Bisexualidad
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Bisexualidad. Las bisexuales, son personas que se sienten atraídas romántica y/o sexualmente hacia personas de más de un género o sexo[1]. Las personas bisexuales no tienen que sentir atracción en un mismo nivel o forma, o tener experiencia, con todos los géneros que les atraen para identificarse como tal.[2].
Dentro de la tradición occidental, a pesar de los intentos de homogeneizar la historia, se puede dar testimonio de la bisexualidad desde la antigua Grecia pues, según las fuentes existentes, relaciones de este tipo eran practicadas por su gente, uno de los mayores ejemplos siendo Alejandro Magno, que se casó con varias princesas de los anteriores territorios persas y tuvo al menos dos hijos, uno con la princesa Barsine de Frigia, y uno con la princesa Roxana de Bactria. También tuvo una relación cercana con uno de sus esclavos, Bagoas, "un eunuco de excepcional belleza", con el que tuvo intimidad sexual varios años. Y finalmente, tuvo una relación íntima con Hefestión, comandante de caballería y amigo desde la niñez hasta su muerte. La pareja realizaba sacrificios en los altares de los héroes de la Ilíada, Alejandro honrando a Aquiles y Hefestión a Patroclo, Claudio Eliano afirmaba que "de esa manera Alejandro implicó que él (Hefestión) era su objeto de amor, como Patroclo lo fue de Aquiles"[3].
Sumario
- 1 Definiciones
- 2 De "atracción por dos géneros" a "más de un género"
- 3 Estudios y teorías del siglo XIX-XX
- 4 Estadísticas
- 5 Diversidad de género y bisexualidad en culturas indígenas
- 6 Estudio de Foucault de la Grecia clásica
- 7 Bisexualidad transitoria
- 8 Símbolos y autoidentificación de bisexuales
- 9 Bifobia
- 10 Fuentes
Definiciones
Esta palabra se forma del elemento compositivo "bi-" que significa "dos" o "de a dos", y del latín "sexualitis", que significa "sexos"[4].
En un principio, este término no se utilizaba para referirse a una orientación sexual, aparece por primera vez en 1824[5], antes de que aparecieran los conceptos de heterosexualidad y homosexualidad, para referirse a los cuerpos humanos con caracteres sexuales masculinos y femeninos[6]. Los términos "bisexual", "bisexos" y "hermafroditismo"se usaron por décadas como sinónimos, hasta llegar al término más preciso[7] y reciente, "intersexual".
Es en 1912 cuando se utiliza por primera vez como orientación sexual, bajo el significado de "atracción hacia los dos sexos", haciendo referencia al sexo masculino y femenino, existe una resistencia de la comunidad médica al nuevo uso del término, sugiriendo en su lugar la palabra "ambisexualidad"; sin embargo, sus esfuerzos son inútiles, pues en la década de los 50's "bisexualidad" se vuelve de uso común con la connotación de orientación sexual[5].
De "atracción por dos géneros" a "más de un género"
Existen dos desarrollos principales en el lenguaje que cambian al término bisexualidad: en primer lugar una ampliación del concepto bisexual, y en segundo, la creación de terminología alternativa que describe intereses románticos y sexuales que se extienden más allá de la atracción por el mismo género o el género "opuesto".
El primero está, intrínsecamente unido, en un principio, al movimiento trans, que desafía abiertamente la noción de que sólo pueden existir dos géneros. Posteriormente a este se le une el no binario, fluido de género y todos las identidades de género que existen más allá de la dicotomía "hombre" o "mujer"
El segundo fenómeno relacionado al lenguaje, fue el desarrollo de terminología nueva para referirse a la orientación sexual. Algunas personas que antes se identificaban como bisexuales, pasaron a identificarse como ambisexuales, pansexuales, polisexuales, omnisexuales, entre otros; o directamente a rechazar las etiquetas.
Esta expansión del mundo de la sexualidad, se vive a nivel individual y social, al tiempo que las palabras "dos sexos" se vuelven más pequeñas y dejan de abarcar a todas las personas, por lo cual se vuelve necesaria la evolución del término para incluir la posibilidad de sentirse atraído a personas de un género diferente al masculino y femenino, personas sin género, con más de un género y de género fluido. Esta definición expandida de bisexualidad provee un nuevo contexto de experiencia humana[8].
El término bisexualidad, por tanto, es muy flexible y (contrario a las creencias erróneas, bifóbicas, transfóbicas o enebefóbicas) no es inherentemente excluyente de ningún género. A nivel personal, el significado puede variar, pues sólo la propia persona puede describir su vivencia de la sexualidad y elegir cómo identificarse.
Estudios y teorías del siglo XIX-XX
Los intentos de descripción teórica de la conducta bisexual aparecen marcados, dentro de la tradición sexológica occidental, por su carácter de territorio ambiguo, en el que la tensión entre homosexualidad y heterosexualidad queda anulada. En un intento de desambiguación, se ha considerado que existen varios niveles de análisis de los que derivan las diferentes formas de entender la bisexualidad:
- Desde la biología
- Desde el psicoanálisis
- Desde la conducta
- Desde la cultura
Desde la biología
En las teorías del primer nivel, la bisexualidad aparece fuertemente ligada con la sexología médica y con el pensamiento de Lamarck y Darwin. La finalidad de estas teorías, que operan desde el seno del evolucionismo, es describir la función que la bisexualidad pudiera tener en la perpetuación de la especie humana.
Desde el psicoanálisis
En las teorías del nivel psicológico, la bisexualidad ha sido objeto de diversa consideración. En el psicoanálisis, la bisexualidad es vista como un elemento estructurante del psiquismo de todos los seres humanos; se considera siempre presente y pulsante en el Ello. Según Freud, es a partir de la disposición constitucional bisexual y la herencia cruzada, que todos los individuos humanos reúnen en sí caracteres masculinos y femeninos[9].
Estas ideas se pueden ver ejemplificadas en el trabajo del psicoanalista Georg Groddeck, que rehusaba toda oposición entre lo masculino y lo femenino:
"Para aclarar lo que entiendo por circunstancias particulares se puede decir que también distinguimos entre piernas torcidas y derechas pero que incluso la pierna más torcida sigue siendo una pierna; de la misma forma incluso el hombre más viril o la mujer más femenina sigue siendo un ser humano, un ser masculino-femenino, un ser bisexual" (Groddeck, 1931).[10]
Él, pensaba que la bisexualidad no sólo era psíquica sino también física, siendo esta evidente en todo el cuerpo, adjudicándole género a diversas partes, por ejemplo, en los genitales el glande era masculino mientras que el prepucio era femenino,y la vagina era femenina mientras que el clítoris era masculino. Groddeck también argumentaba que la civilización judeocristiana había impuesto la represión de la bisexualidad en función de una ley divina, pero que eso terminaría con l expansión del estudio de lo inconsciente[11].
Desde la conducta
En las teorías del nivel conductual, se centra la atención en el estudio de las biografías de individuos que presentan conductas bisexuales. Para estas teorías, dado que la conducta sexual normalmente no suele darse con los dos sexos al mismo tiempo, el mismo individuo suele relacionarse exclusivamente con un sexo u otro durante una fase significativa del desarrollo vital. Los estudios de este nivel focalizan el interés en las razones por las que se producen estos saltos y en su significado. Así, la bisexualidad se concibe como un resultado situacional o vital de la biografía de los individuos. Esta dimensión cualitativa en el estudio de la conducta bisexual es eludida por otros estudios cuantitativos del comportamiento sexual humano, como los de Kinsey, que se limitan al recuento estadístico de experiencias o deseos homosexuales y/o heterosexuales en los individuos.
Desde la cultura
Las teorías de corte psicológico y conductual centraban su atención en el significado de la bisexualidad para los individuos; las teorías biologicistas, en la funcionalidad universal de la bisexualidad para la especie. Las teorías del cuarto y más reciente nivel, el cultural, consideran que la dimensión fundamental para conceptualizar el comportamiento sexual se halla en el seno de las distintas culturas. Así, se presta atención a las ideas culturales referidas a las relaciones sexuales o a las ideologías dominantes en una cultura respecto de lo que se considera adecuado, saludable, moralmente aceptable o reprobable en el seno de una sociedad concreta en un momento determinado de su historia.
Enmarcadas en el seno del constructivismo social, las teorías culturales niegan la validez científica de categorías universales como la normalidad, la naturalidad o salubridad de unas u otras conductas sexuales. Estas teorías son ajenas a consideraciones biologicistas de la sexualidad, pues consideran que son las culturas, y no la biología, las que determinan históricamente la objetivización conceptual y el significado de los comportamientos, roles e identidades sexuales. Por ello, las teorías culturales niegan que exista una única conceptualización de la bisexualidad, sino que esta presenta distintos estatus y naturalezas dependiendo del entorno cultural que se estudie.
Desde esta perspectiva, se dan culturas, como la huaorani, en la que no sólo no existen la homosexualidad, heterosexualidad o bisexualidad como conceptos objetivos o identidades sexuales más o menos definidas, sino que el propio concepto de sexualidad aparece difuminado o es inexistente. Sin embargo, entre los huaoraníes se observan prácticas que, desde otras culturas, se entenderían como sexuales, y se caracterizarían como hetero u homosexuales. Por todo ello, la determinación del significado de la bisexualidad depende de la realización de estudios transculturales que, evitando el etnocentrismo, den una visión más amplia y veraz del asunto.
Estadísticas
En Australia se realizó en 2003 el mayor informe y más complejo en el país hasta la fecha, mediante encuesta telefónica con 19.307 encuestados, con edades comprendidas entre los 16 y los 59 años en los años 2001-2002. El estudio encontró que un 97,4% de los hombres se identificaban como heterosexuales, 1,6 % como gays y un 0,9% como bisexuales. Relativo a las mujeres, un 97,7% se identificaron como heterosexuales, un 0,8% como gays y un 1,4% como bisexuales. En cualquier caso, un 8,6% de los hombres y un 15,1% de las mujeres indicaron sentir atracción o sentimientos o haber tenido alguna experiencia sexual con personas del mismo sexo.
Diversidad de género y bisexualidad en culturas indígenas
En aquellas culturas en las que la categorización de género incluye un tercer género, las distinciones entre comportamiento homosexual, heterosexual y bisexual, suelen ser inexistentes para las personas de este género y las personas con las que tengan relaciones de pareja o sexuales.
En la cultura navajo existen tres géneros: varones, mujeres y nadle. Los roles de los nadle comparten rasgos de los de los hombres y de las mujeres. Las personas pueden identificarse como nadle o se les puede asignar el género al nacer si tienen caracteres genitales "masculinos" y "femeninos", tanto asignados como identificados, realizan las mismas tareas y son reconocidos por igual. En esta cultura, se categoriza como reprobable el comportamiento sexual entre hombres o entre mujeres, pero las relaciones entre nadles y mujeres u hombres no.
Culturas africanas: los azande
En diferentes culturas africanas existen tradiciones de matrimonio entre mujeres y matrimonio entre hombres. Evans-Pritchard documenta entre los azande de Sudán la existencia común de matrimonios entre guerreros solteros y muchachos jóvenes. Este matrimonio solucionaba la necesidad de intercambios sexuales de los guerreros solteros ante la escasez de mujeres debido a la práctica extendida de poliginia.
Al muchacho joven que contraía matrimonio con el guerrero se le consideraba una mujer. Las prácticas sexuales de ambos eran consideradas lícitas y no homosexuales. Si el guerrero conseguía hacer efectivo el matrimonio con una mujer, o si el muchacho-esposa accedía a la condición de guerrero, el matrimonio entre los varones se disolvía. Esta institución de matrimonio sustitutivo no se caracterizaba tampoco como comportamiento bisexua.
Filipinas: los bakla
La ideología sexual dominante en Filipinas considera que la homosexualidad es innata y categoriza a los homosexuales como un tercer género, denominado bakla. Si un bakla se empareja con "un hombre de verdad" (un tunay na lalake), este último sigue considerándose heterosexual, pues esa categorización depende fundamentalmente de que mantengan intactos el resto de sus características de rol sexual masculino (entre los que se incluyen no practicar la felación ni el sexo anal receptivo). Esto se mantiene incluso en el caso de "hombres de verdad" casados que mantienen relaciones sexuales estables con un bakla, y a quienes no se considera bisexuales. Las relaciones sexuales de un bakla con otro bakla se conceptualizan como "lesbianismo" o pompyangan (golpear de címbalos).
En otras culturas se dan casos parecidos respecto de la categorización de conductas homosexuales o bisexuales, aunque de diversa consideración en cuanto a su estatus. Se pueden citar algunos ejemplos:
Los géneros hermafroditas y terceros géneros de los hijra en la India; las tradiciones berdache (dos-espíritus) de culturas nativas norteamericanas; o el tercer género mahu polinesio. En definitiva, la categorización de la conducta homosexual como acceso sexual entre personas del mismo género y de la bisexual como el acceso indistinto entre personas de ambos géneros, depende básicamente de la estructura de géneros de cada cultura, y en particular de la existencia de un tercer género.
Los sambia: rituales de iniciación
En un estudio clásico sobre los sambia de Papúa Nueva Guinea, Gilbert Herdt describe prácticas rituales de relación entre varones estructuradas por edades. Los sambia practican inseminaciones de muchachos prepúberes por parte de adultos que poseen diferentes funciones y otorgan distintos resultados. Estas prácticas rituales empiezan a la edad de siete u ocho años, y continúan hasta la primera juventud. A los muchachos se les otorga el rol de ser inseminados oralmente por adultos en varias iniciaciones secretas. Durante ese periodo los muchachos no pueden tener relaciones con mujeres bajo pena capital. En la ideología sexual sambia, el semen resulta el elixir vital, por lo que la masculinización de los muchachos prepúberes depende de la ingesta de semen maduro.
Estas prácticas, que se interrumpen idealmente cuando el muchacho se ha casado y ha tenido el primer hijo, no son consideradas homosexuales y, por tanto, los adultos que participan en ellas, y que están casados, tampoco son considerados bisexuales. Existen, empero, varones que una vez casados siguen disfrutando del sexo oral con muchachos a hurtadillas y que sí son considerados bisexuales y no sufren pérdida alguna de autoestima o aprobación social por ello.
Los huaorani: una cultura sin concepto de sexualidad
Otro caso que manifiesta que las ideologías sexuales culturales determinan las categorizaciones de los comportamientos es el de la cultura huaorani, que habita en el Amazonas, entre el río Napo y el río Curaray. En esta cultura la sensualidad no se centra en los genitales ni es dominio exclusivo de la heterosexualidad adulta. Los huaorani no sexualizan la sensualidad; los distintos placeres corporales permanecen indistinguidos e identificados como "bienestar" en su vida común.
No existe para esta cultura una noción semejante a nuestro concepto de sexualidad, ni categorizaciones que distingan unos comportamientos sexuales de otros, incluso para aquellos en que participan niños, jóvenes y adultos. Tampoco es significativa, en su construcción de los géneros, la atracción sexual entre hombres y mujeres. Sin embargo, los huaoranis llevan a cabo prácticas que otras culturas calificarían de sexuales, tanto homo como heterosexuales. Simplemente, al no existir en su cultura la noción central de heterosexualidad, no se dan las correspondientes construcciones culturales de homosexualidad ni bisexualidad.
Estudio de Foucault de la Grecia clásica
El filósofo francés Michel Foucault, en su Historia de la sexualidad, documenta relaciones homosexuales estructuradas por edades en la Grecia Clásica de manera análoga a los sambia. En este periodo sólo se categorizaba como relación homosexual reprobable aquella que mantenía un varón adulto con otro varón adulto, resultando que la pérdida de estatus social recaía fundamentalmente en aquel que mantuviera una disposición "pasiva" en los encuentros, esto es, receptiva del pene del otro. La disposición pasiva se consideraba esencialmente femenina, por lo que, en consonancia con la ideología patriarcal dominante, feminizaba al varón pasivo y le acarreaba una fuerte represión pública.
Sin embargo, las prácticas mantenidas por un adulto con un joven o niño se consideraban incluidas en las prácticas de aprendizaje pedagogo-pupilo, lo que no era categorizado ni como homosexualidad ni como bisexualidad, incluso en el caso de que el varón adulto estuviera casado. Herdt ha documentado estructuras de categorización sexual análogas en la cultura japonesa medieval.
Bisexualidad transitoria
Homofobia internalizada
Dentro de las culturas occidentales europeas y angloamericanas, la ideología sexual dominante ha sido históricamente cisheteronormativa y patriarcal. En esta doble vertiente, la sexualidad se ha considerado fundada en la reproducción, las mujeres han sido limitadas a las labores reproductivas y a estructuras sociales de debilidad; y los hombres a las labores de producción y a estructuras de dureza e insensibilidad. Cualquier cualidad o comportamiento que transgreda esos marcos de género, es reprendida; por eso, la heterosexualidad se ha considerado la única opción saludable, legítima y natural, mientras que la homosexualidad ha sido fuertemente reprobada y castigada, de forma judicial, social, física y psicológica.
Debido a esta represión violenta, algunas personas con atracción a un único género, sienten rechazo hacia la homosexualidad e inconscientemente rechazan esas etiquetas y optan por otras como esta. También puede darse el caso de que perciban como más seguro el salir del clóset como bisexuales, en lugar de gais o lesbianas, porque así existe en el imaginario social la posibilidad de que tengan una pareja de su sexo "opuesto".
Bisexualidad "como paso"
De forma pareja a esta teoría, también se ha considerado, en el seno de comunidades gays y lésbicas entre pares, la bisexualidad como una situación de tránsito. Así, un estudio de Herdt sobre adolescentes urbanos de Chicago (Estados Unidos) considera que la participación de estos jóvenes estadounidenses en relaciones homoeróticas y heteroeróticas servían, en algunos casos, de punto de referencia comparativo de las propias tendencias sexuales, aún inmaduras, como paso previo para decantarse por una identidad heterosexual u homosexual Sin embargo, la emergencia de reivindicaciones de la bisexualidad como una tercera identidad sexual y la aparición de "guiones culturales" acerca de en qué consiste esa identidad bisexual estaría abriendo nuevas vías de categorización. En esta nueva tesitura, Herdt distingue a aquellos jóvenes que calificaban o sentían que sus prácticas bisexuales eran de tránsito, de aquellos otros que refundaban su identidad sexual en prácticas bisexuales.
La diferencia de género no es indiferente al respecto de la formación de las identidades homosexuales y bisexuales. La divergencia de edades medias en el acceso a los primeros encuentros sexuales indica que, en el caso de los varones con prácticas bisexuales, el primer contacto homoerótico precede a los contactos heteroeróticos, mientras que la tendencia se invierte para las mujeres. Las descripciones que hacían los jóvenes de estos primeros contactos sexuales con uno u otro sexo parecen indicar que las utilizaban para tratar de aclarar sus sentimientos respecto de la construcción de su identidad sexual.
Símbolos y autoidentificación de bisexuales
Dado que algunos bisexuales sienten que no encajan ni en la comunidad gay ni en el mundo heterosexual, y dado que tienden a ser “invisibles” en público (confundiéndose sin problemas en las sociedades homosexual y heterosexual), algunos de ellos han formado sus propias comunidades, cultura y movimientos políticos. Sin embargo, puesto que la orientación bisexual puede estar en cualquier punto entre los dos extremos de homosexualidad y heterosexualidad exclusivas, otros de los que se identifican como bisexuales prefieren formar parte de la sociedad homosexual o heterosexual.
Un símbolo común de identidad bisexual es la bandera del orgullo bisexual, diseñada por Michael Page, que tiene una franja rosada que representa la homosexualidad, una azul que representa la heterosexualidad y una morada (mezcla del rosado y el azul) en la mitad que representa la bisexualidad. Otro símbolo de identidad bisexual que usa el esquema de colores de la bandera bisexual consiste en un triángulo azul y uno rosado sobrepuestos (el triángulo rosado es un reconocido símbolo de la comunidad homosexual), formando uno morado en su intersección. A muchos homosexuales y bisexuales les disgusta el uso del triángulo rosado como su símbolo, pues fue el símbolo usado por el régimen de Hitler para marcar homosexuales (de la misma forma que la estrella de David usada por los judíos). Estas personas simplemente no quieren representarse o identificarse como un grupo reprimido.
Bifobia
La bifobia es un término que se refiere al rechazo hacia las personas bisexuales o hacia la bisexualidad misma. Se refiere al punto de vista de que las personas deben pertenecer obligatoriamente a alguna de las otras dos orientaciones sexuales: heterosexualidad u homosexualidad (monosexualidad obligatoria). Así, a las personas bisexuales objeto de ataques bifóbicos se les exige una supuesta “definición” de su orientación sexual en términos dicotómicos de homo u heterosexualidad, negando su bisexualidad.
Otras motivaciones para tal rechazo son dadas por un "estereotipo" muy difundido sobre la comunidad bisexual: la supuesta promiscuidad inherente a su condición sexual. También existen rumores malintencionados acerca de que la comunidad bisexual es responsable de difundir entre las comunidades homosexual, heterosexual y la misma comunidad bisexual, distintas enfermedades sexuales como la sífilis, el VIH o el herpes genital, entre otras, por la misma promiscuidad de la que son acusados. Esta concepción se agrava además por la capacidad de gran parte de los bisexuales de trascender de su propia comunidad y adentrarse dentro de las comunidades homosexual y/o heterosexual indistintivamente con fines sexuales y/o en la búsqueda de pertenencia a una comunidad distinta a la suya.