetismo que padecieron los cubanos.

No se sostiene la nacionalidad sin igualdad social. Así lo entiende Roig y lo expone en sus ensayos martianos: El internacionalismo antimperialista en la obra político-revolucionaria de José Martí, 1935; La República de Martí, 1943, y el Ideario cubano de Martí, 1936.

La independencia significaba la igualdad de la mayoría trabajadora, no la igualdad mayoritaria propugnada por el liberalismo. Por ello, también, la ausencia total de privilegios personales que bifurcaran la idea de justicia social, por la que durante tanto tiempo se había luchado, y que a la larga pusiera en peligro la existencia misma de la nación. Pero la república neocolonial negó la república de Martí. La abundancia de privilegios para un grupo contrastaba con la desesperación y el desamparo de la mayoría de la población cubana. No obstante, al desconcierto de los primeros años sobrevino la inconformidad a la desesperanza. La palabra privilegio despertó siempre, en el pueblo, irreprimible actitud de protesta y rebeldía. Como decía Roig:

“tan arraigada estuvo en la conciencia cubana la imperiosa necesidad de acabar, una vez lograda la independencia, con todo cuanto significara privilegio personal”

Privilegio concedido para la industria azucarera cubana por Estados Unidos, significó hipotecar la independencia política de Cuba y fomentar su dependencia económica. El privilegio del gobernante y el político, del industrial, del comerciante, del terrateniente, el privilegio del blanco, alcanzaron en la República la preponderancia de institución nacional.

Discriminación social, por tanto, que abarcó a toda la gran masa humilde cubana: los obreros, los campesinos y todas las esferas de la sociedad. En este sentido y por su vital relevancia en la formación y desarrollo del espíritu público, la educación constituyó esfera primordial de progresos y regresos. Sistematizó mentalidades, valores, en una dirección u otra, y anuló en el peor de los casos el desarrollo libre de una enseñanza cubana. Roig lo indicó así:

“En países como el nuestro integrados por aportes humanos de diferentes razas, de sedimentos culturales distintos, lastre colonial deplorable, actuación republicana de débil endogenia y acción extranjerizadora poderosa y permanente, se hace imprescindible la acción informadora del Estado sobre el área de la educación (…) La creación de un carácter nacional es posible a través de las instituciones de enseñanza. El sentido de la democracia y el pensamiento patriótico es adquirido por una ciudadanía desde la infancia. La verdadera escuela cubana es igualitaria y, por tanto, contraria a toda discriminación; y como el fundamento de la patria está en la escuela, los verdaderos patriotas somos los que defendemos la verdadera escuela cubana, que es la escuela democrática, que es la escuela nacional.”

Sin embargo, la sociedad neocolonial, fuertemente discriminatoria y antidemocrática, reprodujo en la enseñanza, éstas, sus cualidades más representativas. Las condiciones de las grandes masas analfabetas se agudizaban con riesgo de perder su sentido de nacionalidad. La fuerte influencia que sobre las costumbres del pueblo ejercía la intervención, imposibilitaba la búsqueda de soluciones a los problemas del país, al tiempo que se afianzaba cada vez más la fuerte creencia al descreimiento. Para Roig, el sentido de la enseñanza debió ser entonces la preparación del pueblo para una real liberación. A su juicio, no sólo la ilustración de un pueblo, sino las condiciones favorables que logre obtener en la producción material, son elementos clave en la defensa real de su personalidad.

Recupera y le imprime nueva vitalidad al concepto de educación popular pensado por Martí, pero, sobre todo, reconoce profundamente el alcance práctico que le concibió el maestro:

“el único medio de salvarse de la esclavitud (…) porque esclavo seguía siendo el cubano de su ignorancia, de los vicios, de la inmoralidad, de exacerbados privilegios y discriminación social y racial, de una economía hipertrofiada, de una política de desgobernantes”

Era y es, también, el medio de salvarse un pueblo de sí mismo.

Así convocó Roig, en su tiempo, a uno de los movimientos más sorprendentes y avanzados de la época. Lo inspira la idea de salvar la nación a través de uno de sus factores medulares: la educación. Se trata del movimiento Por la Escuela Cubana en Cuba Libre. Su esencial sentido: la cubanización de toda la enseñanza pública, asumiendo la idea martiana de que tiene el mundo quien tiene el poder de poner sobre los niños las primeras manos! Hizo su declaración de principios en el edificio de la Gran Logia de la Isla de Cuba, el 31 de mayo de 1941.

Fue este un movimiento de la cubanidad y por la cubanidad. Integrado por los centros culturales, las organizaciones que anhelaban una enseñanza plena de cubanidad y todos los intelectuales que pensaban, como decía Roig, en cubano: Elías Entralgo, Fernando Ortiz, Ciro Espinosa, José A. Portuondo, entre otros, constituyó una cruzada que levantaría a todo el pueblo en defensa de su escuela.

La escuela cubana, defensora de los más altos valores morales, se proponía rescatar el pasado que condicionaría la existencia de la personalidad social y política en el presente y su subsistencia en el porvenir. El empeño creador de varias generaciones de cubanos estuvo dirigido hacia la aparición y desarrollo de la nacionalidad cubana. Esta herencia histórica no podía ser abandonada.

Para crear y consolidar la conciencia cubana se elevaba la nueva escuela. Una escuela que defendiera desde dentro, no sólo de la penetración ideológica de Estados Unidos con toda la fascinación de sus falsos destellos, sino de cualquier ideología extranjera que predispusiera mentalmente a los cubanos contra su pensamiento propio, semilla original de su actitud independentista.

No escapaba al análisis del historiador que las reformas sociales que propugnaba la escuela cubana constituirían el resultado de un cambio mayor y más profundo en lo político, social y económico. Una vez realizada esta transformación, la difícil obra de depurar las costumbres de manera que la cultura y la civilización alcanzaran a las grandes mayorías, resultaba condición indispensable para construir una nación poderosa y engrandecida, con pleno reconocimiento internacional de su personalidad. Y esto, además, gracias a su propia historia, que Roig, como ningún otro, supo esclarecer y devolver a “los cubanos de hoy –como afirmaría- no muy enterados del proceso histórico de nuestra patria, la confianza en su propio esfuerzo para el logro de sus esperanzas a ser nación.

Reformar las costumbres representaba, entonces, socavar una de las manifestaciones más poderosas de las mentalidades del cubano de la neocolonia. Su saneamiento, unido a los valores más altos de su humanidad, crearían la más eficaz fórmula contra la dependencia: cubanismo es antimperialismo. Así lo avizoró Roig, quien, además, afirmara más de una vez que:

“nadie puede creerse patriota o llamarse realmente cubano, sin ser antimperialista.”

Factor histórico clave de su pensamiento fue la dependencia. Pero la dependencia no sólo en el sentido económico, político, sino, sobre todo, en el mental. Y para ello no sólo se apoyaba en la tradición del pensamiento cubano, sino en su acción revolucionaria en las guerras de independencia, en qué lo más positivo del cubano se revelaba con una fuerza tal, que las desnaturalización sufrida durante siglos de su ser no pudo impedir. Y esto lo descubre Roig. Por eso, cuando en la continuidad de la línea martiana de análisis, recupera su actitud fundamental: el antimperialismo, lo hace sobre la base del descubrimiento y la explicación de las raíces históricas del pueblo cubano, forjador de su nacionalidad.

Fue la Revolución de 1959 la concreción de la independencia ideada y forjada por tantas generaciones de cubanos. La esperanza en la realización plena de la cubanidad la depositó Roig en la Revolución. Desde la transformación profunda de las bases de la sociedad hasta la promoción mayor de una enseñanza que penetrara con toda su fuerza y poder en el espíritu, cultivado así, de todos los cubanos.

Para Roig era esencial el entendimiento entre gobernantes y gobernados. Los primeros debían ser el resultado genuino de la voluntad popular, pero para que así fuera resultaría preciso, como sustentaba Martí, que la misión primera del gobernante fuera servir a la patria y no servirse jamás de ella y que no hay viles mayores que los que miran exclusivamente los intereses de la patria como medios de satisfacer su vanidad o de levantar fortuna. Razón más que suficiente para hacer de la necesidad de que todos los ciudadanos ejercieran la política, una realidad.

Roig advierte sobre estas ideas, basándose en sus observaciones sobre la historia de Cuba y la historia de sus ideas político-revolucionarias. Para que exista una unidad nacional, la democracia constituye un elemento medular. Democracia concebida como diría Martí:

“en un país de pensamiento, donde solo por las sorpresas de la guerra puede subir un hombre inculto al poder”

Las propuestas de Martí, síntesis de lo más revolucionario del pensamiento cubano –de aquellos años en que las tendencias más radicales se expresaban a través del reformismo, pues las condiciones históricas de Cuba así lo exigían-fueron excepcionalmente captadas por Roig. El ideal de independencia concretado en la Guerra de los Treinta Años, como la llamó él, se realizaría de manera definitiva en una nueva república. Su sostenimiento descansaría en tres elementos fundamentales:

  • la unidad nacional
  • la conciencia nacional
  • la voluntad nacional

Su concepción limitaba las expectativas de la nación a factores no económicos. Las realizaciones históricas de los cubanos habían demostrado una fuerza espiritual poco común, desafiando explicaciones económicas y estructurales. El historiador eligió las suyas, conociendo previsoramente que el análisis económico era privilegiado en las investigaciones históricas en el mundo. Pero su mundo resultaba especialmente complejo. La dinámica de las estructuras sociales, expresadas en las diferentes capas, sectores, estamentos, clases y grupos, era tal, que la producción ideológica y las propuestas de pensamiento pocas veces lograban una síntesis teórica de esa realidad.

Muerte

Falleció en su ciudad natal, La Habana, el 8 de agosto de 1964, a los 74 años.

Publicaciones

Publicó innumerables artículos en las más diversas revistas cubanas de la época y en los primeros años de la Revolución cubana.

Sus principales libros editados o actividades fueron los siguientes:

Entre las recopilaciones con prólogos suyos y obras hechas bajo su dirección se encuentran:

  • 1925: El libro de Cuba
  • 1936: El Ideario cubano. I, José Martí
  • 1936: El Ideario cubano. II, Máximo Gómez
  • 1939: Hostos y Cuba. La Habana: Imprenta Molina.
  • 1941: Poesías completas de José María Heredia (2 tomos). La Habana.
  • 1941: La revolución de Martí, 24 de febrero de 1895. La Habana.
  • 1942: Homenaje a Martí en el cincuentenario de la Fundación del Partido Revolucionario Cubano (1892-1942). La Habana: Oficina del Historiador de la Ciudad..
  • 1942: Vida y pensamiento de Martí, tomo 1. La Habana.
  • 1945: La vida heroica de Antonio Maceo (La Habana, Municipio de La Habana.
  • 1946: El Ideario cubano. III, Antonio Maceo, editados en los Cuadernos de Historia habanera, Curso de introducción a la historia de Cuba (en 3 tomos)
  • 1950: Banderas oficiales y revolucionarias de Cuba (La Habana, Municipio de La Habana
  • 1950: Antonio Maceo. Cartas y otros documentos, tomo 1. Cárdenas.
  • 1952: Homenaje al ilustre habanero Domingo Figarola Caneda en el centenario de su nacimiento. La Habana.
  • 1955: Veinte años de actividades del historiador de la ciudad de La Habana (1935-1955), 5 tomos. La Habana: Oficina del Historiador de la Ciudad.
  • 1956: Simón Bolívar, el Congreso Interamericano de Panamá en 1826, y la independencia de Cuba y Puerto Rico. La Habana: Oficina del Historiador de la Ciudad.
  • 1959: El antimperialismo de Don Francisco Henríquez y Carvajal; Los Estados Unidos contra Cuba Libre
  • 1959: Males y vicios de Cuba republicana, sus causas y sus remedios,
  • 1959: Máximo Gómez, el libertador de Cuba y el primer ciudadano de la República.
  • 1960: Hostilidad permanente de los Estados Unidos contra la independencia de Cuba.
  • 1960: El presidente McKinley y el gobernador Wood, máximos enemigos de Cuba Libre y Los Estados Unidos contra Cuba republicana.
  • 1960: El pensamiento político de Martí. La Habana, 1960. Ha sido traducido al inglés, chino, ruso y francés.
  • 1961: La Casa de Gobierno o Palacio Municipal de La Habana.

Colaboró además en revistas y periódicos:

Utilizó, entre otros, los seudónimos Cristóbal de La Habana, El Curioso Parlanchín, Enrique Alejandro de Hermann, Hermann, U. Noquelovió y U. Noquelosabe.

Fue autor de libros y folletos, además de editor de diversos volúmenes, entre ellos de la primera edición cubana de La Edad de Oro (1932), precedida de su estudio Martí y los niños. A partir de 1935 comenzó a publicar «obras claras, sencillas y de distribución gratuita sobre temas históricos diversos»: los Cuadernos de Historia Habanera, que aparecen ininterrumpidamente hasta 1962. Se publicaron los cuatro tomos de La literatura costumbrista cubana de los siglos XVIII y XIX. A esta faceta poco conocida del notable escritor, historiador y periodista rindieron homenaje el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau y la Oficina del Historiador de la Ciudad al presentar, en la Feria Internacional del Libro de La Habana 2005, la compilación: Artículos de costumbres, el cual contiene 42 de esos materiales.

Se trata de textos que ofrecen datos sobre personalidades cubanas, nombres de calles e instituciones habaneras, entre otros términos a los que alude el autor en sus trabajos, además de relacionar las publicaciones en las cuales estos vieron la luz.

Fuentes

  • Emilio Roig de Leuchsenring: Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1995.
  • Emilio Roig de Leuchsenring: Males y vicios de Cuba republicana. Sus causas y sus remedios, Oficina del Historiador, La Habana, 1959.
  • Emilio Roig de Leuchsenring: Por su propio esfuerzo conquistó el pueblo cubano su independencia, Oficina del Historiador, La Habana, 1957.
  • Emilio Roig de Leuchsenring: “La Colonia superviva”, en revista Cuba Contemporánea, La Habana, 1938.
  • Emilio Roig de Leuchsenring: El intervencionismo, mal de males de Cuba Republicana, La Habana, Municipio, 1937.
  • Emilio Roig de Leuchsenring: El internacionalismo, antiimperialista en la obra político-revolucionaria de José Martí, La Habana, Municipio, 1940.
  • «Emilio Roig de Leuchsenring», artículo publicado en el Diccionario de autores del sitio web Cuba Literaria (La Habana).
  • «Emilio Roig», monografía publicada en la página Los Minoristas, de la Colección Orígenes del sitio web Cuba Literaria (La Habana).
  • «Emilio Roig», artículo publicado en el sitio web de la revista La Habana Nuestra.
  • «Emilio Roig», artículo publicado en el sitio web de la OHCH (Oficina del Historiador de Ciudad Habana).
  • «Emilio Roig», artículo publicado en el sitio web de la revista Somos Jóvenes (La Habana).
  • «Emilio Roig», artículo publicado en el sitio web Librínsula (La Habana).
  • Alicia Conde Rodríguez: Pensamiento pedagógico cubano (1902-1920). Crítica y conciencia en la República, de la Editorial de Ciencias Sociales, 2017.
  • Alicia Conde Rodríguez: La intelectualidad cubana frente a la República, Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba, n.2, julio-diciembre de 2018.
  • Alicia Conde Rodríguez: Pensamiento pedagógico de liberación en los preludios de la Revolución Cubana (1930-1958), en revista del Instituto de Historia Universal de la Academia de las Ciencias de Rusia: Almanaque Histórico Latinoamericano, n. 30, 2021.
  • Alicia Conde Rodríguez: Emilio Roig de Leuchsenring. La luz de su huella. Prólogo a la obra de Roig: Males y vicios de Cuba Republicana. Sus causas y sus remedios, Editorial Historia, Instituto de Historia de Cuba, 2023.